Aprovechando su reciente visita para realizar un conversatorio con alumnos del Iscaa, El Litoral conversó con el director de “Los huesos de Catherine”, “Volviendo a casa” (2019) y “De la Nubia a La Plata” sobre su vida, su obra, y su más reciente producción, el documental “Algún día, en algún lugar”.
Preve dio el “salto al vacío” hacia el cine después de los 40 años y dos décadas en la actividad agroforestal. Desempleado, se sumó como productor de Fernando Spiner y ya no hubo vuelta atrás. Foto: Guillermo Di Salvatore
El cineasta argentino (también con ciudadanía estadounidense, como se contará más adelante) Ricardo Preve, quien se ha desempeñado como director, productor o guionista en cerca de una treintena de producciones para cine y televisión, estuvo días atrás brindando un conversatorio para los alumnos del Instituto Santafesino de Cine y Artes Audiovisuales (Iscaa). En el mismo compartió sus experiencias y sus pasiones, que incluyen su más reciente producción: el documental “Algún día, en algún lugar”, sobre las experiencias de latinoamericanos radicados en Estados Unidos, sobre su situación irregular y los padecimientos que sufren antes y después del ingreso a ese país.
Aprovechando esta visita, El Litoral conversó con el realizador, repasando una vida llena de vicisitudes que lo impulsan a seguir creando.
Enseñanzas
-La excusa que nos convoca es el conversatorio en el Iscaa. ¿Cuál es el mensaje que se busca transmitir a estos estudiantes, que por ahí sueñan con una carrera en el cine, o estar vinculados a esta actividad?
-La idea es compartir con ellos experiencias, aciertos y errores: que se copien descaradamente de los aciertos y que eviten cuidadosamente repetir mis errores. Siempre cuando miro cine, o incluso cuando trabajé como actor en publicidades, trato de ver todo lo que hacen los demás: pincho lo que me parece bien y no hago los errores que cometen los demás.
La metodología para esto es agarrar las últimas cuatro películas que hice y mostrarles a los alumnos fotos y videos del backstage; y después el tráiler o pedazos de las películas, así hay una correlación entre lo que es el producto final en la pantalla y cómo se hizo para llegar a ese producto final. Compartiendo experiencias: “Volviendo a casa” se filmó en Italia, en Sudán y Argentina: cómo fue filmar en Sudán, cómo fue hacerlo en Italia. “Los huesos de Catherine” se filmó en Gales y en la Patagonia. Mostrarles el detrás de escena de las cuatro últimas películas.
-Trabajar en distintos contextos y con distintos recursos.
-Absolutamente: trabajé para National Geographic o Discovery Channel, que son organizaciones que tienen millones de dólares en presupuesto para hacer un documental; en contraste con “Los huesos de Catherine”, donde el arte costó 500 dólares, porque la Asociación San David (que es la Asociación de galeses en Patagonia), nos prestaron todos los vestidos, nos ofrecieron la sala-auditorio de ellos para hacer el casting. Todos los descendientes de galeses (les dicen “galensos”) vinieron a hacer el casting, y en las recreaciones históricas de los hechos de 1865, con la llegada de los galeses, todos los actores eran descendientes de galeses. Hay que adaptarse a las circunstancias.
-Ya daban el look.
-Es muy interesante, porque la actriz, Paula (Odell Humphreys) es descendiente de galeses; se parece a Catherine Roberts, la mujer que murió en 1865. Y a su vez la descendiente que se vino Argentina para que le tomaran el ADN se parece a ambas. Las tres mujeres se parecían entre ellas.
Apuesta de vida
-Arrancaste la carrera en esta actividad a una edad más avanzada que otros, después de 20 años en la actividad agroforestal. ¿Cómo fue ese cambio radical de vida?
