El proyecto heterodoxo liderado por Nico Sorín vuelve a Santa Fe con una nueva formación por las ganas del creador de recuperar ese repertorio, sin dejar de pensar en nuevos caminos musicales. En diálogo con El Litoral, el compositor, arreglador e intérprete repasó el fin de una etapa, su fase solista, el nido pandémico y algo de lo que vendrá.
Octafonic 2022: Alan Fritzler, Leo Costa, Nico Sorín, Gabi Pedernera, Fran Huici y Lula Bertoldi. Foto: Gentileza Pablo Astudillo
Octafonic, el proyecto creado y liderado por Nico Sorín, regresa a los escenarios luego de cuatro años: será en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572), el domingo 16 de octubre desde las 20. Actualmente, el grupo está integrado por Sorín en voz y teclados, Lula Bertoldi en guitarra, Gabriel Pedernera en batería, Alan Fritzler en bajo, Fran Huici en saxo y Leo Costa en teclados. “La electrónica, la pista de baile, el pop, el rock, el funk, la música industrial, todos los géneros armonizan increíblemente y hacen de esta banda un auténtico desafío para los amantes de las etiquetas y clasificaciones”, se promociona este regreso.
Las entradas están a la venta en la boletería de Tribus (miércoles a domingo de 18 a 0) y a través del sistema Ticketway y sus puntos de venta (online y físicos).
Antes del retorno, El Litoral conversó con el compositor, arreglador e intérprete, sobre las ganas de reencontrarse con este repertorio, sin dejar de pensar en la música del mañana.
Reactivación
-En un momento Octafonic era un proyecto que tenía cierto agotamiento o necesitaba un descanso; después empezaste a crear bajo tu formato solista, aunque nunca del todo solo. ¿Qué te impulsó a relanzar Octafonic?
-Fueron las ganas de tocar la música, realmente. En un momento creo que necesitábamos un descanso, yo al menos también necesitaba empezar a contar otras cosas. Y la verdad es que no me puedo quedar quieto en un proyecto; Octafonic llevaba mucho tiempo, de mi energía, mi espacio; y necesitaba empezar a moverme para otros lugares.
Pasaron cuatro años más o menos, y vino una necesidad de volver a tocar esos temas y de acordarse un poco de lo bien que uno la pasaba tocando esa música. No lo estoy pensando tanto como banda quizás, era más volver a reencontrarse con la música, con gente: obviamente la banda ahora también ha mutado bastante, me he robado un par de integrantes de Eruca Sativa. Sigue Fran, sigue Leo Costa, Alan también sigue. Creo que es realmente festejar la música. La verdad la música de Octafonic es muy divertida de tocar, no sé si de escuchar; pero de tocar sí: es como una pequeña orquesta de rock y se la pasaba muy bien encima del escenario.
Tuvimos la oportunidad de hacerlo ya tres veces este año: la primera fue como de prueba, en Niceto, para ver a ver cómo nos sentíamos; y fue muy lindo lo que pasó con el público, fue muy lindo haberse sacado también por un poco el peso y realmente solo dedicarse a disfrutar: creo que también así se pueden dar los mejores shows.
Así que contento sobre todo de volver, de movernos ahora la semana del 15 a Rosario y a Santa Fe, que nos han tratado muy bien siempre cuando íbamos. Con ganas de volver a hacer esa música para ustedes.
-Fran estuvo desde el comienzo; Leo y Alan fueron parte de la última formación; Lula es tu compañera, no solo de vida, sino de un montón de proyectos, siempre estuvo uno cerca de los proyectos del otro; y con Gabi también has colaborado. Así que es como una síntesis de años de andanzas musicales.
-Fue medio sin pensar en realidad. Creo que al sacarle también la presión de banda es: “¿Querés venir a tocar los temas de Octa?”. Han pasado muchos también por Octafonic: en los principios estuvo Sergio Álvarez, Pedro Rossi también; es como una banda itinerante, que va cambiando. En este momento es un sexteto, de vuelta el número no nos hace justicia. Pero tampoco es muy raro: he tenido octetos de 11, de nueve. Bueno, este es un octeto de seis.
