José Carlos Gallardo en El Litoral: "Aquí, actualmente, no hay poetas"
En una extensa conversación publicada el 23 de julio de 1979, el autor de "Hombre caído" cuestionó figuras consagradas y defendió una poesía con compromiso moral y peso testimonial.
Lectura de poemas de José Carlos Gallardo en Granada, en los años 50. Foto: El Anartista
"Necesito un andamio de amigos animosos, cercanos, que me traigan el aire que tienen las placetas (no éste, lleno de pensamientos tristes) que me digan que la Poesía mejor es aquélla qne ríe como al salir del agua o al tropezar, de pronto, trente a frente, en la esquina". Fragmento del libro "Hombre caído".
A finales de julio de 1979, un hombre llegó a la redacción de El Litoral. Estaba envuelto en una capa española. El día era helado, pero bastaron unos minutos de conversación para que la atmósfera cambie, gracias al calor del debate literario.
José Carlos Gallardo Zapata, nacido en Granada en 1925, poeta, ensayista, novelista, funcionario cultural de la Embajada de España en Buenos Aires, venía a presentar un curso y a hablar de poesía, pero también a dejar su impronta.
Archivo El Litoral
De Granada a la Argentina
Nacido en Granada, Gallardo fue testigo temprano de la violencia y la escasez: con apenas once años, en julio del 36, vio cómo "por los tejados había hombres con escopetas dando gritos y disparos".
Su padre había muerto apenas un mes antes del estallido de la guerra. Entre escuelas del magisterio, seminarios y reformatorios, su juventud estuvo marcada por el desarraigo, la lectura obsesiva y el comienzo de una obra que, como él mismo dijo, era "una forma de vida".
En 1954, mientras atravesaba una tuberculosis en el Hospital San Lázaro de Granada, escribió "Hombre caído", un libro que marcaría su ingreso pleno al canon lírico de posguerra.
Tres años más tarde, Max Aub lo incluiría en la antología "Una nueva poesía española", junto a Blas de Otero, José Hierro y Celaya. Ya era una figura reconocida. Pero en 1957, dejó su país y se embarcó hacia la Argentina.
Radicado primero en Rosario y luego en Buenos Aires, Gallardo desarrolló una intensa labor cultural que incluyó cursos de posgrado, programas de radio, recitales, publicaciones, y un sostenido trabajo desde la Embajada de España.
Fundó el "Aula de Poesía Española Antonio Machado" y creó la cátedra "Poesía Española de Posguerra", por la que pasaron decenas de profesores y escritores.
También promovió los viajes culturales de poetas argentinos a España y organizó homenajes a figuras comoAntonio Machado, Miguel Hernández, Juan de la Cruz o César Vallejo.
Archivo
La entrevista en El Litoral
Gallardo llegó a Santa Fe en el invierno de 1979 para dictar una conferencia sobre la poesía española actual y presentar el curso que el Instituto Argentino de Cultura Hispánica iba a realizar en el Museo Rosa Galisteo. El Litoral lo entrevistó y la nota de ocasión terminó en un testimonio corrosivo.
El poeta, de entonces 54 años, cinco hijos y más de treinta libros publicados, respondió con franqueza, sin medias tintas. Cuando se le preguntó por la poesía argentina contemporánea, su respuesta fue: "Aquí, actualmente, no hay poetas".
El periodista intentó confrontar con nombres consagrados: Borges, Girri, García Saraví, Francisco Luis Bernárdez. Gallardo no retrocedió: "Tienen oficio, ciertos hallazgos, pero no representan un momento de la historia nacional, de su circunstancia. No son una fuerza poética válida para polarizar las inquietudes que siguen".
Gallardo venía de una tradición en la que el poeta no era un orfebre ni un esteta, sino un testigo moral. A lo largo de la entrevista, reafirmó que su poesía era "criticista, testimonial, apoyada en su propia tradición", y que su único compromiso era "estrictamente humano".
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Disparos hacia los suyos
Gallardo no ahorró fuego ni para sus compatriotas. Al referirse a la situación en España, nombró como poetas verdaderos a Luis Rosales, Blas de Otero, José Hierro, José Ángel Valente, Manuel Alcántara, José M. Caballero Bonald, Jaime Gil de Biedma y José Agustín Goytisolo.
"Todos ellos", dijo, "son poetas de posguerra que han testificado su tiempo en condiciones nada favorables para el desarrollo de su obra". Pero advirtió que no había relevo. "Los poetas vigentes siguen siendo los de la Generación del 50".
En cuanto a nombres venerados, no tuvo reparos. "De Alberti opino que se ha convertido en un poeta panfletario. A Juan Ramón Jiménez no lo tolero por su desapego del mundo y su falta de humanidad".
Tampoco se privó de opinar sobre Federico García Lorca. "La revisión histórica lo ubicará en el lugar que no es el que tiene por estar inflado por las circunstancias políticas de su muerte".
Gallardo con otros escritores en 1964. Foto: IDEAL
Un estilo singular
Gallardo fue un estilista de la imagen. Así lo definió Rafael Guillén: "Su estilo, inconfundible, rayano a veces en el surrealismo incluso en temas cotidianos, se caracteriza por un predominio absoluto de la imagen".
Eso, sumado a su vocación testimonial, convirtió a Gallardo en una figura ambivalente: respetado y, a la vez, incómodo; celebrado y marginal. Su obra atraviesa el cuerpo y la historia, lo íntimo y lo político, desde una mirada personalísima.
Nostalgia
Su vida, como anticipó Vicente Aleixandre, quedó escindida: "Ni vas a estar aquí ni vas a estar allí […] vivirías a caballo sobre la línea del Ecuador". Gallardo lo sabía. Por eso su poesíaestá empapada de "nostalgia del presente lejano", como tituló un poema.
Murió en Buenos Aires el 29 de octubre de 2008. Su obra quedó dispersa en ediciones españolas y argentinas. Pero su figura, contradictoria e intensa, sigue interrogando.
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