-Fue en el 2001, como tantos cambios radicales de vida de tantos argentinos. Soy ingeniero agrónomo y forestal, era jefe de una empresa americana que un día dijo “nos vamos”; y nos dejaron en la calle a mí y a un montón de otra gente que trabajaba para mí. Tenía ya de antes una amistad con Fernando Spiner, lo fui a ver para tomarme un café, sin ningún plan de hacer nada. Él me preguntó: “¿Qué estás haciendo?”; le dije: “Por primera vez en mi vida, desde que tengo 16 años, estoy desempleado. ¿Y vos qué estás haciendo?”. “Estoy haciendo una película sobre la primera misión espacial argentina la Luna: se va a llamar ‘Adiós, querida Luna’”. “Qué locura”. “Con el ‘Puma’ (Gabriel) Goity, Alejandro Urdapilleta, Alejandra Flechner y Horacio Fontova”.
Le dije: “Si querés te ayudo, porque sé más de finanzas, recursos humanos y eso”. Ahí arranqué y me enamoré del cine; y desde entonces estoy en eso. Se cumplen 25 años el año próximo.
-¿Qué desafíos había a la hora de ir descubriéndolo? Porque una cosa es entrar como al lado de la producción que tiene que ver, porque es una administración de recursos. Pero ponerse detrás de la cámara, ¿cómo fue ese aprendizaje?
-Fue muy bueno. Soy muy agradecido por las oportunidades que me dio el cine: mi productora se llama Esto del Cine porque cuando mis viejos se enteraron de que iba a hacer cine, mi vieja dijo: “No, esto del cine no es para vos, te va a ir muy mal” (risas).
-¿Qué edad tenías?
-Tenía 41, 42 años: era un salto al vacío. Creo que lo que me ayudó muchísimo fue la amistad y el apoyo de todos mis equipos: bastante de esa gente que empezó conmigo sigue hoy. Graciela Fraguglia fue la directora de arte en “La noche antes”, con Alex Benn y Ana Celentano. Con Ana sigo manteniendo una gran amistad: la primera actriz que dirigí. Sergio Albertoni, sonidista, produjo “Algún día, en algún lugar”, mi última película.
Creo que el cine consiste (hasta un cierto punto, parcialmente) de rodearse de buena gente, que tiene ese espíritu de curiosidad, de creatividad, de buscar algo trascendental en lo humano a través de las imágenes y de la luz. Y creo que eso fue lo que me ayudó a pegar ese salto.
-¿Y en cuanto a influencias o referentes?
Soy un fanático de tres cosas; del neorrealismo italiano (Vittorio De Sica, Roberto Rossellini, Luchino Visconti); la nouvelle vague francesa (Truffaut y Godard, pero también “El último año en Mariembad”, de Alain Resnais); y me gusta el cine japonés: he estado dos veces en Japón recientemente, fui a visitar la tumba de Yasujiro Ozu. Me he visto mucho (Akira) Kurosawa y muchos otros directores japoneses menos conocidos, pero que a mí me gustan mucho.
En el cine argentino me gusta de todo, desde ya Fernando Birri: “Tire dié” y “Los inundados” son dos películas importantes para mí. Después “El secreto de sus ojos”, “Pizza, birra, faso”, “Caballos salvajes”, “Nueve reinas” para mí es emblemática.
Respirar cine
-Son 25 años. ¿Cómo se sigue uno inspirando, o de dónde sale la energía psíquica, las ganas de seguir haciendo cine?
-Es una droga, que una vez que te enganchaste es muy difícil alejarte. A mí el cine me ayudó mucho; tuve una gran tragedia en el 2017: falleció mi hija Erika a los 29 años. Y descubrí que el cine te da una razón de vida; te da un diálogo con vos mismo y con los demás que es fundamental para los que hacemos cine. Yo almuerzo, ceno, duermo, bebo, pienso cine todo el tiempo. Para mí es una necesidad básica la de hacer cine, o sea que no me cuesta para nada arrancar con algo nuevo.
Últimamente, desde que terminamos “Algún día, en algún lugar”, en el año pasado mucha gente que me conoce me dijo: “¿Por qué no parás un segundo la mano (había hecho cuatro películas en seis años) y te dedicás un poco al marketing y a promocionar tus películas?”. Cosas que tanto no había hecho, es mi parte más débil, la que menos me interesa.
