Confiesa que se entusiasma con el método Monchi. “En estos tiempos de cuarentena, además de hacer limpieza, estoy aprovechando para estudiar mucho y me enganché con esto. Monchi fue un arquero de Sevilla que luego hizo un trabajo excepcional, arrancando desde la captación de talentos, el seguimiento de esos chicos, la apertura para que puedan llegar al club, para que jueguen en inferiores, abrirles las puestas de la reserva y para que el técnico de la Primera los tenga en cuenta. De esta manera, llevó a un club chico como Sevilla a ser campeón en España y a jugar la Champions”, cuenta un Roberto Passucci auténtico, que nunca pierde las ganas de hablar de Unión porque lo que vivió en Santa Fe en ese 1989 inolvidable para el club y para su gente, fue algo casi tan importante como aquél ‘81, cuando con Maradona llevaron a Boca a ser campeón.
—¿Qué cosas encontraste en esa limpieza de placard?
—Muchas fotos con el Loco Gatti... El fue un consejero para mí, un tipo muy inteligente, siempre con una palabra sabia para dirigirse al grupo... ¿Sabés lo que hacía...?
—Viniendo del Loco Gatti, cualquier cosa que me cuentes debe tener un alto sentido de credibilidad...
—Los sábados, cuando concentrábamos en La Candela, nos hacía jugar un picadito de una hora para que luego pudiera tomarse un vaso de vino en la cena... Es un apasionado del buen vino el Loco... El necesitaba jugar el picado para transpirar. No lo suspendía ni cuando llovía. Lo llamábamos así, “El picado del Loco Gatti”. Y al otro día jugábamos... Eso hoy no existe.
Tenés que leer"Hubiese sido un traidor si jugaba en River o en Colón"—Y me imagino que lo que menos hacía era ir al arco en esos picados...
—¡Jamás...! El Loco siempre decía que él no era arquero, que le hacía creer a la gente que era el mejor. “Yo soy un arquero malo, pero la gente cree que soy el mejor”, nos decía. Y en realidad, era el mejor.
—Algunos compañeros tuyos del ‘89 manifestaron su desagrado con Madelón porque el año pasado no quiso ir al festejo de los 30 años de aquél ascenso...
—Madelón es una persona muy inteligente. Cuando alguien tiene jerarquía, capacidad y manejo, hace lo que hizo Madelón en Unión. En ese plantel del ‘89 éramos varios los que teníamos todo eso, aunque muchos de los que manejaron el club no lo han entendido. Si no fue al festejo, debe haber sido por algo. El jamás le esquiva a esas circunstancias. Y te voy a decir algo más de Leo...
—Su equipo, el que él dirigió, jugaba muy parecido al nuestro del 89, con los marcadores de punta lanzados por los costados, presión asfixiante en la salida del rival para luego retroceder un poquito y enseguida, otra vez volver a apretar arriba. Nosotros jugábamos así. Yo a Leo lo quiero mucho, lo respeto y es mi amigo.
—¿Te sorprendió que se haya ido de Unión?
—No, para nada... El me hablaba de lo difícil que se le hacía el diálogo y el manejo con el presidente. Yo veía que estaba incómodo. Cuando un profesional del fútbol habla con alguien que no es del fútbol, que no entiende del fútbol y que toma decisiones proteccionistas y personales, la relación se tensa y termina siendo uno u otro. Y naturalmente se terminó yendo él. Es así, le guste a quién le guste o le moleste a quién le moleste.
—Cuando el Flaco Zuccarelli vino a ese festejo de los 30 años, me contó que del 88 al 89 hizo dos cosas clave: una fue traerlo a Madelón y la otra fue aprender, gracias a Griguol, la marca en zona...
—Zuccarelli hizo un cambio profundo en ese momento y no sólo fue eso que decís. El se juntó con Pepe Castro, Echaniz, yo, Madelón y alguno más. Y en esa reunión nos habló de cambiar el esquema. Y nos preguntó qué nos parecía... Ese equipo tenía dos ruedas que nos llevaba y nos traía: Altamirano y Humoller. Ellos nos marcaban en qué lugar de la cancha nos teníamos que parar.
—¿Por qué Madelón fue el único que pudo trabajar en el club, en un puesto importante, si tanto se recuerda a aquél equipo?
—Eso que decís no me molesta, me duele. Nuestro corazón quedó tan enganchado con el club y me siento con tanta capacidad para un montón de cosas, que me quedó el dolor. Pero no es la culpa del club, son las personas. Acá hubo una gran cantidad de dirigentes que no se dieron cuenta de cuál era el camino. ¿Sabés cuál fue el camino que transité yo en Unión?
—El del campeón... Cuando yo iba a La Tatenguita o cuando caminaba por los pasillos del club, lo hacía como campeón. ¿Sabés qué deben haber pensado los dirigentes?... “¿Estás loco?, ¿cómo vas a traer a éste para que nos diga qué tenemos que hacer?. Así, de esa manera, quedamos en evidencia que no sabemos nada”... Ese fue el pensamiento de los dirigentes.
—Eso se llama mediocridad....
—Claro... Por eso aparecieron esas historias mentirosas, inventadas...
