Llegan Cartas

Maltrato animal

Gabriel Mai. DNI. 14.082.643.

Señores directores: A raíz de la impactante nota aparecida el domingo 3 de enero del cte., en la cual se ve en imágenes el cruel castigo y abandono a la que fue sometida una yegüita rescatada luego por la señora Corina Giordanino junto a autoridades policiales y judiciales, fue muy penoso enterarse, que no obstante habiéndolo hecho con rapidez y eficacia fue muy tarde para el pobre animal que murió poco tiempo después.

Tengo entendido, que esta noble mujer junto con otras personas, disponen de su tiempo y dinero para ayudar a estos caballos cruelmente maltratados, los cuales aloja en un predio desocupado, y que según me informó, ya la habrían emplazado para que lo abandone junto con estos animales.

Parece ni importar que para realizar esta tarea hasta ponen en riesgo sus vidas sin obtener nada a cambio, más que el bienestar y felicidad de los equinos que puedan salvar.

Señores directores, el cuidado del medio ambiente y de los animales que utilizamos para nuestro servicio ya debería ser una norma esencial en la vida del hombre. Y todos aquellos que tengan poder para hacerlo, deben terminar con estos actos infrahumanos en contra de quien es un ser viviente indefenso que necesita cuidado y atención.

No deben olvidar los señores funcionarios públicos y/o legisladores, que se los eligió para ocuparse también de estos problemas, y que cada vez que sucede un acto de esta naturaleza, afecta mucho la sensibilidad de una gran cantidad de personas que queremos a los animales y que también votamos.

¿Dónde esconderme?

Prof. M. Carlos Visentín. DNI. 2.389.173.

Señores directores: Tengo miedo y no sé dónde esconderme. Pienso cada vez con más frecuencia si la bala del delincuente que me va a asaltar, lleva mi nombre y siento que no sé dónde esconderme.

Hoy, para no ser asaltado sólo depende de mi suerte, y no hay chaleco antibala que me proteja, ni la policía, ni tampoco la ley.

La estadística no me favorece, soy viejo y mi reacción para defenderme es nula, por la sorpresa con que actúa el asaltante, y por mi edad. No depende si me resisto o no, si accedo que hasta me lleve los calzoncillos ¡perdón! tal vez sea esta una mala forma de hacerme entender que le entrego todo, sin resistencia, pero el caso es que no se trata cómo voy a proceder yo, sino de cómo va a actuar la otra parte, que no tiene código.

Antes miraba a la infancia con amor, hoy la miro con temor. Un niño con un arma, es como darle una navaja afilada a un mono. Y los que están fuera de la ley han proliferado cada vez en mayor cantidad. ¿Qué hay que hacer entonces?

Yo tengo un sabio consejo que se lo brindo sin costo al estimado lector de este prestigioso diario y a ustedes también señores directores. Sí, ¡recen!