Pantallas y Escenarios: PAN-03 Dos combos masculinos: Volvé, Mateyko


El Muñeco Mateyko fue un símbolo insoportable del verano de la televisión argentina. Ante algunos de los numerosos estrenos de esta temporada estival, hasta resulta posible añorar al viejo rey de la costa atlántica.

"Tercer tiempo" es una suerte de "Polémica en el bar" sin Sofovich, o "Los machos", sin esa personalidad repulsiva pero necesaria de Rodolfo Ranni. El resultado es penoso, y particularmente si los varones argentinos deben reconocerse en los estereotipos de esta reunión masculina animada por Gerardo Romano, Alberto Martín, Emilio Disi, Daniel Aráoz y Matías Santoiani, que se juntan para comer, beber y discurrir sobre lugares comunes de la vida y la actualidad, desde el caso Grassi y la economía hasta la elongación del miembro viril, en la primera emisión, y la muerte de Galtieri, la actuación de la jerarquía eclesiástica durante la dictadura, y la infidelidad, en la segunda.

Gerardo Romano desempeña el papel inesperado de un sacerdote progresista alambicado como un cardenal, que cita la Biblia y ofrece consejos espirituales durante las copiosas comidas. Matías Santoiani representa a la juventud, o sea que es ignorante y estúpido, y es tratado como tal por sus compañeros, que le explican el significado de las palabras: siempre hay Minguito. Santoiani, por cierto, compone el personaje sin esfuerzo. Alberto Martín es el mejor preparado: en los últimos años presentó en el cable "La cocina de Racing", el espacio institucional del club de sus amores, es decir que la temática futbolera y la preparación de peceto mechado al horno no le son ajenas.

Al final aparecen mujeres. En la primera entrega, llegó una ramera que Martín y Disi compartieron "como cuando éramos pibes, dale vos primero", y en la segunda, se trató de una bailarina árabe que provocó la retirada del cura, mientras entraba una de las esposas. La situación le habría resultado grosera a Hugo Sofovich, de no haberse muerto hace unos días.

Los giles


Otra reunión bochornosa de un bloque masculino se produce en "El club de los giles", y constituye un ejemplo de cómo gira el mundo y nos arrastra a precipicios que jamás imaginamos. Raúl Becerra figura en los anales de la tele como uno de los creadores del periodismo de humor por su participación en "Semanario insólito' y luego en la inolvidable "Noticia rebelde".

Aquella fórmula se contagió hasta convertirse en una plaga, y es el propio Becerra el que vuelve a la misma pista, veinte años después, viejo, débil y cansado, ahora acompañado por Axel Kuschevatsky, el ubicuo Mariano Peluffo y "Tato" Young, sumando las irregulares excentricidades de Gillespi. Los blancos y los procedimientos no han variado, ya se ha visto demasiado de lo mismo, y para colmo es un programa sin timming, ni gracia, ni entendimiento de equipo: se tratan entre sí como si los hubieran presentado ayer.

La suma de tantos recursos humanos de ambos programas apoyados en la virilidad no alcanza la agudeza y la inteligencia del bisexual Gastón Trezeguet, convocado a salvar un acorazado que se estaba yendo al fondo del mar por su propio peso, que es el aburrimiento. El chico malo de "Gran Hermano 1" fue introducido en la casa de "Gran Hermano 3" para que pasara algo que no fuera el cortarse las uñas. Gastón Trezeguet es un artista de la réplica, el control de situaciones y de las enunciaciones turbias, y lo logra sin libreto. Solo, en todo caso con la herramienta del cinismo, se basta para alterar ese ambiente sin vida de "Gran Hermano 3" que Matías lideraba cómodamente sin mayor talento, usando su chapa de homosexual y de sobreviviente único de una resonante tragedia familiar. Gastón Trezeguet ya le dio varias lecciones.

Roberto Maurer