Días atrás, en estas páginas, dijo que era posible negociar con las bandas delictivas para bajar los niveles de violencia en la ciudad. Este concepto despertó la polémica y provocó críticas de lectores. “No se trata de aceptar los ilícitos, eso está fuera de discusión. Esto es una instancia previa”, explicó Juan Carlos Funes, psicólogo docente de la Universidad Nacional del Litoral que estudió los cimientos de la ciudad de Santa Fe para entender por qué es la más violenta del país y una de las peores del mundo para vivir. “Si no negocia el Estado sobre la mesa, lo hacen por lo bajo sectores corruptos de las instituciones”, disparó.
“Yo soy un investigador. No tengo ningún interés político. No aspiro a cargos. Ni siquiera soy consejero. Esto viene del lado de mi ciencia, que es la psicología. Hice una investigación que llevó diez años. Fue un estudio muy minucioso que sirvió para obtener mi título posdoctoral. No doy consejos, ni digo lo que hay que hacer. Yo sólo quiero dar a conocer las conclusiones que saqué, porque entiendo que pueden ser un aporte”, aseguró el profesional.
“El trabajo que hice no es sobre bandas exclusivamente -expresó-, pero éstas forman parte del problema. Lo más importante que descubrí es el principio que denominé de ‘inercia vincular’, por el cual una vez que están establecidos los vínculos y las formas de relacionarse entre los miembros de la sociedad, se genera una identidad y una pertenencia que luego es difícil de frenar. Esto supone que es muy dificultoso contrarrestar la violencia si se hace un dique con represión. Esta barrera, tarde o temprano, va a ser rebasada. Hay que abrir la perspectiva para desarmar el flagelo”.
Funes insiste en sus conceptos. “Si me preguntan otra vez si hay que negociar con las bandas, vuelvo a responder que sí. Hay que dialogar. Es inevitable y por muchas razones. El motivo fundamental es que la droga no se va a dejar de vender, como no se dejó de comercializar en el resto del mundo. No hay manera de abolir la venta de drogas con represión. La única forma de evitar que la droga se venda es la legalización y nuestra sociedad todavía no está preparada para eso. Tenemos que resolver otras cuestiones antes”, puntualizó.
Tenés que leer"Se puede negociar con las bandas para disminuir hechos violentos"Para entender cómo sería esa negociación es importante observar cómo son las bandas que desde hace décadas están arraigadas en la ciudad. “Son muy primitivas, clánicas. Acá no tenemos el Cártel de Sinaloa u otro de envergadura colombiana. Las bandas se manejan con estructuras de poder primitivas, de corte machista. Son totémicas, usan rituales para darse identidad. La organización es muy vertical. Yo encuentro similitudes con una situación que se presentó en Estados Unidos, en el condado de Los Ángeles, en South Central California. En la década de los ‘90, había graves problemas de violencia vinculados a pandillas que manejaban la droga. Por muchos años trabajaron para revertir esa situación hasta que lograron consensuar criterios. El más relevante fue el de formar en el lugar un nuevo distrito que hoy se llama Los Ángeles Sur”, contó.
“Lo que está en juego es el territorio, la esquina, el kiosco. De ahí viene la rivalidad. Quebraron eso y generaron una nueva ciudad. Rompieron la estructura policial, que tiene que ser local y democrática, en lo posible”.
“Lo que hay que limitar es el espacio, que siempre está en juego. Desde el diálogo se puede conseguir con los más altos líderes las treguas de paz. Eso sería muy importante en Rosario. Las bandas surgen por agujeros de poder que van quedando en las ciudades por ausencia del Estado. Ahora, si la discusión es siempre la misma, los resultados serán los mimos. La represión no es la solución, porque la droga se vende en todo el mundo. Es imposible de erradicar. Entonces podemos discutir y ver la forma de cómo ir cercenando el territorio”.
El especialista afirma que no se trata de resignarse ante el delito. “Los ilícitos son cuestiones de la Justicia. Eso no se puede negociar. Esto, que se ha hecho en otras partes del mundo, es una instancia previa. Se discute para terminar con la violencia, pero no se ofrece impunidad ni nada que se le parezca”, manifestó.
“La violencia -continuó- está enquistada en Santa Fe desde hace 20 años. En ese tiempo pudieron matar al vecino, al hijo del vecino, a Doña Rosa y hasta un amigo, como me pasó a mí; pero nunca asesinaron a un político o a un actor de la Justicia. Esto indica que no hay grandes organizaciones delictivas, sino bandas piramidales, clánicas. Negociar no es buscar la connivencia con el delito. En los barrios todos saben cuáles son las bandas, quiénes las conforman. La policía también conoce esto. Pero todos nos hacemos los que no tenemos idea. ¡¿Cómo no vamos a ir a dialogar?! Son diez familias, que se pasan la posta de la identidad de generación en generación. Si no nos sentamos a dialogar estamos haciendo una negación. Lo más grave es naturalizar la violencia, que se vuelva algo cotidiano. Además, la experiencia indica que si el Estado no negocia, lo hacen por lo bajo los núcleos espurios de las instituciones. Todas las instituciones, de seguridad, políticas o de la justicia, tienen sectores corruptos. No existe la pureza, la transparencia absoluta, en ninguna parte del mundo. Entonces, abrimos los ojos o pasan esas cosas. Tenemos que terminar con la hipocresía”.
Funes dijo que “hay distintos grados de negociación. Por ejemplo, se puede dialogar con las barras bravas de Colón y Unión. Lo que no se puede permitir es la violencia. En este caso, se puede ofrecer la permanencia o no dentro de la cancha. Aclaro que es sólo un ejemplo, nada más. Una negociación importante sería con los estamentos más bajos de la bandas, que son muy piramidales. En la base está la juventud y se puede llegar con la acción social. Se puede trabajar sobre la inclusión, permitir otra salida a los chicos, con educación, trabajo, como para limitar la incorporación de integrantes a las organizaciones delictivas”.
“En cuanto a las treguas -añadió- , se negocian entre dos partes, las bandas antagónicas. El estado se ofrecería como mediador. No va a dar concesiones para delinquir. Lo que se pone en discusión es la violencia. El estado debe ser garante de que no haya violencia. O sea, no se va a discutir si se vende o no droga. El delito es una cuestión de la Justicia. Se tiene que discutir sobre territorio, escuelas, lugares públicos. En Oslo, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con heroína, la droga reinante, está circunscripto a un barrio céntrico que se llama Plata. No se puede salir de allí, donde se produce la venta y el consumo, a una hora determinada. Eso fue negociado”.
Para el psicólogo, un mejor control del tránsito vehicular bajaría “segura y eficientemente” los niveles de violencia. “Es ahí donde más se puede ver la ruptura del tejido social. Todos los hechos delictivos se realizan con infracciones de tránsito. En los últimos 40 años, lo que más creció en Argentina y Santa Fe en particular es el parque automotor y la circulación sólo es controlada por inspectores municipales. En el mundo desarrollado es la policía la encargada”, expresó.
“Disminuirían notablemente los niveles de violencia. Ayudaría a recomponer los vínculos, la convivencia ciudadana. También mantendría ocupados a los policías y los alejaría de indicadores de corrupción.
“Por otra parte, la policía no puede tener una estructura tan grande como en nuestra provincia. Debe ser local, con una estructura más pequeña y manejable. En lo posible, la sociedad tendría que poder elegir la dirección de estas fuerzas. A eso se tiende en el mundo. Además, las comisiones anticorrupción deben estar a la orden del día”, aclaró.