El 29 y 30 de agosto se estrena en Valeri Montrul (San Lorenzo 2513) la obra "Diario de una existencia", gestada por María Agustina Arriola y Tamar Scheffer. Trata sobre un escritor que, desesperado, busca palabras para comenzar a escribir.

La presentación será en Valeri Montrul. Plantea, con estética poética y corporal, la eterna lucha por darle sentido a la vida y a la creación. Dirigen María Agustina Arriola y Tamar Scheffer.

El 29 y 30 de agosto se estrena en Valeri Montrul (San Lorenzo 2513) la obra "Diario de una existencia", gestada por María Agustina Arriola y Tamar Scheffer. Trata sobre un escritor que, desesperado, busca palabras para comenzar a escribir.
A la dramaturgia de Arriola y Scheffer, que también se ocupan de las dirección general se suman con sus actuaciones Valentina Muzzachiodi y Román López. A su vez, el diseño y operación de luces es de Arriola, la operación de sonido de Julieta Lasbia y el diseño y difusión en redes de Scheffer.
"Diario de una existencia" tiene su origen en la Escuela de Teatro, en la cátedra Dirección de Puesta en Escena. La propuesta era que, en un cuatrimestre un grupo debía dirigir un texto dramático mientras que el resto del grupo actuaba, y en el otro cuatrimestre se intercambien roles.
"En este proceso de dirección, me encontré con Tamara Scheffer y ambas, interesadas por el existencialismo, quisimos explorar esta corriente en el teatro", explicó Arriola en una entrevista con este medio.

Ambas, en el año anterior, en la materia Filosofía de la Cultura, se habían acercado a textos y autores que las habían interpelado, entre ellos Jean Paul Sartre.
"Recorriendo su bibliografía, accedimos a una de sus novelas, 'La náusea', y el protagonista de dicha novela, Roquentin, un escritor que se encuentra atrapado frente a una hoja en blanco, nos sirvió como disparador", indicó.
La intención no fue representar "La náusea", sino basarse en el personaje para transmitir la angustia paralizante que significa para cualquier artista una hoja en blanco.
"En la psicología analítica de Carl Jung, el ánima y el ánimus son arquetipos que representan las imágenes inconscientes del sexo opuesto dentro de cada individuo", apuntó Arriola.
"El ánima es la imagen femenina presente en el inconsciente del hombre, mientras que el ánimus es la imagen masculina presente en el inconsciente de la mujer", agregó.
"Estos arquetipos no son meras influencias externas, sino representaciones simbólicas de fuerzas psicológicas internas. Cuando, paralelamente al trabajo de dramaturgia, nos encontramos con esta teoría, no hicimos preguntas", indicó.

"¿Y si son estas dos conciencias las responsables del fracaso del escritor? ¿Cuál de estas dos conciencias tiene más poder en la creatividad? ¿Ambas? ¿Ninguna? ¿Vale la pena que se estén acusando mutuamente por la falta de ideas?", remarcó.
"De estas preguntas, surgen los personajes de "Diario de una existencia", Ánima y Ánimus. Dos conciencias de una misma persona que se enfrentan para ver cuál de las dos tiene el mando del lápiz que, si empieza a usarse, cambiará el destino del escritor", puntualizó.
"Ánima actúa más por impulso; Ánimus, por la razón. Por eso titulamos la obra ‘Diario de una existencia’, porque si bien es el registro íntimo de un escritor, también puede ser el de un estudiante frustrado, de un abuelo que toma dimensión del paso del tiempo, de una amiga que no entiende porqué le pasan ciertas situaciones", aclaró.
-Comparando con tus obras anteriores, como "Arácnidas" o "Dita", esta puesta parece más introspectiva. ¿Qué fue lo más difícil de llevar a escena un conflicto tan interno?
-Así es. Desde la dirección, "Diario de una existencia" me desafió a encontrar dentro de un texto que, originalmente, era literario, la forma de espectacularizarlo, de que los actores no caigan en un mero recitado, sino que puedan hacer propio cada fragmento y llevarlo a ejemplos cotidianos.
Todos, alguna vez, nos hemos preguntado por el sinsentido de la existencia, por la mecanización de la rutina, por el sinsabor de un día domingo, o hemos atravesado la sensación de sentirnos solos en un mundo que pareciera no comprendernos.

