Al margen de la crónica

Riesgo de muerte

 

El resultado de un estudio científico realizado en Australia es muy claro: pasar más de cuatro horas diarias frente al televisor aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares e incluso el de morir. En efecto, según los investigadores, las probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares en los que pasan más de 240 minutos al día ante la pantalla de televisión son un 80 % superiores a la de quienes no lo hacen y las de morir ascienden un 46 %.

En concreto, cada hora delante de un televisor representa un 11 % más de riesgo de muerte, de acuerdo con la investigación realizada en 8.800 personas y que se publica en Circulation: Journal of the American Heart Association. y uno de sus investigadores, el científico David Dunstan, del Baker IDI Heart and Diabetes Institute, señaló que el problema proviene de la falta de movilidad que impide que el organismo procese de manera adecuada azúcares y grasas. Y algo más: no importa que se hagan ejercicios diarios, el daño viene del tiempo prolongado que uno se pasa sentado ante una pantalla. Estos son los resultados de una investigación que se prolongó durante años en una población de jóvenes entre 20 y 25 de edad en la pacífica Melbourne. Indudablemente que las cifras pueden cambiar sustantivamente si el estudio hubiese sido realizado en alguna ciudad argentina y con la mirada puesta en una programación que aporta más basura que sustancia a partir de una competencia por el rating en donde todo vale y poco se protege.

Imaginemos que durante años un grupo de jóvenes estén sometidos a un cóctel de programas berretas que analizan lo más superficial que ofrece la caja boba; luego seguirán mirando concursos para que los gordos bajen de peso y que alguien, medianamente, acierte en un karaoke que servirá para que baile una rellenita y ondulante conductora que remite a imágenes de mal gusto; proseguirá la visión con bailarines, patinadoras o cantantes que se esforzarán en cumplir algunas de esas disciplinas mientras deben inexorablemente mostrar bondadosamente sus cuerpos y tener la templanza suficiente para enfrentar al jurado en discusiones que deberán alimentar los programas berretas y, así, generar el ciclo que marca el señor Ibope.

Si alguien tiene que, todos los días, mirar cuatro horas de esta televisión basura no solamente estará atrofiando sus músculos sino que también se expone a un accidente cerebro-vascular debido a que tampoco habrá podido ejercitar las neuronas de su cerebro o, peor, habrán sido excitadas con grititos, música de cuarta con cantantes ad hoc y muchos mus-culitos que se mueven insistentemente con el afán de llamar la atención del público y del ajeno jurado. En síntesis, también habrá riesgo de muerte pero de muerte cerebral, por el consumo adictivo y continuado de una de las televisiones “más inteligentes y creativas del mundo” como gustan repetir desde las grandes productoras.