El artista presentará en Santa Fe las tres partes de su último álbum, denominadas “Cuerpo”, “Mente” y “Espíritu” (esta última de reciente edición). El líder de La Caravana conversó con El Litoral sobre este presente creativo, su reseteo social y la búsqueda de sanación de heridas a través de las canciones.
“La gente está muy involucrada con las canciones nuevas, muy involucrada con ‘Libres’: me siento como una banda nueva que hace su primer disco y se lo muestra la gente”, afirma Cordera. Foto: Gentileza producción
“Libres” es el nombre del tour con el cual Gustavo Cordera está recorriendo Argentina, México, España, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Paraguay, Uruguay, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, etc. También es el nombre de su nuevo álbum, el cual fue presentado en tres partes: “Cuerpo”, “Mente” y “Espíritu”, lanzado recientemente. Esta tercera parte está integrada por las canciones “Espíritu felino”, “Vibra la vida” y “Buenos Aires”.
Con ese bagaje y su banda La Caravana llegará a Santa Fe: será el sábado 16 de septiembre a las 21, en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572). Las entradas están a la venta en la boletería de Tribus (de miércoles a domingo, de 18 a 0) y a través del sistema Ticketway y sus puntos de venta (online y físicos).
Sensibilidad
-Desde la última vez que hablamos salió “Espíritu”, la tercera parte de “Libres”. ¿Qué recepción tuvo, siendo que la gente ya se apropió las canciones de “Cuerpo” y “Mente”?
-Lo que está ocurriendo con “Espíritu felino” es inédito en mi etapa solista, en cuanto a la repercusión que está teniendo en YouTube, en las redes, Spotify: está volando la canción. Y es como el corolario y el cierre de una experiencia maravillosa, porque el disco es un discazo: dentro de poco vamos a hacerlo en vinilo, porque es una obra completa. Muy satisfactoria para mí, como compositor y como intérprete también: después de tantos discos y de tanta agua abajo del puente buscar la superación en ciertos aspectos, como por ejemplo la lírica, las texturas musicales. La propuesta es muy exigente, muy osada, y la tomamos con muchísimas responsabilidades artísticas: cada palabra que escuches en esas canciones brota del centro mismo de mi corazón y de mi alma, no hay ni una sola palabra de relleno.
-Si “Cuerpo” tenía que ver con el baile y “Mente” era más rockero, acá están las canciones más acústicas y más tranquilas de todo el disco.
-El espíritu es muy difícil abarcar con palabras ni siquiera definirlo, ni siquiera imaginarlo; buscamos la manera más simple de llegar a conectar con esa fuerza, que tiene que ver con el sentir. Hay canciones que se impregnan por una expansión intensa; estas canciones tienen una expansión mucho más sensible: se expanden, pero desde la sensibilidad, no desde la emoción poderosa.
Amor animal
-Hablabas la llegada que está teniendo “Espíritu felino”, que tiene una onda de bolero, y habla de esta mirada de gato que Tomás Redote enfatizó desde el videoclip. ¿Cómo salió esa canción?
-Nació después de que Yanela, mi hija, se vaya a vivir a Montevideo; nosotros vivimos en La Paloma, y tuvo que tomar la triste decisión para ella de dejar a su gatita en el lugar donde se crió y se desarrolló, que es en mi casa.
Era una gata montesa huérfana: mataron a la madre y quedaron huerfanitos los tres gatitos bebés. Y una de ellas, Pizipiza, se la llevó mi hija. Y la señora que se la regaló dijo: “Estos gatos eligen a una sola persona; no son como los gatos domésticos; y va a estar con vos siempre a tu lado”. Comía con ella, la acariciaba para comer; ella caminada para acá la gata caminaba para acá, dormían juntas.
Y cuando se fue Yanela a mí se me activó mi herida de abandono, y empecé a sentir el abandono como la gata lo estaba sintiendo también. Me puse en su piel y desde ahí escribí la canción, que de alguna manera te muestra una de las cinco heridas más importantes que tiene el ser humano, que es la de abandono, con su máscara que es la dependencia. En un momento dice: “Amo la libertad, pero sin vos no me imagino; amo la libertad y al lado tuyo me ilumino”. Esa cosa de necesitar al otro y ser un espíritu libre.
