El músico, cantautor, compositor y multiinstrumentista Hernán Iacovino presenta su nuevo álbum, "Átomos y diamantes". El disco será estrenado en vivo el sábado 12 de julio en la Ciudad de Buenos Aires.

El compositor presenta "Átomos y diamantes", un álbum donde conviven lo académico y lo popular. Habla sobre riesgos, dualidades y su forma de pensar la música.

El músico, cantautor, compositor y multiinstrumentista Hernán Iacovino presenta su nuevo álbum, "Átomos y diamantes". El disco será estrenado en vivo el sábado 12 de julio en la Ciudad de Buenos Aires.
Se trata de su tercer trabajo de estudio, íntegramente producido y mezclado por él. A lo largo de once canciones, Iacovino aborda la tensión entre lo claro y lo oscuro, entre la materia mínima y lo que brilla. "Átomos y diamantes" es una obra sobre la contradicción y sus zonas de encuentro.
Participan del álbum Christian Pisani en bajo eléctrico y Tomás Ribas en batería, pero el núcleo creativo se sostiene sobre la experimentación solista. Grabado en distintos estudios, el disco fue terminado en 2025 y ya está disponible en plataformas.
En esta entrevista con El Litoral, Iacovino repasa el proceso de composición, su relación con la música académica y la tensión constante entre lo artesanal y lo tecnológico. La dualidad, una vez más, como punto de partida.

-"Átomos y diamantes" gira en torno a una tensión entre opuestos. ¿De qué forma esta dualidad atravesó tu vida o tu proceso creativo en estos últimos años? ¿Cómo se refleja en las canciones del disco?
-No soy tan consciente de lo que pueden reflejar las canciones sobre mi. Pero sin dudas me resulta muy atractiva esta línea de pensamiento dónde los opuestos son complementarios y no una rivalidad.
Pienso en las canciones cómo un equilibrio dinámico y no un estatismo. Este pensamiento está fuertemente vinculado a la idea del Ying y el Yang, aunque suene cliché, la simpleza de este concepto es absolutamente profundo.
Mi trabajo en este álbum, como músico, es intentar transmitir coherentemente desde los textos y el sonido estas ideas y sus desviaciones.

-En tus tres discos hay una evolución conceptual. ¿Qué dirías que representa este nuevo álbum en ese camino? ¿Qué cosas quisiste dejar atrás y qué descubriste en este proceso?
-Más que evolución, me gusta pensar mis discos cómo diferentes búsquedas. En este álbum particularmente hubo una necesidad de capturar un presente, intentando mantener la frescura y el espíritu que una música contiene desde su concepción.
Uno sabe que las canciones nacen con cierta pureza y es importante no perder el "corazón" en el proceso de querer mejorar las cosas.
En este camino descubrí que el error y tomar riesgos es un factor clave a la hora de explorar la creatividad. Hace que la música suene viva, y no como un artificio sonoro sobreproducido.

-Sos un músico que cruza lo analógico con lo digital, lo popular con lo académico. ¿Cómo conviven esas tradiciones en tu forma de componer? ¿Te sentís más cerca de alguna o te interesa habitar esa tensión?
-Sin dudas me interesa habitar esta tensión y desfigurar los límites. Creo que una de las principales problemáticas del arte, es el de las categorías.
Si bien este álbum y toda mi producción está vinculada al rock argentino, es en la intersección de diferentes puntos donde podemos encontrar una novedad, una pequeña grieta donde se pueda filtrar algo distinto que no vemos.
Yo me considero un coleccionista de músicas, en mi disco rígido habitan referencias desde Bach a Bowie. Creo que lo más lindo de componer música es dejarse llevar y tomar lo que a uno le resulta atrapante. En definitiva, componer para mi es tomar buenas decisiones.

-El disco fue producido, mezclado y también tiene arte de tapa hecho por vos mismo. ¿Qué lugar ocupa lo artesanal, lo hecho a mano, en un mundo donde todo tiende a lo veloz y lo inmediato?
-Creo fervientemente que lo artesanal nace como una fuerza opositora y de rebeldía frente al contexto que nos toca vivir. Es también una forma personal de producir identidad y singularidad ante tanta homogeneidad que nos ofrece el mercado.
En un mundo de algoritmos, lo peor que nos sucede es que ni tenemos que pensar qué cosas nos gustan o interesan. No hay nada más hermético que un sistema que opera con esos fundamentos.
La música, sabiamente, nos obliga habitar un presente y a su vez poder teletransportarnos a un pasado o un posible futuro. Es una de las pocas artes junto con el cine/teatro que trabaja sobre el tiempo.
Para hacer música debemos entender que se necesita del tiempo, en todos los sentidos: tiempo contemplativo, tiempo de producción, tiempo de tedio, tiempo de escucha y ejecución.
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