Escritores marginales a la caza de un premio Nobel
“El lémur” es una novela escrita a cuatro manos entre Sebastián Chilano y Mauro de Angelis, que publicó recientemente la editorial Indómita Luz. Narra, con ritmo ágil y mucho humor, como un poeta de Hurlingham y sus amigos tratan de secuestrar al escritor César Aira, luego de que gana el Nobel de Literatura.
Sebastián Chilano y Mauro de Angelis, autores de “El lémur”, que publicó la editorial Indómita Luz. Gentileza de los autores
“El lémur”, la novela que los escritores Sebastián Chilano y Mauro de Angelis concibieron y desarrollaron en forma conjunta es tan divertida como inesperada y difícil de clasificar. Ambientada en el oeste del Gran Buenos Aires (más concretamente en Hurlingham) y en la ciudad de Las Flores, narra el delirante plan de un grupo de poetas marginales para secuestrar al escritor César Aira, que acaba de ganar el Nobel, para obtener un rescate que les permita reivindicar sus ideas. A partir de esa premisa, entran en juego una serie de personajes que, en su interacción en ambientes heterogéneos, proponen al lector un viaje plagado de situaciones insólitas, juegos verbales y referencias intertextuales.
En una entrevista concedida a este medio, Chilano y De Angelis aceptaron repasar el proceso que transitaron juntos desde el primer intercambio de ideas hasta la publicación, a través de la editorial Indómita Luz, hace pocas semanas. “Tiene un inicio azaroso, de no mucha organización. Empezamos a pensar ideas, pequeños textos y fue surgiendo la trama. No escribimos en el mismo lugar físico, sino que intercambiamos textos a través de whatsapp, que después volcamos a Word. Ese fue el procedimiento. Primero de acumulación, después de selección de materiales, en un proceso largo de edición. Una idea como el secuestro de Aira encierra un montón de posibilidades y de otras ideas. No necesitábamos otra idea más fuerte”, consideró De Angelis.
El libro fue publicado por Indómita Luz. Gentileza de los autores
Chilano coincidió y recordó que el punto de partida se produjo en una época en la que ambos habían leído tres o cuatro novelas seguidas de César Aira. “Empezamos a hablar de ‘Las conversaciones’, donde Aira hace una serie de juegos con la escritura. Y a partir de eso empezamos a pensar la manera de hacer algo en ese sentido. Intercambiamos ideas y nos dimos cuenta de que había una historia. A partir de ahí empezamos a buscar a los personajes, a definirlos”, afirmó.
De poetas y locos
En efecto, uno de los puntos fuertes de la novela son los personajes, tanto el trío protagonista (que forman el poeta Marcelo Brizna, su amigo “Tajo” Bonorino y Lanadia, una escritora feminista) como los secundarios (César Aira, el falso César Aire que lo imita en todo, los militares que conciben un plan macabro cuando el escritor gana el Nobel, los hermanos Tintoretto, dos compadritos de pueblo).
“Tratamos de armarlos para que fueran consistentes. Lanadia, por ejemplo, es mujer, feminista, decidida. No le importa llevar armas. Tiene un montón de características que se fueron armando y una vez que estuvieron presentes, tuvimos que volver al texto e introducir todas esas cosas. Este procedimiento hubo que hacerlo con todos los personajes, para que no se parezcan entre sí. Lo que quisimos hacer fue tomar un personaje, ver cuáles eran los estereotipos en torno a él y cambiarlos. Cuando nos dimos cuenta, teníamos ocho personajes que, cuando los ponías a actuar, armaban una escena ellos solos”, afirmó Chilano. “Hay personajes que son apenas una mención, pero siempre tratamos de darles alguna originalidad. Por más que aparezcan en una sola página, que dejen un recuerdo en el lector. Que tengan algo de vida, al menos en ese momento”, añadió De Angelis.
Portada de "El lémur". Gentileza de los autores
Reírse de uno mismo
La novela es divertida y contiene varios pasajes antológicos: Brizna yendo a Santos Lugares con una bolsita de facturas para ver si puede conocer a Sábato, un falso Aira que tiene su casa llena de muñequitos de Star Wars, dos hermanos campeones de rally que detestan a César Aira porque les quita protagonismo en el pueblo, un grupo de militares que arman un plan surrealista para valerse del premio Nobel.
Chilano comentó que uno de los recursos para construirlos fue reírse de sí mismos. “Yo, por ejemplo, soy fanático de Star Wars y ya tengo 45 años. Entonces pasar eso a los personajes permite reírse. Otra cosa es que, en nuestra época, había una especie de ritual que era peregrinar Santos Lugares para encontrar a Sábato. Nos tomamos en joda todo eso”, afirmó.
“Creo todas nuestras ridiculeces están puestas, de alguna manera, en los personajes. Otra técnica fue tomar lo que estaba pasando en cada momento y meterlo en el libro. Que es también lo que hace Aira, está en un café, escucha las noticias y las mete en sus novelas”, coincidió De Angelis.
¿Aprendizajes?
Aunque están muy lejos de ser héroes prototípicos, tanto Brizna como el propio Tajo Bonorino sintetizan muchos aspectos del artista que pese a los fracasos siguen apostando a los sueños. En la novela se los valora en un punto, pero también se los pone en un lugar bastante cuestionable, sobre todo por las acciones que emprenden, basadas en que el fin justifica los medios.
Para Chilano, “Brizna es un desastre, pero si hay alguien querible en la novela, es el “Tajo” Bonorino, que es la representación de la amistad”. Angelis abundó en este punto “Brizna está enceguecido por sus ansias de reivindicación, pero tiene, en el fondo, una pureza, la del que se equivoca pero no se traiciona. Pureza que linda a veces con la terquedad, porque no hay autocrítica hacia sus procedimientos, deposita la culpa en los demás. Lanadia es la que más aprende, la que saca la enseñanza de que a veces los métodos para hacer la revolución son laterales”.
Finales abiertos
La novela tiene un final teñido de oscuridades, producto sobre todo de los sinsentidos a los que puede llegar la estupidez humana. Pero también es abierto y tiene algunos aspectos esperanzadores. Ante la consulta respecto a si los lectores tendrán, en el futuro, la oportunidad de reencontrarse con los personajes de el “Tajo”, Brizna y Lanadia, Chilano consideró que por ahora sus andanzas cerraron en “El lémur”. “Es un libro redondo, que no necesita una segunda parte. Por ahí se nos ocurre otra historia con esos mismos personajes y nos volvemos a encariñar con ellos. El libro es redondo porque quisimos contar una historia, más allá de encadenar chistes y me parece que lo logramos”, cerró.