Así que ahora estoy también ocupándome de organizar mi acervo, de vender: recientemente vendimos “Volviendo a casa” a Amazon Prime Italia; con “Algún día, en algún lugar”, ya firmamos un contrato con un distribuidor, para que salgan en plataformas en Estados Unidos y Canadá.
-No sólo de la última película sino a nivel catálogo.
-Habíamos puesto las últimas tres películas anteriores a esta en una plataforma argentina se llama Qubit TV; justo se terminó, y ahora estoy renegociando con otras plataformas para ponerlas ahí. Porque un montón de gente me escribe: “¿Dónde puedo ver tu película?”. Yo mismo les digo: “No sé, esperá que averiguo” (risas). Ahora estoy arrancando un poco eso.
Historias migrantes
-“Algún día, en algún lugar” es un documental sobre inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos. ¿Cómo salió el proyecto?
-Salió de la bronca, de la hipocresía: en Estados Unidos se refieren a los inmigrantes como “alienos ilegales”. Fijate que los nombres y las palabras tienen importancia: si sos ilegal, ya sos un criminal; y eso que ni a un violador, ni a un asesino ni a un ladrón le decimos que es ilegal. Uno de los subtítulos que tiene la película es “Ningún ser humano es ilegal”. Y “alieno” es una deshumanización: como que no son seres humanos. Son personas que no existen, no tienen entidad.
Entonces mi idea, habiendo emigrado a Estados Unidos yo mismo, es utilizar mi cámara para recuperarle la identidad a gente: a ver, ¿quiénes son? Un montón de gente que habla o critica nunca se ha sentado a charlar con ellos.
-Ese es el problema.
-Claro, porque cuando uno habla se empieza a conocer, se entiende más. Entonces la idea era la película era averiguar quién es esta gente y por qué se vienen caminando de Venezuela: cruzan el Darién, mueren en el intento. Los paran la frontera: 10, 11, 12 veces tratan hasta que cruzan. ¿Por qué esto? ¿Qué pasa cuando llegan a Estados Unidos y que les depara el futuro?
-Hay historias personales, entrevistas. ¿Cómo fueron saliendo las historias?
-Yo había ya hecho bastante trabajo con la comunidad latina de Estados Unidos, con el tema del Mal de Chagas; y me había ganado un poco de credibilidad con las iglesias católicas, muchos inmigrantes van a la iglesia católica de Charlottesville, Virginia. Pero cuando les decís: “Che, vení que te quiero entrevistar sobre tu situación migratoria” es difícil y entendible que la gente esté preocupada.
De todas formas, nos ganamos la confianza de la gente: creo cuando vieron que todo el equipo de producción y de rodaje éramos argentinos, que hablaban este castellano rarísimo, les causó mucha gracia y se dieron cuenta de que éramos inofensivos (risas).
Y nosotros, a sabiendas, preparamos un estudio, que alquilamos, obviamente cerrado; para que la gente se sintiera cómoda, las madres pudieran traer a sus hijos, por ejemplo. Y les propusimos a ellos reservar su identidad; la mayoría accedió a hablar en cámara con su identidad revelada. Aquellas personas que no, no solamente les preservamos la identidad en términos de no hablar de sus nombres o mostrar sus caras; sino que nosotros mismos no quisimos saber quiénes eran; de forma tal que, si cayera una orden judicial diciéndonos que teníamos que revelar la identidad de esa gente, pudiéramos decir la verdad: no sabemos. Vinieron a través de iglesias, organizaciones de inmigrantes, y nosotros ni siquiera les hicimos firmar un permiso de imagen, porque no revelamos nada.
-Era la voz.
-Sí, están escondidas las personas en el estudio. Y de esa forma creo que nos ganamos la confianza.
También trabajamos mucho con una ONG que se llama Sin Barreras, que es justamente una organización de inmigrantes, de a poco. Fue un proceso en el cual al final había más gente que quería venir a contarnos sus historias: gente que ha sufrido traumas (violación, tortura, han visto gente asesinada en el camino) tiene una gran necesidad de contar.
-Llegaron y tampoco era el paraíso.