—Y por ejemplo, que aquél es un “loquito”... O, “¿para qué vas a traer a fulano si hizo tal o cuál cosa en la cancha?”... En vez de llamarnos y preguntarnos qué podíamos hacer por el club... Cualquier cosa: entrenador, coordinador de inferiores, secretario técnico, asesor del presidente... Eso se llama grandeza, buscar a la gente que te puede llevar a lo más alto porque sabe de qué manera hay que llegar a la cima. Y en Unión no hubo un solo dirigente con grandeza.
—El tan mencionado sentido de pertenencia...
—¿Sabés qué club tiene eso que se llama sentido de pertenencia?, Newell’s, Boca... Cada vez que voy a Newell’s, con las inferiores de Boca, se me caen las babas. En una plateita que hay detrás de uno de los arcos, están el Tata Martino, Basualdo, Theiler, Scoponi, Tognarelli... Y por ahí aparecen dirigentes actuales y viejos a charlar, a preguntar, a aprender. Esa es la historia que quiere al club y que respeta al ídolo. Unión está preparado para ser un club grande, pero las decisiones son equivocadísimas.
—Pero al menos se acuerdan de ustedes en los cantos de la hinchada y en cada 29 de julio...
—Si, está bien... Pero, ¿sabés lo que lograron con todo esto que te estoy contando?, que saquemos a Unión de nuestras mentes... No sé, deben pensar que Passucci es un loquito... Pero la realidad es que se olvidaron de nosotros, nos ignoran... Y no lo digo por la gente... Cada vez que voy a Santa Fe, me siento a tomar un liso con Ricardo Centurión y Cachito Vera y la gente viene a sacarse fotos conmigo. ¿Te conté alguna vez la historia del trabajo que hice con Benfica?
—Alguna vez me lo contaste...
—¡Y bueno...! Yo le hice comprar dos jugadores por 2 millones de dólares y lo vendieron en 14... Un día, estábamos con el director de scouting en Sudamérica de ese club en el hotel donde concentraba Boca y pasa por al lado mío un jugador de Boca, de ese entonces. Y no me conoció. Entonces, este tipo lo paró y le preguntó si me conocía. Cuando le dijo mi apellido, este ex jugador me pidió disculpas... Conocer la historia y los ídolos, es sentido de pertenencia. Entonces, Unión tiene que hacer un libro con lo del ‘89 y dárselo a los jugadores para que alguna vez, cuando vaya a ver un partido, venga el pibe Calderón, por nombrarte alguno, y me salude porque sabe quién soy.
—Boca tiene ese sentido de pertenencia...
—¡Siiii.... !¡Es terrible...! Lo está haciendo Riquelme, que es maravilloso el respeto que le está teniendo y el lugar que le está dando a los ex jugadores.
—¿Cómo era eso de jugar con Maradona?
—El hijo de Fidel Pintos, que era el médico de ese plantel, nos decía: “Muchachos, disfrutemos este momento porque es único”. Y era 1981, cuando Diego todavía no era lo que fue, tenía 20 años...
—En todo equipo hay uno que sale en defensa del habilidoso cuando le pegan. ¿Cuántas veces le dijiste a un rival que se venga a hacer el guapo con vos en un partido por cuidarlo a Diego?
(Risas) —Muchas veces... Te cuento una anécdota muy linda. Un día estábamos en San Nicolás, jugábamos al día siguiente con Newell’s en Rosario y en el hotel había dos habitaciones que se comunicaban con un baño en común. En la mía estaba con Tesare y en la de al lado estaba Diego con Brindisi. A la noche se viene a la mía y me dice: “Roberto, mañana vas a jugar con la 11...”. Yo me reí y él se fue. Al día siguiente, Marzolini me llama en el desayuno y me dice que iba a jugar, y con la “11”. Y agregó: “Vos no jugás y Roque Alfaro tampoco, ¿me entendiste?... Y quedáte tranquilo que lo hablé con Maradona y él está de acuerdo”. ¿Qué pasaba?, que lo tenía que sacar a Omar Perotti, que era un wing que andaba una barbaridad para ponerme a mí en el medio para marcar al mejor de ellos... Y la noche anterior, Diego se vino a la pieza “haciéndose el héroe” para anunciarme que iba a jugar... Pero es cierto que Silvio lo consultó.
—Si tuvieses un jugador como Maradona en ese momento o como Messi ahora, ¿lo consultarías para armar el equipo?
—Te lo contesto con una pregunta: si vos tenés que viajar a Mar del Plata y disponés del mejor auto, ¿no le harías una consulta al mecánico antes de viajar?... Olvidáte... Capaz que vos como técnico te podés equivocar y es bueno saber lo que piensa el jugador, que el que te puede solucionar las cosas adentro...
—¿Lo hacía Zuccarelli con ustedes?
—¡Por supuesto! El pensaba en algo y lo primero que hacía era consultarnos para ver cuál era nuestra opinión. No lo hacía con todos, con dos o tres. Pero lo hacía.
—¿Muchas veces te dijeron “Roberto, este partido es 10 contra 10, vos no jugás y el que marcás, tampoco”?
—Sí, claro... Me acuerdo el partido contra Racing en cancha de Boca... Marzolini da la charla y nombra a diez jugadores, entonces le dicen que faltaba uno. Y Silvio dice: “No falta nadie, el que no nombré es Passucci que tiene que marcar por toda la cancha a Juan Ramón Carrasco, el uruguayo. El no le va a dejar tocar la pelota, ¿de acuerdo?”.
—No, para nada. La grandeza de un jugador es hacer algo que le piden y hacerlo con ganas... Toda mi vida fui así.