Este domingo estrena en LOA Espacio AGM la obra que recupera la vida del autor de “Malena” y “Sur” y su relación con Nelly Omar, a partir de sus propios escritos. La puesta santafesina está protagonizada por Guillermo Frick, Luciana Tourné y Camilo Céspedes, con Fabián Rosa como pianista en vivo. Su director, Rubén Von Der Thüsen, conversó con El Litoral sobre su mirada original sobre el texto porteño.
Homero Manzi (Frick) y Nelly Omar (Tourné), protagonistas de un amor clandestino atizado por pasiones políticas. Foto: Gentileza Martín Bayo
“Manzi. La vida en Orsai”, la obra escrita por Bernardo Carey, Betty Gambartes y Diego Vila, se presentará los domingos 5, 12, 19 y 26 de junio a las 20, en LOA Espacio AGM (25 de Mayo 1867, Asociación Gremial Médica de Santa Fe. Con puesta en escena y dirección general de Rubén Von Der Thüsen, trae a escena al mito Homero Manzi, al poeta que escribió las letras de muchos de los tangos más importantes del cancionero porteño: “Sur”, “Malena”, “Barrio de tango” y tantos otros. Es transitando las letras de estos tangos, de ese mundo poético, que la obra busca describir al hombre y su época, sus comienzos con Cátulo Castillo, la amistad inquebrantable con Aníbal Troilo, y su relación con la cantante Nelly Omar; un amor prohibido, oculto, torturado.
La obra desarrolla su trama a partir del momento en que Homero Manzi se entera que ha contraído cáncer. La escena se inunda de una mágica evocación plagada de fantasmas del pasado. El público disfrutará de una historia de pasión, amor, tribulaciones, contradicciones políticas y deseos truncos contada a través de un mundo “onírico-musical”.
El elenco está conformado por Guillermo Frick, Luciana Tourné y Camilo Céspedes, con Fabián Rosa como pianista en vivo. La escenografía es de Lucas Ruscitti y Federico Toobe. El vestuario es de Lucía de Frutos y la iluminación de Cristian Buffa. La asistencia de dirección es de Agustina Arriola. La entrada tiene un valor de 1.000 pesos; las reservas se realizan al 342 477 2828 (de 14 a 21).
Antes del debut, El Litoral conversó con el director para adentrarse en este mundo mitológico y sensorial.
Hallazgo
-¿Cómo surge este proyecto de esta obra, que no es muy vieja: tuvo su andadura porteña con Julia Calvo y Jorge Suárez, dirigidos por la propia Betty Gambartes?
-Lo trajo Guillermo Frick, que es el que hace a Manzi.
-Y es cantor de tango.
-Claramente. Él lo vio en Teatrix, no había visto la puesta; y dijo: “Yo quiero hacer esto”. Él tenía una fecha para el Día Nacional del Tango, la tenía comprometida hace un montón con Luciana. Se entusiasma con esta obra, me llama para que haga todos los otros personajes y aparte lo dirija. Le digo: “Si dirijo no actúo, dejame elegir a quién haría todos esos otros personajes”, que los hace Camilo Céspedes.
Me dice: “Pero vamos a hacerla, porque tengo para el Día Nacional del Tango la fecha”. “Guillermo, falta un mes y medio para eso. No podemos montar una obra musical en un mes y medio es algo que vos y me digas que laboramos como en ‘Espíritu traidor’, todos los santos días de las ocho de la mañana a las ocho de la noche, ¿Vos podés hacer eso? ¿Luciana y Camilo pueden hacer eso?”.
-En “Espíritu...” había...
-Una moneda. Ahí le propuse organizar en base a la obra un recital ficcionado “mientras estamos montando la obra para el año que viene”. Que fue que se fue lo que se presentó en el Centro Cultural Provincial.
Yo tenía en mi cabeza tenía la puesta de Buenos Aires; habíamos comprado los derechos y cuando nos los dan nos dicen: “Van a respetar la puesta de Buenos Aires”. Entendí en su momento que era como una obligación: viste que los grandes musicales te lo hacen hacer tal cual. Pero no, había entendido mal: preguntaban, porque si respetábamos esa puesta teníamos que poner que la puesta en escena era de Betty Gambartes, no mía.
Cuando veo el recital digo: “Che, esto medio como que es así”. No el recital, el micrófono, el atril; pero cuando veo ese trabajo distanciado me explotan un montón de imágenes que tienen que ver con “Barrio de tango”: la noche, la estrella, el cielo, la oscuridad, el vacío. “Me parece que quiero así”.
-Menos realista.
