El desafío del socio estratégico

En su reciente paso por la Argentina, que incluyó la Bolsa de Comercio de Rosario, el ministro de Agricultura de la República Popular de China, Han Changfu, calificó a nuestro país como “socio estratégico”. Ese solo dato es suficiente para entender que el viento de cola sigue favoreciendo al país; también para advertir que sin timoneles capacitados, el magnífico impulso puede precipitar al naufragio.

No es virtud de la presente gestión política que la Argentina exporte hasta 4 mil millones de dólares en productos agroindustriales al gigante asiático. La brutal necesidad china de alimentos encontró a la producción nacional -desde hace más de una década- en plena expansión, con inversiones de riesgo en conocimiento e innovación tecnológica, para poder cubrir esa demanda. Es la divisa de la soja la que aún financia al país.

Los chinos buscan la soberanía alimentaria y de otros insumos estratégicos. Las pesqueras de Mar del Plata advierten que el acuerdo bilateral podría dejar sin atún a los mares argentinos explotados por barcos chinos; en Tierra del Fuego, se discute si es conveniente usar el gas escaso en la Argentina para que los asiáticos produzcan urea granulada para exportar; en la escena nacional no se debate si las recientes inversiones orientales en petroleras privadas argentinas, son convenientes en un país que tiene petróleo pero no le alcanza.

Algunos oportunistas del corto plazo pueden creer que un viaje a China es suficiente para pontificar beneficios por la sola llegada de inversiones. La noticia es buena si los negociadores argentinos son capaces de convertir esa oportunidad en un desarrollo estratégico que también sea sustentable para los intereses de la Nación; la comisión mixta que por el lado argentino encabeza Julián Domínguez debe tener en claro ese objetivo.

Si los chinos vienen por biocombustible, es imperioso tener una política clara sobre el uso sustentable de la tierra; si llegan para comprar carne, es inexcusable que la política nacional sea productiva y no obstructiva; si han de invertir en el Ferrocarril Belgrano, es imprescindible que la provincia de Santa Fe tenga parte efectiva en el diseño, más allá de la inexplicable intervención de Hugo Moyano en el directorio que administra los subsidios estatales de esa ferroviaria.

Es imperioso que el gobierno nacional asuma que antes de la soja, la leche o la carne, hay una estructura industrial, comercial, química y de servicios que le da sustento a ese “producto primario”. Y que aún exportado sin un posterior procesamiento, supone un sustento significativo a la economía y el desarrollo nacional, si el modelo es sustentable.

No hay contradicción entre la Argentina que supo aprovechar las oportunidades que hasta aquí se ofrecieron a su agroindustria, y la mayor promoción industrial que el discurso oficial propone. Hay, en cambio, incompatibilidad entre ese discurso y el nivel de algunos de quienes pilotean la gestión oficial, que han agobiado a varios sectores productivos argentinos y que no están a la altura de las circunstancias.