En este orden de ideas, los ensayos que llevamos adelante con Tamara, fueron abordados desde dos poéticas centrales: la máscara neutra, del pedagogo teatral francés Jacques Lecoq, y el absurdo.
Priorizando el trabajo corporal de los actores, de cómo llevaban estos sentimientos de vacío, de desmotivación, de aburrimiento, a cada parte de su cuerpo, a sus gestos, a sus miradas, la puesta son ellos, simplemente con algunos elementos escenográficos, pero la centralidad está en lo que ellos cuentan y en cómo lo hacen.
Román y Valentina son una dupla explosiva. Con Valentina, ya hemos compartido otros proyectos y, además, es la Ánima original con la que trabajamos en la Escuela de Teatro, por ende, si bien en esta nueva era de "Diario" que nos encontró a las tres casi cuatro años después pudimos redescubrir la obra y resignificarla, teníamos un recorrido ya hecho.
En cambio, Román se sumó este mismo año, y con apenas diecisiete años, en escena, parece que tiene años y años vividos. Su mirada nos abrió la nuestra y es una revelación del teatro joven santafesino.
A su vez, inevitablemente, en la puesta dialoga, como en "Dita" y como en "Arácnidas", la música generando momentos de tensión y distensión, y algunas partes de humor para alivianar una temática que es de por sí densa.
A pesar de la sensación de vacío, la puesta también explora la idea de que el individuo tiene la libertad de crear su propio significado y propósito en la vida.

-Además de la dramaturgia, trabajaste en la dirección y el diseño de luces. ¿Cómo ayudó tu visión en todos esos roles a contar la historia de la mejor manera?
-Dirigir lo que se escribe tiene la ventaja de que una puede adentrarse a los personajes en profundidad y, de alguna manera, comenzar a cranear los cuerpos que se quieren mostrar, las atmósferas que se quieren generar.
Asimismo, la química laboral que tenemos con Tamara es excelente; ambas nos complementamos, comprendemos lo que la otra quiere comunicar, y, de esta manera, el proceso creativo fue muy disfrutable.
Cuando comenzamos a escribir con Tamara "Diario de una existencia", un fin de semana largo, viajando hacia las sierras de Córdoba, sonó en la radio la canción "Los dos Gallos" de los Olimareños.
En ese instante, me imaginé a los dos actores con las máscaras neutras puestas y luchando uno con la otra para ver quién "ganaba" la pelea, con ese tema musical de fondo.
Enseguida, le escribí a Tamara: "Tengo la imagen de la obra". "El gallo negro era grande, pero el otro era valiente", dice el estribillo de la canción. Sin dudas, hablaba de Ánima y de Ánimus. Ánimus es grande, pero Ánima es valiente.
Y fue a través de ese universo que se iba abriendo, donde apareció la colorimetría de la obra tomando protagonismo, principalmente, el rojo y el negro, como los dos gallos, como los dos personajes: el vacío y la pasión, el luto y la sangre.

Un diario propio
-Muchas de tus obras tratan sobre la vida y las relaciones humanas. ¿Qué nuevas preguntas sobre la creatividad y la soledad del artista buscaste analizar en Diario de una existencia?
-"Diario de una existencia" es, de cierta forma, el reflejo de mis propias inquietudes, es mi propio diario en el que muchas veces he escrito y me he preguntado por qué me faltan palabras para escribir, por qué no estoy inspirada, por qué no encuentro motivación.
En palabras de Nina en "La Gaviota" de Antón Chéjov, por qué, como actriz, "No sabía qué hacer con la manos ni cómo moverme en el escenario, estaba envarada, no dominaba mi voz".
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