-De eso también hablamos. Creo que la gente tiene necesidad de hablar: siempre me ha pasado, también en otras películas. Les ofrecimos esa oportunidad y la aprovecharon.
El equipo de “Algún día, en algún lugar” en Virginia, el segundo hogar del director. Foto: Gentileza Luis Sens
Las uvas del odio
-¿Qué otros desafíos tuvieron a nivel de producción?
-Fue una película maravillosa, una de las más fáciles: fue la primera película que al final del día me fui a dormir a mi casa; en vez de estar en Sudán, Chad, Camerún; arriba de las montañas en Perú o Kirguistán.
Tuvimos sí un desafío cuando estrenamos la película en el Festival de Cine de Virginia: recibimos muchas amenazas. Hubo ahí un partido de extrema derecha, el Tea Party: ellos llamaron a un boicot. Pero por suerte la Universidad de Virginia, donde se llevaba a cabo el Virginia Film Festival, nos proveyó de policía de seguridad.
Desde entonces hemos recibido muchas amenazas, y muchos festivales en Estados Unidos han rechazado la película, porque el costo político es tremendo: hoy prendés las noticias en Estados Unidos y migraciones, hasta que surgió este desastre con (Joe) Biden (tras el debate), era el tema número uno. Las noticias de CBS, NBC, a las seis y media abrían con migración. Ese quizás es el principal desafío en este momento.
-Hay un recrudecimiento de los crímenes de odio, en un momento era contra los asiáticos.
-Absolutamente. Va gente a cobrar los viernes y le dicen “no te vamos a pagar; y si no te gusta, llamá a Migraciones”: es una nueva forma de esclavitud, Incluso a aquellos que les pagan les deducen la jubilación, otras cargas sociales, y ellos no tiene un número de seguridad social: nunca van a cobrar eso, es directamente un robo. Les pagan menos, los hacen trabajar lo que se les ocurre, nadie se puede quejar y además le sacan las cargas sociales y se las roban. Y además de eso son vistos como criminales no humanos: imaginate lo que es vivir de esa forma.
-El equipo eran todos argentinos. ¿Cómo fue llevar y mover esa gente?
-Fue bien, porque había trabajado con todos ellos antes. Inusualmente para un documental, llevamos nuestra directora de arte, Graciela Fraguglia, porque quisimos darles una mirada estéticamente cuidada a las entrevistas. Incluso compramos los derechos para tres fotos de la gran Dorothea Lange, una fotógrafa estadounidense durante los años 30, la Depresión.
-La que fotografió a la madre con los hijos.
-Esa foto la pusimos en el estudio, porque hicimos un paralelo con “Las uvas de la ira” de John Ford: ¿Cómo puede ser que los inmigrantes que iban de Oklahoma a California en los años 30, que se escapaban del cambio climático y de la pobreza, son héroes; y los mismos, que porque tienen piel marrón y se llaman González, y van de Guatemala a Estados Unidos son villanos?
-Aquellos son héroes ahora, pero en ese momento eran los “Okies”.
-Claro: es increíble la similitud entre las dos cosas. Entonces llevamos a Graciela Fraguglia, el sonidista Sebastián Lipszyc; el director de fotografía (Leonardo Val), el primer asistente de cámara y la jefa administración (Lillian Roldán). Llevamos a todo el equipo, la pasamos muy bien: alquilamos dos casas y el equipo vivía ahí durante el rodaje.
Viaje personal
-Hablabas de la propia experiencia de haber migrado, de otra forma. ¿Qué parte de la propia historia ves reflejada?
-No es que llegué en un vuelo Business Class con pasaporte y visa a Estados Unidos. Me escapé de mi casa cuando tenía 19 años: me fui en un barquito a vela de Buenos Aires a Ciudad del Cabo (Sudáfrica); teníamos que tardar un mes, tardamos dos meses; nos quedamos sin timón, sin motor, sin velas, sin radio, sin comida, y nos dimos vuelta dos veces en medio del Atlántico. Llegamos apenas vivos.
