Región: REG-01
La clave es la descendencia lograda con una triple cruza
En Bouquet crían corderos de genética patagónica
 Plantel numeroso. La majada esta compuesta por 500 madres, 40 carneros, corderos y borregas de reposición que hacen un total de 800 ejemplares. Foto: Federico Aguer.

Adaptar una raza de la Patagonia al clima santafesino no es sencillo, sin embargo Mauricio y Mariana Pérez aceptaron el desafío con genética avanzada y tras un arduo trabajo lograron el nacimiento en plena Pampa Húmeda de la quinta generación de corderos Merino Australiano, experiencia que ahora puede desarrollarse en cualquier lugar del país.

Bouquet (Enviados especiales).- 200 kilómetros al suroeste de Santa Fe (departamento Belgrano), casi al límite de la provincia de Córdoba, donde sólo lo separa el canal San Antonio o arroyo Tortugas, según la denominación que se prefiera, funciona el establecimiento Tobatí SA, donde viven el matrimonio integrado por Mauricio Pérez y Mariana Pérez de Pérez.

Este joven matrimonio conformado por un ingeniero agrónomo, oriundo de Las Parejas y ella bioquímica, nacida en Trelew (Chubut), decidieron emprender un riesgo proyecto en el año 2000: trajeron desde el frío territorio sureño en un camión de doble piso 341 ovejas de la raza Merino Australiano. De esta forma se incorporaba la producción ovina como actividad secundaria, luego de sumar previamente la apicultura orgánica.

Al principio hubo muchos escollos porque la majada no quería comer, no reconocía el pasto a pesar de que era mucho más tierno que el de las ventosas tierras patagónicas, pero con esfuerzo e imaginación se fueron subsanando con la preparación de enzimas.

La raza Merino Australiano se caracteriza por ofrecer una lana de color blanco total, sin hebras negras, pero la dificultad a enfrentar era como adaptar los planteles de ovejas a la humedad, la lluvia y el pasto; además de la convivencia con otros animales. Para Mauricio, el reto estaba en marcha porque "de los 70 millones de cabezas de ovinos existentes en el país, sólo quedan 20 millones; hay que promocionar la actividad".

"Fue entonces que hicimos una descendencia genética con una triple cruza que comprende Merino Australiano (50%), Texel (25%) y Frisón (25%). Así logramos una lana blanca con una hebra más gruesa y conseguimos de esta forma un animal más armónico", señala el joven profesional bajo la atenta mirada de su esposa Mariana.

%sDe Trelew a estas tierras

"Las ovejas pasaron de 200 a 1000 mm anuales. De suelos pedregosos, a otros por momentos barrosos; de vegetaciones de desertificación, donde la carga es de 500 ovejas cada 2.500 hectáreas a lugares, donde la vegetación es de pastoreo rotativo, parte bajas, rastrojos de agricultura y donde la carga pasó a ser de 20 ovejas por hectárea", describe con precisión técnica el profesional, que además se confiesa un apasionado de la ganadería por el legado y las enseñanzas que tuvo de un tío muy querido al que acompañó desde pequeño al campo.

Por esa razón, asegura que "los animales tuvieron una adaptación de clima, manejo y suelo; la raza ha respondido bien, cubrimos las expectativas al igual que en países como Australia, Nueva Zelanda y Uruguay, donde también se desarrolla".

La calidad de la lana cotiza, dependiendo de su clasificación en un mercado transparente (al igual que los granos), ya que el producto siempre se vende y puede generar un ingreso extra y que en momento de crisis como ahora puede generar un ingreso vital para las explotaciones agropecuarias. "Una vez enfardada no se vence, no requiere de cuidados y puede servir para salvarnos de una contingencia climática", ejemplifica el joven productor.

Esto significa que en el Merino Australiano "encontramos a un animal magro, al pie de la madre; a un reproductor de lana de calidad; y a una madre que puede quedar preñada en diferentes épocas del año", revaloriza.

"En la Argentina se conocen más de 10 razas de oveja y en Santa Fe se suele descuidar el tema de la genética o no se le da la relevancia que requiere. En 200 años, sólo se intercambió un carnero, con uno y con otro, sin seguir después a esa oveja que estaba dando vueltas por la provincia", advirtió a Campolitoral.

Esta actividad se fue dejando de lado, ya que por el motivo de tales cruzamientos azarosos, cuando llegaba la época de la esquila, no se obtenía un producto de valor para ser comercializado. "Ante esto, avanzamos aún cuando en el resto de los pocos campos que hacen lanares al momento de la zafra, surgen los problemas porque el valor de lana es muy bajo a tal punto que los esquiladores que llegan para hacer su trabajo se llevan la lana del establecimiento sin guías, contradiciendo toda norma de seguridad y trasladando enfermedades de campo a campo", describió.

Para Mauricio, las ovejas "son animales muy livianos, o sea, que no compactan el suelo y al desechar sus alimentos por medio de la materia fecal, lo hacen de una manera diferente al vacuno, distribuyéndola por todo el suelo y no concentrándola en un solo lugar como los desechos del ganado bovino. Es decir, los ovinos luego del pastoreo sobre el rastrojo, dejan el campo de una manera bastante similar a la que si se hubiese distribuido fertilizante artificial con una máquina".

César Benítez[email protected]