"La dolce vita": la película que popularizó a los paparazzi y a la Fontana di Trevi
A través de las andanzas de Marcello Rubini, un periodista que busca los placeres vitales en la Roma de los años ‘60, Fellini ofrece una crítica a una sociedad atrapada entre el hedonismo y la superficialidad.
Marcello Mastroianni y Anita Ekberg en una de las escenas de la película. Foto: Pathé Consortium
El 3 de febrero de 1960, hace justo 65 años, tuvo su premiere en Roma “La dolce vita”, una de las películas más conocidas de Federico Fellini, hoy todo un ícono de la cultura pop. Sobre todo por dos derivaciones: hizo célebre el término “paparazzi” a la vez que elevó a la Fontana di Trevi a un estatus icónico.
Narra las aventuras de Marcello Rubini, interpretado por Marcello Mastroianni, un periodista que se mueve entre la aristocracia y las estrellas de cine en la romana Vía Véneto. Lo que muestra, esencialmente, es una sociedad en crisis, donde el hedonismo y la búsqueda del placer ocupan el centro.
Como afirma Luciano Monteagudo, en el artículo “La dolce vita: el ruido del mundo”, que publicó Página 12: “es a través de sus agudos ojos de periodista, de observador privilegiado de la realidad, que Fellini mira a Roma. Y la ve frívola, cruel, sin alma. El insomne Marcello, para quien no pareciera haber diferencia entre la noche y el día, atraviesa los doce episodios de 'La dolce vita' -porque para quienes no la recuerden o no la hayan visto se trata de un film episódico, fragmentario, todavía moderno en su construcción anti aristotélica- como quien recorre las estaciones de un via crucis”.
Crítica y placer
Fellini, ya por entonces encumbrado director, se vale de su característico estilo visual para generar un relato que es ambiguo, como la naturaleza humana: es tanto una crítica social como una celebración de los placeres de la vida.
“La dolce vita” hizo popular el término “paparazzi”, que se refiere a los fotógrafos que persiguen a celebridades para visibilizar, sin previo consentimiento, su vida privada. En la película (a través del personaje de Paparazzo) son presentados como figuras intrusivas, lo cual muestra como se empezaba a forjar una nueva era en la relación medios - figuras públicas.
Juan Carlos González lo remarca en “Tiempo de cine”: “Roma a finales de los años ‘50 se estaba volviendo un polo mediático. No sólo como destino turístico de primer orden, sino como una alternativa a los grandes costos de producción que representaba filmar en Hollywood. Grandes producciones se realizaron en la capital italiana y eso ayudó a que la ciudad se volviera una fiesta social permanente”.
“Los cafés céntricos -sigue González- eran el eje desde donde se planeaban los desbordes nocturnos y eran también el sitio para dejarse fotografiar por los reporteros gráficos. Ese ambiente de excesos era un material suculento para Fellini, que vio la oportunidad de hacer una crítica a una sociedad que parecía haberles vuelto la espalda a los problemas importantes, regodeándose en su riqueza, belleza y vacío”.
Anita en la fuente
La película también hizo famosa a la Fontana di Trevi. La escena emblemática donde Anita Ekberg se sumerge en sus aguas es uno de los grandes momentos del cine. Desde entonces, este monumento atrae a millones de turistas que quieren recrear ese momento. Lo cual permite afirmar que “La dolce vita” es un fenómeno cultural multidimensional.
Una película argentina de 2005, “Elsa y Fred” pone de manifiesto este interés. Si bien describe la relación entre dos personajes que están en el final de su vida, uno de los momentos más emotivos es aquel en que Elsa (interpretada por China Zorrilla) repite la escena de Anita Ekberg.
La estética de la obra de Fellini fue imitada y referenciada en innumerables películas, series y obras artísticas. La búsqueda del placer y el conflicto entre lo superficial y lo profundo son temas que tienen pleno auge en la sociedad actual.
Sahazam Producciones, Tesela P.C
Documental
Tan grande fue el influjo de la película que hace menos de un lustro se estrenó el documental “La verdad sobre la dolce vita”. Allí se recuerda que a finales de 1958, Fellini pasó por un periodo complicado de su carrera. Ya había ganado dos Óscar pero nadie quería producir su último proyecto, precisamente “La dolce vita”. El único que confió en él fue Giuseppe Amato, quien ya había producido obras como “Umberto D.”. Es que, según revela el documental, fue el único que se dio cuenta del potencial de obra maestra de la propuesta.
Como las mejores obras artísticas, “La dolce vita” sigue interpelando: las tribulaciones de Rubini, el protagonista, son las mismas que todos tenemos que atravesar en algún momento de la vida. Así, la película es un espejo cuyo reflejo no cesa, aunque hayan pasado seis décadas y media.
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