Una foto autografiada, una antigua tradición

En la década del ‘40, diferentes radios de Buenos Aires daban la posibilidad a sus oyentes (por lo general, mujeres) de pedir una foto autografiada de su artista preferido. Actores, cantantes o estrellas del radioteatro cumplían este sueño de sus admiradores.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. GENTILEZA ANDRÉS ANDREIS.

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Libertad Lamarque fue una de las actrices que envió su foto autografiada.

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La radio sonaba fuerte a la sombra de la parra, en una Santa Fe calurosa de la década del 40. El radioteatro convocaba a las dueñas de casa pero también a otras vecinas que no se perderían esa audición, como la llamaban, que tanto las atrapaba.

Las ilusiones volaban entre las glicinas y las madreselvas que rodeaban a ese patio trasero. Soñaban con conocer a aquellos artistas (actores o cantantes) que eran las estrellas del momento, quienes tenían fama por destacarse en el radioteatro, sólo la radio, el cine o el teatro.

Pero como esos anhelos pocas veces podían concretarse, se contentaban con escribirles cartas -en las que les decían la admiración que les tenían por sus trabajos- para que ellos les mandaran sus fotos, autografiadas.

María Andreis de De Filippis era una fiel seguidora de aquellos programas radiales de la década del ‘40, que generalmente se emitían en Radio Belgrano, El Mundo y Splendid, de Buenos Aires, motivo por el cual obtuvo gran cantidad de fotos de sus artistas favoritos. Andrés Andreis conserva aquella colección de fotos de su hermana, quien falleciera a mediados del año pasado.

Libertad Lamarque, María Duval, Ricardo Passano (quien le autografió dos fotos con las siguientes dedicatorias: “Para la adorable Mariita” y “María, mi amorosa”) o Francisco de Paula fueron algunos de los actores de los que recibió una foto autografiada.

Pero tampoco faltaban las de Narciso Ibáñez Menta (actor), de la compañía de teatro de Jorge Lanza, con la primera actriz Nélida Quiroga, en los estudios de Radio Belgrano, Hugo del Carril (cantante, actor y director de cine), de la orquesta típica de Francisco Canaro, en una audición que auspiciaba Casa Testi (que vendía trajes para hombres) en la entonces LT9 Radio Roca Soler, o de Alberto Castillo, entre otros.

LA RADIO, UNA COMPAÑÍA

“Mi hermana murió en Buenos Aires, adonde vive una hija, y me gustaría hacerle un homenaje. Siempre la recuerdo por las cosas simples que tenía, además de sus valores éticos y morales. Nos criamos en el barrio María Selva y, en la década del ‘40, las calles eran de tierra, había madreselvas, glicinas y parrales. Recuerdo que se ponía la radio en el patio, aunque eran pocos los que la tenían. En casa teníamos una, comprada en Casa Rizzi; era enorme, una catedral”, explicó Andreis.

También mencionó que “la mayoría de las mujeres -como mi hermana, era ama de casa y estudiaba corte y confección. La radio y las telenovelas eran su entretenimiento y una compañía mientras planchaban o hacían las cosas de la casa. A pedido del oyente, estas personalidades les enviaban sus fotos autografiadas, algunas con bonitos saludos. Pero ellas tenían que mandar una carta con la solicitud, en donde se agregaban conceptos elogiosos hacia ellos por haberlos escuchado en la radio o haberlos visto en el cine”.

A pesar de que sabían que el tiempo de espera de sus preciadas cartas oscilaba los 30 ó 40 días, las “chicas” de aquella época “esperaban ansiosas al cartero, en la esquina, para ver si les traía su correspondencia con las fotos pedidas. Cuando aparecían las que les traían, que llevaban el sello de la radio que la enviaba, era una alegría inmensa para ella y sus amigas. Todo eso me quedó grabado en la memoria”, agregó Andrés Andreis.

Y continuó: “Me acuerdo de dos novelas que escuchaba mi hermana: una sobre la vida de los esposos Curie y la otra era Los Miserables. El actor era paraguayo, se llamaba Santiago Arrieta y tenía una voz profunda. A veces mi hermana me contaba la trama de la novela, que era una adaptación del libro, y otras hasta me acercaba a escucharla. También acostumbraban a pasar novelas de autores clásicos, con muy buenos actores y efectos especiales”.

Por último, Andrés Andreis agregó otro recuerdo de aquellos años: “En LT9 había una audición que se llamaba La Hora del Oyente. Se mandaban cartas para pedir las piezas musicales preferidas, interpretadas por una orquesta particular. Era todo un acontecimiento que se nombrara a una persona en la radio”.

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María Andreis de De Filippis coleccionaba las fotos de sus artistas preferidos.