-Alejada totalmente del realismo. Como fantasmas que aparecen, recuerdos; en realidad textualmente la obra plantea eso: es un Manzi mítico que aparece y que no se sabe en qué plano está, porque recuerda, observa, ingresa como en un presente recordado; se aleja y mira desde afuera eso el imagina que fue o cómo lo recuerda. Es como una especie de entidad circulante, y eso está en el texto.
Finalmente Gambartes dijo que no tenía ningún problema. Lo que le resultaba extraño era cómo íbamos a resolver un montón de cosas (que obviamente están resueltas) que ella las tenía muy en su cabeza de una manera realista: un ingreso en silla de ruedas, con la manta, enfermo, el suero: volé todo eso. Dejo que la cabeza del espectador imagine más con pequeñas acciones e imágenes mucho más limpias y distanciadas, que hacen que el texto brille mucho más; sobre todo los textos de Manzi: el 80 por cierto de la obra so los poemas de Manzi escritos para tango o milonga.
La inteligencia de los autores ha sido, con los textos de Homero, armar la historia. Si vas ubicando los textos históricamente van narrando su vida: lo que le pasó con Nelly Omar, sus encuentros con Cátulo Castillo, su relación de amigo entrañable con el gordo (Aníbal) Troilo. Y tener muy buenas escenas teatrales que van conectando las situaciones.
Al encuentro
-¿Cómo empezaron a trabajar?
-Empezamos con la mesita, la sillita, el perchero, el espejo. Todas las cosas que planteaba en su momento la puesta de Buenos Aires. Después del recital busqué más distanciamiento, menos sillita y florero. Hice un trabajo por supresión: “Se saca esto, se saca esto”.
-Lo cual implica que los actores también tenían que ir sacando cosas.
-Sacando, modificando, y empezar a encontrarse con ese espacio, la nada misma. Después empezaron a aparecer objetos, pero más metonímicos: un micrófono, un teléfono.
-El Guille y Luciana tienen una formación escénica además de ser cantores. ¿Cómo fue pulirles ese lado? Porque la parte vocal la tenían más resuelta.
-Es todo un trabajo. Siempre digo que una cosa es cantar, otra es actuar; y encontrar las dos cosas en el medio es algo muy complejo: yo le digo “cantactuar”; no es lo mismo ni que cantar ni que actuar. No sos Luciana Tourné cantando, ni Guillermo Frick cantando; sos Manzi y Nelly Omar cantando en una situación particular, el momento escénico que sea.
-Es una escena cantada, más allá de que sea una canción conocida.
-Exacto, la canción es texto y narra, cuenta. Hubo que remarla, porque los dos son grandes cantantes y tienen “el cantante”. Pero se volvía complejo porque al ser una puesta distanciada te vas al cantante. Les digo siempre: “Adelante está el personaje, atrás están Luciana, Camilo, Guillermo; y atrás está el cantante. No pongan el cantante adelante, porque para eso hacemos un recital”.
Primero el personaje, y después lo que cada uno individualmente, humanamente, le puede ofrecer a ese personaje. Después atrás está el cantante que florea, que se engolosina con su propia voz cuando algo le sale bien, o porque en el espacio está muy linda la reverberancia. Muchas veces prefiero incluso que hablen los textos, que vengan cantando y salgan de la canción, o la quiebren, o hasta lo “gallean”. Porque les están pasando cosas, no están cantando.
-La trampa está que “Tomorrow” de “Annie” o “Memory” de “Cats”, por ejemplo, siempre se cantaron a partir de la imagen del musical. Y acá tenés que llevar ahí canciones de toda la vida, que tienen otros recuerdos emotivos.
-Sin duda que la canción aparece, es inevitable; y aparte es necesario que la canción esté, y que y que sea hermosamente cantada dentro del registro de un musical.
Céspedes como locutor de radio; a lo largo de la obra se pone en la piel de Cátulo Castillo y otros personajes, célebres y anónimos. Foto: Gentileza Martín Bayo
Espíritus
-¿Cómo se acopla Camilo desde este “multipersonaje”?
-Cuando elijo dirigir. Porque la dirección me va a permitir poder seguir como actor en todos los demás laburos en los que estoy. Si entrara como actor me tendría que ajustar a los tiempos de “Manzi” como actor. Como director podés estar dos funciones y una no. Pensé en Camilo para que me haga mucha gente, muchos personajes.
-Él hizo varios obras donde atraviesa por varios personajes.
