Mujeres que mueren por abortos clandestinos

Los abortos clandestinos se han convertido en un problema creciente y silencioso en la Argentina. Y no se trata de una sospecha o de una mera percepción. Es, en realidad, la contundente conclusión que acaba de plantear el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Según este informe, el número de mujeres muertas por interrupciones de embarazos en la Argentina sólo es superado por Jamaica y Trinidad y Tobago en el continente americano.

El PNUD considera tan grave la situación en el país, que pidió expresamente a las autoridades que trabajen con el objetivo de reducir en tres cuartas partes la mortalidad materna para 2015. Del total de fallecimientos por causas obstétricas, se calcula que entre el 20 y 30 por ciento se produce por embarazos interrumpidos.

Un informe recientemente publicado por el diario La Nación, recuerda que el año pasado Human Rights Watch -organismo defensor de los derechos humanos- ya había llamado la atención de las autoridades de salud argentinas por los mismos motivos.

Obtener estadísticas confiables sobre este problema no resulta sencillo. Dicha labor requiere reunir información de efectores privados y públicos. Además, muchos de los abortos se producen de manera natural. A esto se suma el hecho de que gran parte de las mujeres que optan por un aborto clandestino no terminan siendo internadas en clínicas u hospitales, por lo que no existen registros de sus casos.

En la provincia de Santa Fe alrededor de 2.000 mujeres por año deben ser internadas por casos de abortos, cifra que se mantiene relativamente estable según los datos del Ministerio de Salud. Lo difícil es saber cuántas de esas mujeres llegan a esta situación por abortos inducidos y cuántas por situaciones espontáneas, aunque internacionalmente se calcula que el 13% de los embarazos pueden derivar en abortos naturales.

Para describir la problemática resulta indispensable trazar una diferenciación entre mujeres que están bajo la línea de la pobreza y aquellas que cuentan con posibilidades económicas. Las primeras suelen caer en manos de personas sin capacitación alguna y utilizar métodos que, de manera casi inevitable, ponen en riesgo su salud. Las otras, en cambio, generalmente son asistidas por profesionales y en lugares aptos para este tipo de prácticas.

Pero esto no es todo. Los avances de la ciencia farmacológica también inciden directamente en este fenómeno desde hace algunos años, a partir de la aparición de drogas que provocan la interrupción del embarazo. En muchos casos, las mujeres acceden a estos medicamentos a través del mercado clandestino. Sin el control médico, suelen derivar en abortos incompletos, hemorragias o infecciones.

Enfrentar la problemática no sólo plantea desafíos médicos, sino también educativos y legales. No se trata únicamente de la discusión entre pro y anti abortistas, sino que resulta indispensable encarar el tema de manera integral y urgente.