Historias escritas sobre el ring


Aquella vez que Ali se puso serio

Aquella vez que Ali se puso serio

Muhammad Ali hizo todo lo posible para que Oscar Bonavena no termine de pie. Fue su manera de vengarse y también la forma de silenciar viejos fantasmas. Foto: Ilustración: Lucas Cejas.

Sergio Ferrer

[email protected]

Estadio Madison Square Garden, Nueva York, 7 de diciembre de 1970. Pelea a 15 rounds, sin título en disputa pero muchísimo en juego. Dos estilos, dos causas, un destino: la leyenda. Un cruce deportivo impregnado de una alta dosis de racismo, la que los antagonistas ayudaron a potenciar, inmersos en un episodio que hoy en día es recordado con aires de nostalgia y de historia lejana, pero que en su momento caló muy profundo en uno de ellos, que no soportó la ofensa hecha por el otro y procuró por todos los medios una venganza sobre el ring.

Imagínense el duelo. De un lado Muhammad Ali (“El más altamente digno”), el hombre que se había llamado Cassius Marcellus Clay hasta 1964, cuando anunció abiertamente su conversión al islamismo. El paladín afroamericano. “El Más Grande”, “El Bocón de Kentucky”, “El Insolente de Louisville”, “El Favorito de la Gente”. “El Jinete Rojo del Apocalipsis Negro”. Seguidor de los Musulmanes Negros y miembro activo de La Nación del Islam. Longilíneo, esbelto; inteligente, sutil, provocador. Un atleta con innegable carisma y notable fuerza interior.

Del otro lado Oscar Natalio Bonavena, Ringo, el semental argentino. El orgullo del barrio de La Quema y de Parque de los Patricios. Un chico grande. Un “loco lindo”, bromista, pícaro, hábil con la prensa. Retacón, pies planos; macizo, rústico. Corajudo y audaz, trató de arrebatarle a Ali el centro de la escena, pero engendró un enojo muy particular, al meterse en un terreno en el que este último no estaba dispuesto a ceder ni un ápice.

Objetor de conciencia

Si bien Bonavena se las ingenió para acaparar la simpatía del público anglosajón como nueva “Esperanza Blanca”, facilitó, a la vez, la aparición del enemigo que el séquito de Ali esperaba para pronunciarse, después de la insulsa oposición de Jerry Quarry, su anterior rival. Ali era un negro contestatario, en rebeldía contra el sistema “blanco”, no quería seguir llevando nombre de esclavo. Por eso no le perdonó a Ringo que le dijera “Clay” durante el pesaje y que se metiera con el tema de la guerra de Vietnam (que lo llamaran por su antiguo nombre lo enfurecía; no se lo toleró a Floyd Patterson ni a Ernie Terrell, menos a Bonavena).

No hay que olvidar que en 1967 Ali tuvo que responder a un segundo llamado al servicio militar y se negó a dar el paso adelante para incorporarse. En la primera convocatoria había salido no apto (1960), pero en 1966, a raíz del conflicto bélico en el sudeste asiático, el Ejército estadounidense bajó las exigencias del examen de admisión para poder reclutar más conscriptos, por lo que volvieron a citarlo. El boxeador rechazó alistarse, entre otros motivos porque ya no era Cassius Clay sino Muhammad Ali, ministro del credo musulmán.

Lo acusaron de evadir el reclutamiento, lo multaron y condenaron a 5 años de prisión, pena que no se hizo efectiva porque sus abogados adujeron Objeción de Conciencia (Ali se negaba a acatar una norma jurídica por ser contraria a sus creencias religiosas). Le pidieron que fuera a Vietnam como voluntario, a cumplir un rol propagandístico, pero tampoco aceptó. “Ésta es una guerra del hombre blanco contra los amarillos del Vietcong y yo no tengo nada contra el Vietcong”, declaró en 1968. Lo proscribieron hasta 1970 (con sus atributos deportivos y cívicos negados), cuando se reconoció su estatus de objetor.

Ringo, el inefable

En la revisión médica previa al combate, donde puede observarse la famosa escena con ambos sentados en la camilla, Ali y Ringo se provocaron mutuamente. Ali, fiel a su costumbre, lanzó un pronóstico a la prensa, asegurando que ganaría en el noveno asalto (en su carrera profesional predijo el round de su triunfo 17 veces, con 13 aciertos), lo que generó la rápida reacción de Oscar, que empezó a decirle “cagón” y a llevarse la mano a la nariz en señal de mal olor. Después Ringo se puso a imitar el sonido de los pollitos y a decirle chicken (gallina en inglés) para que entendiera que lo trataba de cobarde.

“Explicale a la gente por qué no fuiste a Vietnam, cagón”, agregó Ringo en castellano. Ali, a quien le traducían todo, muy serio, exclamó: “Voy a acabar contigo, lo prometo”. En su entorno clamaban venganza. Bundini Brown, su consejero “psicológico”, gritó: “Destrúyelo, bórrale la sonrisa, te ha faltado el respeto a ti y a todos los tuyos”.

La pelea fue extenuante. En el decimoquinto round, Ali derribó tres veces a Bonavena y jamás mantuvo la distancia reglamentaria. Quería noquearlo sí o sí. “Primero me tiró con un gancho terrible y después se quedó a vivir al lado mío”, contó Ringo, que esa vez peleó como nunca y dejó su sello en dos asaltos épicos, el 4 y el 9. Perdió por nocaut técnico a 57 segundos de la última campana. Ali había encontrado un hueso duro de roer, pero quiso vengarse y lo logró.

Así llegaron

Ali tenía 28 años y marchaba invicto con registro de 30-0 (24 KO). Hacía su segunda pelea después del parate de tres años y siete meses al que lo obligaron las autoridades deportivas y políticas de aquel entonces (22 de marzo de 1967- 26 de octubre de 1970), que lo desconocieron como campeón mundial, le retiraron la licencia profesional y le retuvieron el pasaporte. Bonavena, también de 28 años, contaba con 53 combates y números de 46-6-1 (37 KO).

/// EL DATO