-Más allá de eso, es un actorazo, sensible, un tipo súper predispuesto al laburo: un día le decía por ejemplo: “Acá no sé como explicártelo, pero (porque él lo imita a Manzi, a Manzione, cuando va a dar un discurso grande) imaginate los parlantes de Plaza de Mayo, parlantes de esa época; hay algo de fondo que suena”. Puso la voz y salieron los parlantes, el eco. Te resuelve todo, como director es una tranquilidad tener un tipo como Camilo; porque le das el texto y él ya te trae una propuesta, para todos los personajes que hizo: desde Cátulo Castillo, un locutor de radio, Aníbal Troilo, un correligionario. Yo solamente lo ayudé a encaminarla, a pulirla, pero son creaciones de él.
-Luciana había interpretado a Nelly en una de las versiones de “El tango tiene forma de mujer”. Cuando uno pasa por el personaje por ahí le adquiere “mañas”.
-En otras versiones de ese espectáculo la hacía Estela Álvarez. Como no hay tanto registro de Nelly joven (ni de Homero tampoco) no sabemos cómo era; las canciones sí. Pero no hago una puesta historicista, y no intento que sean parecidos a los personajes; sí tienen detalles en el vestuario, hay cosas que acercan al personaje histórico, “real”. Pero me interesaba que encuentren su propio Homero, su propia Nelly.
¿Vos decís “Nelly Omar” y qué recordás? Una señora grande, rubia, con poncho. Acá hay una Nelly que morocha, acá tengo una Luciana que es rubia; si bien no hace la súper rubia en escena. Son cosas que poéticamente las dejo que estén, no son cosas que me preocupen, porque no es eso lo que cuenta; sino más un espíritu de esos personajes que otra cosa.
Puesta sonora
-¿Cómo trabajás la banda sonora y el acompañamiento?
-Está el maestro Fabi Rosa al piano: un pianista al que tenía de escucharlo tocar con bandas de tango, con el Guille, y sabía que tocaba muy bien el piano, y el tango. Pero cuando entró a la obra me dejó boquiabierto. Él está en escena todo el tiempo. Hay una especie de dispositivo medio mágico que es el piano, de donde surgen los personajes. Es un espacio totalmente onírico.
Hay cosas que con la mayor de las humildades aceptó que yo le diga :”Me encanta, no voy discutir cómo vos tocás; pero a mí me parece que en este momento ese tango debería ser tocado en una escala más grave”: “Eh, pero mirá que está escrito acá”. “Sí, pero qué pasa si lo corremos más al grave, o más lento; o si por la situación escénico lo arrancás más lento y después remontás”.
-Es un personaje más al que dirigir.
-Es más, los personajes le hablan, lo incorporan.
-¿El texto oficial tiene una partitura oficial?
-Sí. El Fabi la sigue, pero hemos hecho modificaciones: hay alguna que otra escena que corté muy poquito; se respeta casi a rajatabla el texto como es. Al no ser una puesta realista como la de Buenos Aires (que también era minimalista) había por ahí que acentuar alguna que otra información, nombrando a alguien o diciendo alguna frase más. Porque si no era la nada misma, en algunos momentos.
De todas maneras el público que sepa que no va a ir a ver una cosa que se va a quedar mirando y no entiende que pasa: se entiende claramente todo. Está pensado para un público general.
Pasiones
-No está hecho para viejos tangueros, ni forjistas.
-Tampoco van a ir a ver un recital de tango Es una obra de teatro inspirada en los últimos años de la vida de Homero Manzi, cuando conoce a Nelly Omar y desde el momento en que le diagnostican su cáncer. Es todo el racconto de su vida; por más que él la lucha, le pone la pila y piensa conscientemente que a lo mejor lo puede zafar. él sabe que se va a morir. Entonces es todo este relato de un tipo que sabe que se va a morir, recordando todo el tiempo. Pero a su vez ni siquiera es el tipo en tiempo presente: es esta entidad Homero Manzi que se recuerda a sí mismo.
Habla del amor de pareja, de esta historia oculta con Nelly, de este de sus contradicciones políticas: de la tensión política que tiene una vez que aparecen Perón y Evita, porque como lo dicen en su “Milonga del 900” es hombre de Leandro Alem. Y aparecen Perón y Evita Perón y se enamora: está todo el tiempo diciendo que lo que ellos hacen es lo que los yrigoyenistas quisieron hicieron hacer toda su vida y no lo hicieron nunca. Hay una escena tensa con un correligionario que le exija que vuelva al partido, que se decida: no puede estar en el medio. Que diga que es peronista o que vuelva al partido. Manzi le contesta: “Yo no soy peronista, pero Perón es Yrigoyen”. El otro le dice: “No es Yrigoyen, es Mussolini”.