-Una dependencia de alguien a quien elegimos.
-Sí. Y eso en un momento tan cliché de la humanidad, donde se entiende libertad muchas veces como descuido, o no saber qué límites tomar. No romantizar a la persona en soledad; contar esa cosa salvaje, ese espíritu felino, animal, de que “te quiera todo el día al lado mío”; “te quiero siempre”, “te quiero hasta el cielo, mucho más allá del cielo”: “todo lo que te puedo querer”. Y resulta claro, en la psicología moderna, o en la interpretación ideológica del mundo que vivimos, eso es políticamente incorrecto: el amor animal, el amor natural. Ese amor tan hermoso que tanto te acaricia como te rasguña: “Te quiero tanto que te quiero comer”. Como hacen los gatos: cuando les agarra amor y me muerde despacito, no para arrancarme un pedazo; pero necesita morder, demostrar el amor de esa forma. Y me parece tan revelador: es como un puente a lo que somos como seres humanos.
Vivir la herida
-Ya venías hablando de “liberación afectiva”, que nos conecte con un sentir, pero también con el goce, y en “Vibra la vida” retomás esta idea. ¿Por qué a veces nos cuesta tanto esa conexión?
-Lo que te pueda decir hoy, seguramente mañana ya estaré en otro viaje y te voy a decir otra cosa; por eso las cosas que digo y expreso las planteo desde el momento presente, y pueden caducar rápidamente. Lo que sí veo (en este momento de mi vida en especial) es que los seres humanos venimos al mundo, elegimos a nuestros padres, para que ellos teatralicen o sean la escena donde vamos a experimentar alguna herida de las cinco que hay: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia.
Cualquier ser humano que esté pisando este plano tiene alguna, con su correspondiente máscara: la dependencia le corresponde al abandono, el masoquismo a la humillación, la manipulación a la traición, la rigidez a la injusticia; y al rechazo lo huidizo. El ego y la máscara protegen esa herida. Venimos al mundo a experimentar una herida: todo va confabular para que estemos constantemente viviendo esa herida hasta que la sanemos.
“Vibra la vida” pone un nuevo elemento en nuestra experimentación como seres humanos que es el espíritu: es una chispa fugaz que te eleva, que te lleva; es lo que traemos del otro lado del portal antes de nacer y es lo que nos llevamos cuando partamos en este viaje. Entonces lo que puedo decir ahora, en este momento específico de mi vida, es que abrazo a mi herida de abandono, la cobijo, le agradezco absolutamente todo lo que me mostró, porque desde ahí yo me experimenté: vine a esto.
Esta cosa de la búsqueda de la felicidad como ausencia de dolor o ausencia de heridas; negar eso, huir de ese lugar, ir proyectado hacia el futuro haciendo un esfuerzo tremendo para ganar un montón de cosas que tapen esa herida, para mí (en este momento de mi vida) es algo que no persigo: lo que persigo es sanar. Y me subo arriba del escenario, canto las canciones, con la intención no solamente de sanar yo, sino de que las personas que están ahí abajo se inspiren para su propia sanación interna.
¿Y qué tiene que ver esto con el rock? Todo tiene que ver, porque el rock es esa herida al rojo vivo, mostrada en tu cara; esa honestidad de poder experimentar tu herida a full.
Volver a casa
-Hablando de abandonos y de sanar, en “Buenos Aires” saldás tu relación con la ciudad, después de una distancia y de mucho tiempo de vivir afuera.
-Me escapé de Buenos Aires, de la vida que llevaba, del proyecto que tenía: tuve que huir. Había armado una trama tan exagerada en mi vida, de tanta dependencia con el público, que necesité traicionar a “mi Buenos Aires querido” y traicionarme a mí mismo también al irme. Porque uno cuando se va de un lugar siente cierta culpa. Entonces empecé a tener una relación de amor-odio con Buenos Aires, que generaba también una herida que nunca terminaba de sanar. Encima después de la condena social que tuve, más se ahondó herida.
