Pese a que lleva más de medio siglo en los escenarios (52 años, para ser precisos), Antonio Germano no retiene en la memoria una situación como la que trajo aparejada la pandemia de coronavirus, que paralizó por completo la actividad teatral, al igual que muchísimas otras. Ni los vaivenes políticos del país, ni la depresión económica de finales de 2001 dejaron, desde su visión, surcos tan profundos. Sin embargo, el actor, director y dramaturgo santafesino, hoy radicado en Buenos Aires, tiene la convicción de que el trance será superado por la capacidad de resistencia de los artistas. “El teatro siempre salió adelante. Es vida, está por la vida. Los que lo hacemos estamos acostumbrados a que si hay champán, hay champán, y si tenemos que generarlo con cuatro palitos y un piolín lo hacemos. En Europa, durante la guerra, se siguió haciendo teatro. Vamos a salir adelante, nos sobra energía”.
—¿Viviste alguna situación que tenga parangón con los que está pasando en la actualidad?
—No, no recuerdo. Sí, el teatro ha sido siempre una actividad variable, muy cambiante. Por complicaciones políticas, o cambios de época. Pero como esto que está pasando en este momento, nunca. Acá en Buenos Aires el panorama es más complicado que en el interior, donde ya de por sí es complicado, porque es muy difícil mantener las salas. Hay mucha gente que vive exclusivamente de la actividad. Entonces en algunos casos, aún de personas profesionales que han trabajado mucho tiempo, parar de trabajar durante tantos días complica mucho la sobrevivencia. A tal punto que la Asociación de Actores está entregando bolsones. A mí, por ejemplo, me llamaron desde SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes) para preguntar cómo estaba. Hay muchas personas solas, entonces se averigua el estado de salud o si necesitan comida. La actividad se ha paralizado, entonces es bastante fuerte y terrible. Otro de los problemas son las salas. Los alquileres son muy caros. Se está esperando si hay algún subsidio, o va ser una debacle.
—¿Existe alguna alternativa para continuar la actividad desde lo virtual?
—Yo estaba trabajando en dos obras: “El mercader de Venecia” con el personaje de Shylock en teatro El Cubo y la obra mía “Siete llaves”, que había hecho en Santa Fe, en el complejo La Plaza. Los teatros, lógicamente cerraron. Yo tengo una jubilación, pero muchos de los actores vivían exclusivamente de esa actividad y lo que hacen es dar clases on line. En algunos casos, se suben obras que ya se hicieron, que fueron filmadas y la gente hace un aporte. Eso les ayuda un poco porque el problema llega a no tener para comer. En el grupo donde yo trabajo, casi todo el elenco es gente que trabaja en comedias musicales y da clases de danza. En el otro grupo, también tienen trabajos variables, porque la actividad artística impide tener un trabajo con horarios muy estables. Es un momento muy duro.
—Además, el teatro tiene esta cuestión de que es complejo trasladarlo a una instancia que no sea presencial.
—Ese es, ahora, el drama del teatro. Es presente con presencia. A través de la red es imposible. Su fuerza está en la presencia del actor. A través de la red eso es imposible. SAGAI, que es la que recauda por la reproducción de una película, una serie o una tira si la pasan por televisión o en el exterior, está dando algunos subsidios a la gente que trabajó en televisión o en cine. Pero el que hace solamente teatro no tiene ninguna posibilidad. Los subsidios que da el Instituto son para las producciones. Lo que se le da a los actores depende mucho de las boleterías, que hoy no se pueden abrir. Es un momento muy dramático.
—Hay una arista que complejiza la situación del teatro: es una de las actividades que más va a demorar en reiniciarse.
—Si, va a ser una de las últimas. En otra de las crisis fuertes, que fue la del 2001, cuando el dinero que uno ganaba ni alcanzaba para pagar el colectivo para ir a ensayar, se empezó a hacer teatro en casas. El que tenía un living grande, o un garaje, convocaba a diez o quince personas y se hacía la función. Eso pasó también durante la dictadura, pero con más frecuencia durante la crisis de 2001. El trabajo nuestro es la imaginación. Pero ahora no se puede hacer absolutamente nada, eso es lo dramático.
—¿Esto puede abrir a futuro alguna posibilidad para que el artista de teatro esté más resguardada o tenga lugares adonde dirigirse ante circunstancias tan críticas?
—Para mí el único camino es un subsidio como el que dispuso la Nación de 10.000 pesos, para la gente de teatro independiente. El teatro necesita un tiempo muy importante de la vida. Hace unos diez años se impulsó la posiblidad de que si uno no tenía aportes pero si los programas de las obras en que trabajó durante su vida, el gobierno te otorgaba una jubilación, como en el caso de las amas de casa. Eso viene bien, porque nuestro trabajo es a destajo. No es estable.
Germano aconsejó a los artistas vinculados con el teatro, que consulten la página web del Instituto Nacional del Teatro (INT) para concer el Plan Podestá, que otorga subsidios para esta etapa especial. Es www.inteatro.gob.ar.