El nuevo asiento de la Ciudad de Santa Fe y la Bajada del Paraná

Los fragmentos históricos de una relación temprana

Serie historica Sta Fe-Entre Rios.pdf

Sonia Tedeschi *

En el Río de la Plata, el proceso de conquista y ocupación del espacio por parte de la Corona española, presentó alternativas cambiantes en un contexto signado por la implantación violenta del hecho colonial sobre los pueblos originarios. La estrategia de apropiación y consolidación territorial se articuló en torno a una red de ciudades y sus campañas que, lenta pero sostenidamente, fue conformando una trama compuesta por diversas relaciones, a la vez que estructuraba las indispensables rutas de comunicación. La Ciudad de Santa Fe, fundada en 1573, fue crucial para las vinculaciones entre Asunción del Paraguay y el centro minero de Potosí, eludiendo el Valle Calchaquí, hábitat de los indígenas no sometidos. Pero también era paso obligado en el itinerario hacia el Atlántico, conectada con el incipiente centro urbano y puerto de Buenos Aires. Su desarrollo y conservación dependía de varios factores, no todos controlables: condiciones medioambientales propicias, disposición de mano de obra, integración a los caminos del comercio regional, modos de relación con los indígenas.

Era usual que la posibilidad de traslado de ciudades se contemplara en los planes conquistadores, dado el ambiente hostil en el que debían sostenerse. Así, en el acta de fundación de Santa Fe, Juan de Garay lo hacía constar: “Asiéntola y puéblola con aditamento que todas las veces que pareciere o se hallare otro asiento más conveniente y provechoso para la perpetuidad, lo pueda hacer de acuerdo y parecer del Cabildo y Justicia que en esta dicha ciudad hubiere”.

Promediando el siglo XVII, se planteó firmemente la necesidad de trasladar a Santa Fe más al sur, a un lugar más acogedor y seguro para su pervivencia. Esta estrategia fue impulsada y consensuada por autoridades, vecinos y jesuitas; a través de ella se buscó sortear problemas tales como los ataques indígenas desde el Valle Calchaquí a las estancias del Salado y al núcleo urbano, así como las cíclicas crecidas del río, que provocaban aislamiento e incomunicación. Además, tal decisión prometía intensificar la función de nudo de redistribución comercial perfilada ya en su lugar original, aumentando sus beneficios como ciudad llave del comercio entre Paraguay, Corrientes, Córdoba, Cuyo, Chile, Tucumán y el Perú. En efecto, el nuevo emplazamiento en tierras de Juan Lencinas y en la confluencia del Salado y el riacho Santa Fe, renovó las posibilidades de inserción en los circuitos de intercambio y potenció la continuidad y consolidación de sus familias principales. Tras una larga y dificultosa mudanza, en 1660 Santa Fe constituyó sus autoridades en el nuevo sitio y, poco a poco, la vieja Santa Fe fue quedando atrás.

Desde su fundación, Santa Fe fijó jurisdicción con 50 leguas de radio que incluía, al este, la otra Banda del Paraná -los Entrerríos-, con inmejorables condiciones naturales para la cría de ganado, excelentes pasturas y numerosos cursos de agua, los que ofrecían, además del vital elemento, rinconadas aptas para retener rodeos. Hasta allí se extendió el otorgamiento de suertes de estancias y derechos de vaqueo para vecinos fundadores. Con el traslado, la jurisdicción no se modificó; al contrario, desde el nuevo sitio fue posible mejorar su control en tierras de la otra Banda, con medidas tales como: designar funcionarios judiciales y fiscales; organizar campañas punitivas contra indios charrúas, mepenes y minuanes; aumentar la explotación de las estancias de vecinos y jesuitas; generar nuevas conexiones con Corrientes y las Misiones, Río Grande del Sur -perteneciente a la colonia portuguesa- y la Banda Oriental del río Uruguay; disponer de un territorio alternativo para refugio de población y mudanza de establecimientos del Salado por el asedio indígena. Evidentemente, el traslado había puesto en posición ventajosa a Santa Fe para ejercer dominio jurisdiccional efectivo y consolidarse como ciudad llave del comercio interregional. A principios del XVIII, la Bajada, enfrente a la Ciudad de Santa Fe en la otra margen del río Paraná, se constituyó en precario fuerte que con el tiempo derivó en núcleo concentrador de ganado y parada de embarcaciones comerciales. Más adelante se establecieron una parroquia y una compañía miliciana. Así, el poblamiento hispanocriollo se expandió en condiciones más seguras y estables.