Lo impensado
-Hablando de estos integrantes que pasaron, que cada uno también venía con una carrera y la ha seguido, Cirilo Fernández fue como una piedra fundamental desde la primera época, pero vos mismo lo impulsaste a desarrollar Fernández 4 que es su proyecto. De alguna forma es como un pariente o un parte de un linaje, porque si bien es un proyecto con sus propias características, hay algo de la mística de Octafonic también en Fernández 4: se abre la familia.
-Creo que eso también es un poco de la escuela del jazz, que es bastante endogámico; donde todos los proyectos se comparten músicos. Me parece algo muy saludable en un punto; es algo que por ahí no pasa tanto en el rock: una banda se establece como una banda de rock y en general cuando se va una pieza cambia un montón la energía. Creo que en el jazz, al estar más acostumbrados a movernos y a compartir música con uno, con otro, y este no puede entonces entra el otro; es como que hay una cosa orgánica, que a mí que a mí me gusta. Entonces hacer Octafonic con Lula, con Gaby o con el que sea me parece algo saludable. Siempre las personas que entran le aportan algo diferente, y siempre es divertido porque tiene diferentes matices la música, nunca es igual.
-“Monster” fue la gran irrupción en la escena musical argentina en cuanto a cruce de lenguajes, les trajo premios y reconocimientos. Pero “Mini Buda” llegó a más gente de entrada lo tuvo a Héctor Castillo en la mezcla, a Tito Fuentes de Molotov como invitado. ¿Sentís que fue superador del debut a nivel creativo? Siempre es complicado el tema de los segundos discos.
-Sí, es un tema. “Mini Buda” me gusta mucho, le tengo un cariño especial a “Monster” porque fue el primero, una especie de accidente: veníamos de un sonido más jazzero, del sonido octeto. Fue un accidente fortuito lo de “Monster”. De todas maneras “Mini Buda” me parece que es un disco que tiene unos muy lindos temas, como “Sativa”, “That’s OK”, que realmente me encantan. También estuvimos con Héctor, que es un número uno. Así que son diferentes. Es como con los hijos: no hay preferidos, pero hay cosas que te gustan más de uno que del otro, hay cosas que te enamoran más de uno que del otro.
-Hablabas del “accidente”; al principio Octafonic era como “la reserva” del Sorín Octeto y se convirtió en otra cosa.
-Exacto. Fue el año que Escalandrum ganó el Gardel de Oro, empezó a viajar con “Piazzolla plays Piazzolla”, y yo me quedé sin músicos. Entonces dije: “Bueno, voy a hacer el ‘Sorín Octeto B’ para poder tocar porque si no, no los tenía nunca. Y ahí surgió: llamé a estas personas y empezamos a tocar temas del Octeto, pero después empezamos a hacer temas nuevos y se convirtió naturalmente en Octafonic; por eso digo que fue un accidente. No fue algo buscado: “Bueno, voy a hacer una banda de rock”. Después lo mezclamos, no quedé muy contento con la mezcla, porque dije “no, hay que llevarlo más al plano del rock”, y por eso surgió de una manera. Fue como un hijo no buscado, pero que después uno lo ama.
Transición
-En 2017 y 2018 salieron dos singles, “Rain” y “Physical”, que quedaron ahí sueltos. ¿Estaban previstos como parte de un disco que nunca salió o surgieron independientemente?
-Sí, justo en ese momento también fue cuando nos separamos. En un momento empecé a trabajar en un disco para Octafonic que al final terminó siendo mi disco “Laif”: así como entramos así salimos también, fue de la misma manera. De hecho en “Laif” tocan Alan, el “Chivi” (Cirilo), el Chino Piazza... o sea que es como una especie de engendro: no tiene “caños” pero de alguna manera la génesis del disco había sido (o al menos una parte) como para Octafonic; y al final terminó siendo mi disco solista.