Un día estaba llegando en el Buquebús, tenía la guitarra, y mirando por la ventana vi una bruma gris, un día de invierno como tantos otros; y toda esa sensación me transportó a todas las cosas vividas en el barrio: a todas las historias que viví en las calles de San Telmo, de La Boca, de Barracas, de Avellaneda. Y me invadió una sensación de gratitud muy grande, que pude poner en la guitarra: la escribí a cien metros por llegar a Buenos Aires, en ese trayecto hasta amarra el barco la canción estaba ya escrita, con toda la letra y música.
Instantáneas
-Con estas canciones se cierra el ciclo de “Libres”, que siempre fue pensado como un álbum. ¿Ya la cabeza la estás poniendo en lo que viene, o todavía la cabeza necesita bueno darse un tiempo de cerrar esto para después empezar con lo creativamente futuro?
-En este momento de mi vida, los acontecimientos están viviéndose a una velocidad sideral: hay una aceleración, estoy en un proceso. Entonces necesito ponerlo en canciones, que es la manera que tengo de vincularme con conmigo mismo. Las canciones sanan, componen, ordenan cosas en síntesis; y puedo avanzar hacia otros lugares, abandono eso, lo dejo; suelto lo que está sucediendo, cuando llego a una síntesis, a una comprensión, lo hago canción.
Siempre estoy en modo presente: estamos charlando de “Libres” para que la gente pueda involucrarse un poco en la obra, porque es un regalo que estoy haciendo; pero ya forma parte del pasado. Esta conversación en pocos minutos va a quedar en el pasado.
Por los caminos
-Después del show en Santa Fe vas a ir a Costa Rica, México, después toda la gira española; luego hay una vuelta por México y Costa Rica. ¿Cómo se fue armando esa gira, y cuál es la expectativa? Ya estuviste hace poco en Colombia. ¿Cómo viene saliendo esta recorrida internacional y nacional?
-Estoy en una especie de reseteo, socialmente hablando: después de siete años es la primera gira grande que hago. Lo que sí veo es que la gente está muy involucrada con las canciones nuevas, muy involucrada con “Libres”: me siento como una banda nueva que hace su primer disco y se lo muestra la gente. Hay un fanatismo de novedad; el ala nostálgica se está adaptando y está recibiendo todo este presente con mucho respeto, cariño y fundamentalmente con avidez de involucrarse.
Hay canciones como “Un pacto”, “Mi caramelo”, “Murguita del sur”, “Señor cobranza”, “El estallido”, “Yo tomo”, “Amores perros” etc., que tienen mucho poder social: están metidas en el ADN de la gente. Presentar canciones nuevas y que las vivan de la misma manera es el gran triunfo de este momento en todas las giras. Voy a México y explota la gente con las canciones nuevas, las cantan todas: cantan “Soy rock” “El baile del error”, “Caés y te levantás”. Y “Espíritu felino” el otro día en Colombia, a diez días de salir, toda la gente cantándola.
Así que es un proyecto vivo, con mucho presente. Y eso para mí es muy importante, porque es el camino del artista: estar siempre expresando, siempre componiendo, siempre regalando nuevas cosas. Porque la vida cambia cada segundo, y en cada segundo tenemos una oportunidad de contar algo nuevo.
-La gira termina a fines de noviembre. ¿Qué se viene desde diciembre y cara al año que viene?
-No lo sé. Hasta el 15 de enero tenemos planeado un montón de conciertos en todos lados; y cuando termine toda esta vuelta me juntaré con mis compañeros, con el espejo también; y a partir de eso veré cómo seguir, desde qué lugar, qué posición tengo en ese momento, cómo estoy. Me planteé esta gira, hacía muchísimos años que no hacía una gira. Ahora nos planteamos esto y quiero ver a ver qué me sucede: pasito a pasito.
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