Si bien la vía fluvial interpuesta era caudalosa, no fue obstáculo para la comunicación, el transporte y el desarrollo de diversas relaciones entre ambos centros poblados. La Bajada se situaba sobre una terraza alta de costa barrancosa y Santa Fe, en la costa más baja, con islas e islotes de origen aluvional, pobladas de arbustos y maciegas, con cursos de agua de cambiante caudal y limo arenoso que tributaban al Paraná. Las periódicas crecidas y bajantes hacían de este paisaje algo, por cierto, muy cambiante. Una encrucijada natural de tránsito que fue evaluada por su gran conveniencia para establecerse al momento de determinar, hacia 1650, el traslado de Santa Fe; los testimonios dejados por Fray José de Parras, John Parish Robertson, Thomas Hutchinson y Lina Beck Bernard, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, nos ilustran profusamente sobre sus características geofísicas, flora y fauna, así como también las vinculaciones posibles a través de ella.

Al fin de la colonia, la Bajada contaba con curtidurías, graserías, hornos de ladrillos y tejas, caleras, tiendas, pulperías, carpinterías, platerías, lomillerías y molinos. El tráfico entre la Ciudad y la Bajada, según registros aduaneros, consistía en: carne fresca, maderas, cal, frutas y verduras, carbón, ganado en pie, cueros, azúcar, yerba, aguardiente. Los medios de transporte comúnmente usados eran “botes de la carrera”, canoas de distinto porte y caballos; también el cruce era posible “peloteando” a través de riachos y arroyos: la pelota, de flotación bastante inestable, era confeccionada con un cuero al pelo plegado por sus bordes y con estacas de madera para asegurar la abertura, la que dependiendo del tamaño podía transportar personas o bultos.

El conocimiento de las múltiples relaciones históricas entabladas entre la Ciudad de Santa Fe y la Bajada del Paraná, de las que damos escasa cuenta aquí, atestigua el alto grado de vinculación e interacciones existente en el primer siglo de contactos. Un espacio natural muy particular que, pese a las condiciones dificultosas de traslado de personas, bienes y mercancías, se mantuvo en el tiempo confirmando a la Ciudad como centro de redistribución mercantil y nodo de conexiones territoriales y sociales más amplias. La Bajada fue funcional al proyecto de conquista y colonización encarado desde Santa Fe: enclave defensivo, proveedora de hombres, ganado y efectos de uso cotidiano, alternativa de refugio en época de conflictos con los indígenas, jalón de importancia en las redes del comercio. Relación y funciones que tendrán su propia impronta cuando la revolución y las guerras se desaten en la región. Pero ésta es otra historia.

* Magister en Historia. Profesional del CONICET (Inst. “Dr. Emilio Ravignani”/CCT CONICET Santa Fe) Docente Investigadora FHUC/UNL. Miembro de Número de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe y del Centro de Estudios Hispanoamericanos.

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Portada del libro de Fray Pedro José de Parras. Dibujo de Luis Macaya: el cruce del río utilizando canoas, caballos y pelotas de cuero.

El conocimiento de las múltiples relaciones históricas entabladas entre la Ciudad de Santa Fe y la Bajada del Paraná atestigua el alto grado de vinculación e interacciones existenteS en el primer siglo de contactos.

Fuente: Sonia Tedeschi “La Villa del Paraná y la ciudad de Santa Fe: vínculos, interacciones e influencias en un área fronteriza (Etapa colonial hasta 1824)”, II Jornadas de Historia Regional Comparada, Porto Alegre, 2005.

EL LITORAL

El tráfico entre la Ciudad y la Bajada, según registros aduaneros, consistía en: carne fresca, maderas, cal, frutas y verduras, carbón, ganado en pie, cueros, azúcar, yerba, aguardiente.