-Es como que ya esa música te fue pidiendo otra cosa.
-Creo que la música dicta mucho: me pasa cada vez que pienso algo, una jugada, no me sale; en cambio creo que la música a veces te lleva para la dirección correcta. Creo que no hay que pensar demasiado; no soy muy buen estratega en ese sentido, sino que dejo un poco que las cosas pasen y después ver a dónde me llevó. Es un tira y afloje constante: saber cuándo escuchar la música, cuándo tomar alguna decisión. La idea es navegar para el mismo lado siempre.
-Tanto la letra como el video animado de “Rain” cobraron nuevos sentidos en los años que le siguieron.
-Sí. “Rain” es un tema que me gusta mucho, que me parece que era necesario hacer. Y “Physical” es completamente antagónico: son como los mundos opuestos. En alguna manera buscamos esos singles que no tengan nada que ver.
-Por un lado, hablabas de las ganas de tocar esa música y que se toque bajo ese nombre. Por el otro, ¿cómo sigue tu carrera? ¿Para dónde está yendo tu creación hoy?
-Estuve jugando un montón haciendo “Apartamento” y haciendo los videoclips en mi casa: un disco que quedó trunco, todavía no saqué porque no quiero hablar del Covid hasta dentro de un tiempo. Pero bueno, fue un disco creado y filmado en ese ambiente, con un embarazo de por medio, toda una historieta.
Después me puse a trabajar en música más electrónica: estuve en el Mutek, utilicé mis samplers y mi máquina de ritmos como mi orquesta personal, ya que no podía juntarme con nadie. Y ahora estoy jugando y estoy armando un proyecto nuevo para el año que viene, bastante interesante, pero bueno, este sigo tocando en PAN (con Santiago Vázquez), estoy haciendo “Piazzolla electrónico”, estamos en Niceto. Así que a veces hay poco tiempo para dedicarle a los proyectos, dándole para adelante.
Creo que en el año que viene voy a tener algo como para un plan de cuerdas y una música por ahí más minimalista. Siempre haciendo, hay que ver después qué ocurre.
Desde el nido
-Con Lula hicieron un ciclo de vivos de Instagram los viernes, durante el confinamiento más estricto, que fue como una salida para un montón de gente, más allá de lo que significaba para ustedes esa descarga de tocar; pero tocar con un público conectado. ¿Cómo vivieron ese momento y ese vínculo virtual con toda esa gente que los esperaba cada semana?
-Creo que no nos unió un montón como familia, no teníamos otra opción: era pasarla mano o tratar de conectar; que muchas veces uno con las giras, con los viajes, con las grabaciones y todo es muy difícil. Y se empieza a entablar una relación más de sociedad, donde estás “a ver quién se queda con los pibes”. Realmente fue estar juntos, con un niño de por medio, en medio de una situación donde solo se hablaba de muerte. Y traer vida era un poco contrastante con lo que estaba pasando afuera. Pero bueno, hicimos nicho, y nuestra manera de llegar afuera era haciendo los vivos, era como un método de supervivencia.
Creo que nunca escribí tanto, nunca me puse a “nerdear” tanto como en pandemia; con sus cosas buenas y sus cosas malas, porque también es verdad que es lindo tocar, qué es percutir, es lindo conectar con la gente. Me puse más en plan laboratorio, pero la música me ayudó mucho a superar esa situación que era realmente muy incierta y agobiante para todo el mundo.
-Y la cocina.
-La cocina me salvó la vida, y le salvó la vida a mi familia, porque estaban muy contento (risas).
-Eso ayuda mucho a toda familia: alguien que cocine bien.
-La verdad que comimos mucho, y ahí conecté de vuelta: iba de la cocina al estudio todo el tiempo.