La alternancia y el poder

En un ciclo electoral, es bueno resaltar las políticas en las que deberían coincidir las fuerzas en pugna para colaborar en la gestión de planes de Estado.

Federico Aguer

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Mientras se intensifican las señales propias de todo año electoral, el campo continúa con su rutina productiva. La campaña gruesa se consolida merced a la llegada de las últimas lluvias, las que hacen aumentar los pronósticos de la producción final de soja.

La provincia de Santa Fe ya tiene sus candidatos para las internas abiertas. En honor a la verdad, el tercer distrito electoral nacional ha sabido generar una camada de políticos bastante interesante. Tanto en el Frente Progresista Cívico y Social como en el Frente para la Victoria, se encuentran hombres jóvenes pero con experiencia en la cosa pública y con propuestas concretas, más la llegada a la política de nuevos participantes. El dato posiciona a Santa Fe frente a otras provincias que todavía hoy no pueden superar feudalismos ancestrales y enquistados. Independientemente de la opinión que tengamos de la gestión socialista, el recambio fue positivo desde lo institucional. Permitió demostrar que el ejercicio del poder es efímero y que los pergaminos deben ser revalidados con gestión de gobierno.

Los recientes acontecimientos acaecidos en Egipto y Libia ponen sobre el tapete la fragilidad intrínseca de esos regímenes seculares encabezados por nefastos personajes mesiánicos que se creen indispensables.

La alternancia obliga al poderoso a volver al llano, a ver la realidad con los ojos del ciudadano común, a recibir críticas por sus errores, y la posibilidad de volver a intentarlo.

El respeto a las normas es la estructura de todo sistema democrático. De allí la importancia de alertar sobre cualquier intento de tergiversar las leyes a favor de la continuidad eterna de quienes ejercen el poder de turno.

En una verdadera democracia, nadie es imprescindible. Desafortunadamente, a nivel nacional se abona la esperanza de la llegada de un salvador que vendrá a rescatarnos de los malvados de siempre.

Es cierto que en cuatro años no se pueden enmendar todos los problemas estructurales de un país. Incluso ocho tampoco alcanzan. Pero para eso existe un concepto aquí poco practicado: la política de Estado. Eliminar la pobreza, terminar con la inseguridad aplicando la ley, generar condiciones de previsibilidad macroeconómica, apoyar la producción de alimentos con valor agregado y defender nuestros recursos naturales no es potestad de peronistas, de radicales o socialistas. Es una necesidad de todos.