/ Actualizado al Lunes 18.9.2023
23:45
El domingo, en la Sala Mayor del Teatro, la Compañía Coral de Santa Fe presentó junto a la Camerata Eleutheria la Gran Misa en Do Menor de Wolfgang Amadeus Mozart (Große Messe in c-Moll) K. 427. Dicha actividad se enmarcó en las celebraciones del 450° aniversario de la fundación de Santa Fe.
La dirección musical estuvo a cargo de Manuel Marina (titular de la Camerata) y la preparación coral y coordinación general del concierto fue obra de Pablo Villaverde Urrutia (titular del ensamble vocal). En la ocasión, los solistas convocados fueron cuatro artistas de relevancia nacional: Monserrat Maldonado (soprano), Florencia Machado (mezzosoprano), Gastón Oliveira Weckesser (tenor) y Felipe Carelli (barítono).
Manuel Marina, responsable de guiar a buen puerto esta travesía sinfónico-coral. Foto: Manuel Fabatía
En un escenario ricamente decorado con arreglos florales, un vínculo con la otra actividad profesional de Villaverde Urrutia, la velada comenzó con un acto protocolar: la concejala Inés Larriera hizo entrega de la distinción del Concejo Municipal al director coral, por su contribución a la cultura de la ciudad.
Terminada la sencilla ceremonia, se apersonaron los artistas en el escenario para abordar una obra peculiar: inconclusa (o conservada incompleta hasta nuestros días), es una obra sacra que el ilustre compositor hizo sin encargo, por su propia voluntad de abordar la temática; por ende, empujó más allá los límites de la música sacra de entonces (y de después), aportando elementos líricos a los solistas y al coro.
Monserrat Maldonado, una soprano elegante y llena de matices. Foto: Manuel Fabatía
Sagradas emociones
La obra comenzó con el “Kyrie”, y desde el vamos Marina demostró su sapiencia, en la articulación de los volúmenes, usando a su orquesta como un instrumento afinado, pero concediendo el protagonismo a las voces. Intensa y religiosa entonó la masa coral, enfatizada por los timbales; hasta que la voz de Maldonado emergió como la heroína de uno de los oratorios bíblicos de Händel, pero con giros melódicos de ópera belcantista, dialogando con el Coro. Que a continuación tomó la posta para un intenso “Gloria”, apoyado en timbales y bronces; llevados por la sutileza de las cuerdas al “Gloria in excelsis Deo”.
El viaje fue hacia el “Laudamus te”, con la magia de un aria operística de Mozart, con gran exigencia para la mezzosoprano: Machado (incorporación de última hora, por problemas de salud de Guadalupe Barrientos, convocada originalmente) demostró estar a la altura de la demanda: dueña de un vibrato singular, se explayó en coloraturas y matices, en todo su rango vocal.
Florencia Machado fue la última en sumarse, y se lució con su intenso vibrato, su virtuosismo y su amplio registro. Foto: Manuel Fabatía
El “Gratias agimus” explotó en la masa coral, sobre la liviandad de las cuerdas y las notas continuas de los trombones. Breve paso al “Domine Deus”, con un comienzo instrumental propio de ópera barroca, hasta que irrumpió el dúo de soprano y mezzo, que hilvanó un fino trabajo camerístico, con Maldonado y Machado uniendo y separando sus timbres y colores (mostrando el trabajo de preparación).
El tenor Gastón Oliveira Weckesser volvió a colaborar con la Compañía, esta vez abordando un repertorio muy diferente. Foto: Manuel Fabatía
“Qui tollis peccata mundi” fue el primer segmento a doble coro, desafío del que salió airosa la compañía, sin escatimar la fineza de los matices (los pianissimos como en el “Miserere”). De allí fueron al terzetto “Quoniam Tu solus Sanctus”, en el que a las solistas femeninas se les sumó Oliveira: un cantante al que ya hemos disfrutado junto a la Compañía Coral, esta vez en un repertorio menos habitual; su voz heroica se acopló idealmente a sus compañeras, en un pasaje que tuvo especial protagonismo para Maldonado.
De allí un quiebre al “Jesu Christe” coral y jubiloso, marcado en los timbales, que se fundió en “Cum Sancto Spiritu” fugado en las voces masculinas y de allí a las femeninas. El júbilo siguió en el “Credo”, con su arranque potente en las maderas (con esa evocación primaveral que más tarde consagrarían los románticos) y la expansión contrapuntística de las voces.
Las cuerdas y las maderas llevaron a un clima de introspección para que la soprano abordara “Et incarnatus est”, escrita con el espíritu de un aria de amor (todo un desafío a las convenciones de la época; una forma de amor a la divinidad, en todo caso). Maldonado la abordó con dulzura, sin descuidar la precisión en las coloraturas; el clímax fue cuando la masa orquestal se retiró y la voz quedó dialogando con fagot, oboe y flauta, para reencontrase en el final.
Felipe Carelli tuvo su momento en el “Benedictus”, demostrando ser un barítono preciso y lleno de intensidad. Foto: Manuel Fabatía
Apoteosis
El “Sanctus” a doble coro sonó épico y glorioso, con la conquista celestial continuada en el “Osanna”: allí se explotó toda la potencia del arreglo a ocho voces, en una estructura de complejo contrapunto, mientras los timbales y los bronces aportaron a la majestuosidad del instante.
La obra termina con un “Benedictus”, que comenzó sutil en la cuerda y potente en los trombones. En este movimiento, para cuarteto solista y doble coro, se sumó finalmente Carelli: demostró ser un barítono potente, preciso y lleno de intensidad, en el rico contrapunto con los otros solistas y, finalmente, también con el coro, que cerró la obra con la intensidad de su “In excelsis”.
Tras los saludos finales de solistas, ambos directores y sus respectivos orgánicos, se ofreció como bis la repetición del “Gloria”, para dar una última demostración de lo que la Compañía Coral de Santa Fe y la Camerata Eleutheria (organismos independientes y autogestionados, pero con formación y dedicación profesional) son capaces de darle a la comunidad que los cobija y los aplaudió intensamente este domingo.
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