Mi viejo quería que volviera a Argentina, le dije que no: me revocó el pasaporte, llamaron al consulado argentino en Ciudad del Cabo; fueron un juez de menores que emitió una orden de captura para un menor indocumentado y le cursaron una nota a Interpol para la búsqueda y detención de un menor (en esa época hasta los 21 años tenías que tener permiso de tus padres).
No había Internet, así que me subí a varios otros barcos a vela y llegué a Estados Unidos, donde me bajé en el puerto de Fort Lauderdale (Florida) del último barco que me había contratado. y nadie me dijo nada. Me subí a un ómnibus y me fui a una casa de unos parientes granjeros en Virginia. Ahí me quedé, fácilmente conseguí la residencia y tengo la doble ciudadanía: trabajaba en esta granja de mis parientes y fui a anotarme en una escuela técnica; les dije: “No tengo visa, no tengo pasaporte”. “No, acá nadie te pide la visa; anotate y la próxima vez que vas a Argentina la sacás”.
Después ver la situación hoy, y la diferencia entre la bienvenida que te daban en ese momento, mucho más verdadera (el espíritu de lo que se supone tienen que ser los Estados Unidos Norteamérica), y el odio violento en contra los inmigrantes hoy, me llevó también a hacer “Algún día, en algún lugar”.
-El tema de los migrantes es un fenómeno mundial.
-Las historias son las mismas: podés ir a Italia y hablar con la gente que viene de África; podés ir a Alemania y hablar con la gente que viene Siria. Las Naciones Unidas tienen un número de gente desplazada hoy: estamos hablando de decenas de millones de personas. Es un problema global, y a mí me gusta darle con el cine una pequeña mirada, un contenido que refleje una realidad más grande.
Planes a futuro
-Hablábamos de que ahora es el momento de parar un poco y activar el catálogo; pero de todos modos es de imaginar que la cabeza sigue trabajando. ¿Qué proyectos hay en carpeta?
-Me contrató el actor argentino que vive en Uruguay, Willy Barbosa, para quien ya dirigí dos series de televisión en Uruguay: “Garzon” y “El francés”. Ahora el 22 y 23 de julio tenemos un rodaje en Buenos Aires de un cortometraje sobre un boxeador, que se llama “La historia del zurdo”: es una ficción. O sea que voy a mantener el equipo activo, me veo con la misma gente que hicimos “Algún día, en algún lugar”; retorno después de algunos documentales a la dirección de actores.
Después de eso lo principal va a ser la salida (esperamos) en una plataforma de Estados Unidos y Canadá, de “Algún día, en algún lugar”, dos semanas antes las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
-Contextos cómodos siempre.
-(Risas). Por suerte firmamos este contrato con la misma gente que hizo de “El gran Lebowski” y otras películas independientes americanas.
Hay en carpeta un documental que se llama “Tu ausencia”, sobre padres que perdieron hijos. Siempre les digo a los alumnos en los conversatorios: “Hagan algo sobre lo cual ustedes saben: o son los únicos o los mejores”. Habiendo perdido una hija, estaba pensando en hacer un documental sobre padres que hemos perdido hijos; y ver como uno maneja, a lo largo de los años. ese dolor. Hasta ahora ha sido demasiado difícil para mí emocionalmente no lo he logrado: cada vez que me siento a decir “lo voy a hacer” no lo puedo manejar. Así que necesito un poco de tiempo.
-¿Cuándo y cómo veremos en Argentina “Algún día, en algún lugar”?
-Tenemos hablado con el Cine Gaumont, en principio, hacer un preestreno ahí; y habíamos ya tenido fecha de 1 de agosto para el estreno en el Cine Cosmos (un cine de la avenida Corrientes en Buenos Aires, donde estreno todas mis películas), pero lamentablemente se inundó.
Ese cine lo construyó un inmigrante español antes de la época del aire acondicionado. Tiene un techo corredizo de metal, que se abría en el verano, con unos cables de acero, inmenso, y unos motores eléctricos. Hace muchos años que está cerrado, pero se ve que se fue oxidando; cuando llovió hace unos meses se inundó. Actualmente está en reparaciones, en cuanto se terminen estaremos en cartelera una semana por lo menos. Y antes de fin de año esperamos estar en las salas en Argentina.
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