¿Por qué el peronismo atravesó la historia argentina desde 1945, incluidos 18 años de proscripción, y aún mantiene intacto su poder de convertirse en la alternativa a los gobiernos que no lo son? ¿Qué tiene en su composición social, política, económica y cultural que lo hace atractivo para buena parte de la sociedad argentina? ¿Qué cosas distintas tiene el proyecto que encabeza Alberto Fernández y Cristina de Kirchner respecto a los anteriores?
Alejandro Grimson ensaya una explicación del movimiento de masas más importante del país desde 1945 en el libro “¿Qué es el peronismo”, donde traza una historia desde su creación hasta nuestros días, los orígenes y de qué manera se comportó en los distintos momentos históricos que atravesó en la historia argentina.
—Desde 1945 hasta hoy tiene una continuidad clara, que es que viene a resolver el problema distributivo de la Argentina. Esa bandera de justicia social está lejos de ser una declamación en los primeros años del peronismo. En 1944/1945 se produce una serie de derechos sociales, y es el ataque contra esas conquistas que terminan con Perón preso, lo que genera la reacción del 17 de octubre. El pueblo sale a la calle a defender a Perón, porque entiende que es la única garantía de sus derechos y que si lo meten preso también meten presos sus derechos. Creo que de alguna manera, el peronismo ha tenido toda esta persistencia en estos años no sólo por los logros de ese gobierno o por los 12 años de kirchnerismo, sino también por los procesos de destrucción de derechos que ejecutaron los gobiernos antiperonistas y la generación de pobreza, como vimos en estos cuatro años. Mucha gente pudo tener críticas hacia el kirchnerismo, pero terminó votando al Frente de Todos por la situación de hambre y pobreza, la destrucción industrial y económica, de deuda externa que hubo en estos cuatros años. El fracaso estrepitoso del gobierno de Macri también explica parte de lo que es el peronismo: es lo otro de ese proyecto de exclusión de las elites que gobiernan. Las elites argentinas jamás tuvieron un proyecto de desarrollo que incluyera a las grandes mayorías.
—En el libro describís por qué el peronismo se convierte en un partido hegemónico, en el sentido de que resuelve de sus alianzas con el fin de convertirse en mayoría para poder ganar las elecciones y gobernar.
—El peronismo en 1945, en 1973, 2003 y hoy es heterogéneo. Nunca hubo homogeneidad ni unidad política. El 1945 estuvieron el Partido Laborista, la Junta Renovadora Radical, los conservadurismos populares de provincia. Hoy hay muchísimos sectores dentro del Frente de Todos. El peronismo tuvo éxito cuando logró generar una síntesis de esa diversidad. Alberto Fernández y Cristina Kirchner son hoy la síntesis de esa diversidad.
—El peronismo se constituyó a partir de la defensa de sus conquistas sociales y laborales. Pero hay elemento decisivo en esta constitución que es el racismo en la política argentina.
—El racismo en Argentina funciona igual el machismo. ¿Qué quiero decir con esto? Hoy están las mujeres en las calles luchando por sus derechos. Muchos varones no se consideran machistas, pero ellas están explicando que varios de ellos aunque no lo crean lo son. La gran mayoría de los argentinos no se consideran racistas, pero te dicen que todos los trabajadores, los jóvenes, los que viven en un villa son negros, que los peronistas son negros, los sindicalistas también. Vagos, choriplaneros. Todo eso es clasismo y racismo entremezclado. Todo eso, aunque la gente no lo sepa. Te va a decir que no es racista, pero no tiene conciencia del peso que el racismo ha tenido en la política argentina y en la historia y que sigue teniendo al día de hoy.
—¿Cómo es el peronismo que ganó este año?
—Es un peronismo que tiene un punto de continuidad con otros momentos porque es antiliberal en lo económico, está en contra del fundamentalismo de mercado. Es un peronismo que no quiere que los capitales entren, succionen, saquen y se vayan; quiere que haya ciertas regulaciones, no quiere que los más grandes, los lobos, se los coman a todos; quiere que haya procesos de regulación pública eficientes para lograr un proceso de desarrollo con justicia social. En ese sentido, creo que por un lado lo que pasó en Argentina en 2001, 2003 hasta 2015 y lo que pasó en los últimos 4 años terminó dandole énfasis a que las diversidades del peronismo confluyan en que este modelo neoliberal no es el modelo que puede lograr una Argentina digna de trabajo y producción.
—De alguna manera en 2019 se reedita la antítesis del neoliberalismo como en 2003.
