Este sábado 12 de julio a las 18, en la sala cultural independiente El Retablo (Moreno 2441), se estrena "Ratones en la biblioteca", una obra de títeres de sombra, guante y transparencias para todo público, dirigida por Oscar Caamaño.

La obra combina cuentos de las autoras Laura Devetach y Beatriz Doumerc con títeres de sombra, música y color. Una invitación a mirar más allá del relato.

Este sábado 12 de julio a las 18, en la sala cultural independiente El Retablo (Moreno 2441), se estrena "Ratones en la biblioteca", una obra de títeres de sombra, guante y transparencias para todo público, dirigida por Oscar Caamaño.
La propuesta, concebida por el colectivo El Retablo de las Maravillas, versiona tres cuentos de Laura Devetach y Beatriz Doumerc en un entramado escénico que combina poesía, técnica, experimentación y una defensa del arte independiente.

"Ratones en la biblioteca" es una experiencia escénica para niños y adultos. Pero propone, también, una forma de estar en el mundo: desde lo mínimo, desde la sombra, desde la obstinación.
La obra reúne tres cuentos emblemáticos de la literatura infantil argentina: "Monigote en la arena", "Historia de Ratita", de Laura Devetach, y "El pueblo que no quería ser gris”, de Beatriz Doumerc.
"Oscar (Caamaño) hizo una dramaturgia que va uniendo los cuentos versionados para títeres", cuenta Cristina Pepe, una de las referentes históricas del grupo.

Pero hay más: es una apuesta estética que se adentra en técnicas poco exploradas por el grupo, como los títeres de sombra y las transparencias con color, que otorgan una atmósfera visual única a cada historia.
El punto de partida es simple: dos ratones se encuentran en una biblioteca. Uno es vagabundo, escéptico, más cerca de roer libros que de leerlos; la otra, una guardiana del conocimiento. "Ella lo va convenciendo de que los libros no se comen, se leen", resume Pepe con ironía y ternura.

La estructura alterna entre los diálogos de los ratones (realizados con títeres de guante, en un biombo lateral) y las escenas principales, en un teatrino central de sombras, donde cada cuento se despliega con su propia lógica visual y sonora.
La banda de sonido fue grabada por el elenco (Juanjo Vitale, Patricia Traba, Joaquín Caamaño y la propia Pepe) y diseñada por Vitale, a partir de un trabajo colectivo. "Las voces están grabadas porque es complejo manejar tantas sombras. Somos cuatro titiriteros moviendo todo a la vez", explica.

La elección de los textos no es casual. Son cuentos que resisten, que enseñan sin adoctrinar, que dialogan con una mirada crítica del mundo.
"Tienen una lectura para el chico y una lectura más profunda para el adulto", señala Pepe. "Siempre los espectáculos que hacemos contienen esa característica. Pensamos que los títeres están vivos. Lo que hay que hacer es acudir a verlos".
En un contexto donde los públicos fluctúan, la compañía vuelve a apostar al cruce entre poética y técnica, entre tradición e innovación. El diseño visual, que incluye sombras, color y títeres de guante, fue realizado por Caamaño, al igual que la dirección general y la dramaturgia.

El resultado es una pieza que gira entre lo lúdico y lo simbólico, con un lenguaje plástico que invita tanto a niños como a adultos a mirar más allá del relato evidente.
La obra es también un manifiesto. A lo largo del último año, el equipo enfrentó dificultades. "Tuvimos bastantes obstáculos. Enfermades, problemas de todo calibre. Pero decidimos seguir adelante", dice Pepe.
Y el verbo "seguir" no es una mera forma verbal: es un lema. "Estamos en la lucha por las salas independientes, con toda la problemática que atraviesa el Instituto Nacional del Teatro, que ya como era no existe".
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