EDITORIAL

A 25 años de una

decisión por la paz

El paso del tiempo facilita la construcción del consenso, aun respecto de la historia reciente, contemporánea. Es el caso de la firma del Tratado de Paz y Amistad con Chile, que hoy celebra sus primeros 25 años, y que en nuestro país fuera objeto de un debate profundo, una polémica dura, que pudo haberlo hecho naufragar.

Hoy, con la prueba de su resultado -unas relaciones internacionales de creciente confianza, madurez y hermandad con el país trasandino- es fácil suscribirlo. Haberlo hecho entre 1984 y 1985, hubiese sido diferente.

El entonces presidente Raúl Alfonsín debió lidiar con un abierto rechazo de la conducción del principal partido de oposición. El PJ aconsejó a sus afiliados la llamada “abstención militante” en la primera consulta popular hecha en la Argentina, cuando la administración radical convocó a los ciudadanos a opinar sobre el tratado, por sí o por no. Era una decisión política arriesgada.

La primera mitad de la década del ‘80 no tenía consolidadas las instituciones democráticas. El juicio a las juntas militares ocupaba el centro de la atención política nacional, tanto como las dificultades económicas. Además, el presidente no contaba con otros resortes políticos: una de las dos Cámaras del Congreso, el Senado (que por entonces era producto de la realidad política de cada gobierno provincial, no de la voluntad popular en cada provincia) estaba en manos del justicialismo.

Firmar la paz con Chile era además, hacerlo con el gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, lo que a la gestión de la UCR le traía también ataques, ya no desde la tradicional derecha justicialista, sino desde los grupos de izquierda que -irresponsables- hablaban de un renunciamiento a la lucha contra las fuerzas militares que ocupaban los gobiernos varios países del Cono Sur.

Eran, además, comunes las acusaciones de “traición a la Patria” desde los sectores golpistas carapintadas, que camuflaban, con sus posiciones nacionalistas, sus deseos de impunidad para violar los derechos humanos.

Ese lenguaje fue el eje discursivo del expositor principal del justicialismo en el debate público sobre el tratado, el primero televisado, que enfrentó al entonces senador por Catamarca Vicente Leónidas Saadi con el canciller Dante Caputo.

El resultado fue inequívoco: el sí, que fue un sí a la paz, triunfó con más del 80 % de los votos.

La ratificación del Congreso -por ley- fue aprobada sin las dificultades que el peronismo había amenazado. Tras la consulta popular no vinculate, apenas un senador se opuso al tratado que hoy un gobierno del PJ celebra.

La distancia permite lecturas con menos pasiones, y es evidente que dos décadas y media dan perspectivas que ya no necesitan incómodas autocríticas. Hoy la presidenta de la Nación Cristina Kirchner y su par de Chile, Michelle Bachelet, recordaron el tratado en el Vaticano con el papa Benedicto XVI, quien consideró aquel acuerdo como un “ejemplo luminoso”.