—Lo hace en una sociedad que hoy en su gran mayoría es mucho más democrática que en otros momentos de su historia, y el peronismo es el principal movimiento de esa democracia. No tiene una mayoría garantizada, la construye.
—Una de las frases más repetidas por los peronistas hoy es “tenemos que volver mejores”. ¿Qué cosas tiene que mejorar respecto de los últimos gobiernos?
—Hay cosas que tienen que ver con las limitaciones económicas históricas de Argentina vinculadas a las restricciones externas, donde hay aprendizajes que se hacen. Hay problemas que tienen que ver con la calidad de la gestión pública y obviamente de la necesidad de que haya total transparencia. Hay cuestiones que tienen que ver con escuchar más a los que piensan distinto para poder dialogar y construir un acuerdo social sustentable en el tiempo, para poder ir hacia una Argentina que realmente funde un nuevo contrato social de derechos y obligaciones, que permita que ese desarrollo con justicia social se establezca como un proyecto de desarrollo de varias décadas.
—La transparencia de la gestión pública es un reclamo de las sociedades. Por supuesto que la corrupción se ha medido históricamente con doble vara, criticando al funcionario que se deja corromper y nunca al empresario que corrompe, pero también criticando al funcionario que no sea de origen neoliberal porque todo el mundo sabe y es consciente de que en estos últimos años ha habido muchísimos hechos de “conflictos de intereses” que es corrupción, pero de guante blanco, que siempre es mirada de una manera distinta. Ese es un problema cultural histórico de la Argentina que hay que resolver de una buena vez, no puede haber nunca más un doble estándar. Tiene que haber un único estándar que es que no puede haber corrupción de ningún tipo, bajo ningún punto de vista y tiene que haber dispositivos de lucha contra la corrupción.
—Marcás como uno de los errores del kirchnerismo el haber centrado su relato al compararse el pasado sin haber planteado una idea de futuro. ¿No es un peligro volver a repetir esa parte de la historia?
—Cuando Alberto Fernández logre encender la economía y la situación se dinamice, se genere empleo, se reduzca la pobreza y se termine con el hambre van a cambiar las demandas de la sociedad argentina. Hoy son ésas. Cuando la economía comience a funcionar, las demandas van a ser de mejores servicios públicos, más seguridad para todos, va a pedir con más énfasis transparencia en la gestión pública. El presidente electo lo ha planteado con total claridad. Conceptualmente, uno podría decir que las demandas de la población son dinámicas. Demandan una cosa, cuando se resuelve o se consigue no quieren que vos le cuentes lo bien que lo hiciste, sino lo que sigue y eso no es algo que vos decidís solo, sino que lo hacés en diálogo con la sociedad.
—¿Qué tiene que hacer el peronismo para convencer al 40 por ciento que no lo votó?
—Lo primero que tiene que hacer es escucharlo y saber por qué no lo votó. Probablemente, vamos a encontrar que en ese 40 por ciento hay sectores muy distintos. Hay algunos que muy difícilmente voten al peronismo. No vivimos en una sociedad uniforme, la sociedad es plural. Lo que pretendemos es construir grandes mayorías, no unanimidad. Ahora, para construir grandes mayorías, queremos que una parte de ese 40 por ciento se sume a un proyecto de desarrollo con justicia social. Obviamente, alguno de ellos creen que no podemos ser mejores, y tenemos que demostrar que podemos serlo. Alguno de ellos creen que siempre va a haber corrupción, tenemos que mostrar que no es así. A otros los han convencido de una cosa desopilante que es que el peronismo es poco democrático y no respeta las instituciones. Tenemos que mostrarles que sí lo hacemos, como se ha demostrado sin ir más lejos en estos últimos 4 años y en los 12 anteriores. Néstor y Cristina Kirchner siempre aceptaron los resultados de las elecciones sin discutir nada. Cristina Kirchner terminó su mandato, volvió al llano, empezó a construir y a partir de ahí fue produciendo distintos hechos políticos.
—Hay una parte de ese 40 por ciento que es antiperonista y jamás lo va a votar, pero que sirve también para alimentar al peronismo, lo mantiene vivo.
—Nosotros venimos de muchos años de avances y retrocesos de justicia social. Por eso creo que en la etapa que se abre en 2019, el desafío del peronismo es asumir aquella vieja máxima frase que dice: sin el peronismo no se puede y sólo con el peronismo no alcanza. Eso le dio origen a la vocación frentista del peronismo, que hoy está más vivo que nunca. Necesitás sumar más volumen y mayor capacidad política para las transformaciones sociales culturales y económicas que son necesarias.