Lengua Viva

Comunicación e intencionalidad

Evangelina Simón de Poggia

evasimon@ arnet.com.ar

El hombre es un ser comunicable, esa es la primera necesidad social que se le presenta y para lograrlo ha desarrollado numerosas estrategias que lo conduzcan a satisfacer este aspecto y a ocupar su lugar en el espectro comunicacional junto a otros elementos fundamentales y complementarios. Nos estamos refiriendo a todo aquello que sucede en el momento en que se produce la interacción comunicativa entre un emisor y un receptor. Cuando esto ocurre, debemos de tener en cuenta: primero, la decisión de comunicar, después, la comunicación natural y, por último, la intención comunicativa, sus implicancias y relevancias.

Todos los elementos que intervienen en lo que llamamos el proceso natural de comunicación participan de un contexto, el cual los motiva, los integra, los acciona, conduciéndolos a la producción del “acto”. El hombre, motivado, decide expresarse, siente la necesidad de intercomunicarse, se apropia de su sistema de lengua, lo usa según sus competencias o conocimientos y, finalmente “enuncia”. Así comienza el acto, avanza en forma procesual para finalizar y desaparecer. Pero el milagro se ha producido: aparece el enunciado, el texto , el discurso, lo perdurable, lo aprehensible, lo factible de ser analizado, donde ambos participantes, en una lucha interactuante, comenzarán su marcha hacia la comunicación propiamente dicha, aquella que muchos científicos del lenguaje imaginaron con la simpleza que implica que “A” transmita un mensaje a “B” , que la operación mental realizada por “A” para codificarlo sea casi semejante a la de “B” para comprenderlo, que en este juego, aparentemente simplista y abstracto, “A” y “B” , unidos por un canal , hablen el mismo código para referirse a un referente que se encuentra o no en el contexto del que se partiera. Será la oportunidad de que el hablante ponga en juego los conocimientos que tiene acerca de su lengua a partir de su exteriorización que, sin duda, hablará de su pertenencia a un sociolecto y le dará un perfil como hablante , ubicándolo en un estrato socio-cultural. Lo mismo le ocurrirá al oyente al tratar de interpretar. La comunicación estará más lograda según se cumpla procesual y mentalmente lo expuesto. Será este el momento, en que el nivel semántico y sus significados comiencen a jugar según los propósitos del hablante, será el momento en que la lengua se presente como una gran intermediaria entre la realidad y el pensamiento, gracias a esa maravillosa cualidad que posee: la de ser “simbólica”, la de posibilitar a los participantes de la comunicación representar en su mente la realidad a la que refieren más allá del tiempo y del espacio.

Pero, no basta con realizar el acto de enunciar, será necesario, además que el texto, el enunciado, sea coherente en pro de su armonía gramatical. La semántica (ese campo del significado) dirá que cada elemento significa por sí mismo y que en relación con los demás se constituye la cadena hablada , que su valor significativo , por esa relación, se dimensionará, se revalorizará , se enriquecerá. Podremos ver , entonces, a ese enunciado desde una perspectiva global, en la que gocemos de la armonía que su coherencia le da.

Nos preguntamos a esta altura ¿Nos basta esto? ¿No vislumbramos detrás de todo lo expuesto la “intención” de un “emisor” dispuesto a accionar sobre su “receptor” en pro de sus propios intereses? ¿Cómo evaluar esta sospecha que, sin duda, sobrepasa los limites semánticos? A esta pregunta nos contestará, sin duda, una de las corrientes más fructíferas de la ciencia lingüística: la Pragmática. Tendremos que introducirnos en ella para encontrar un acercamiento a nuestro interrogante.