Los gestos de la política santafesina con los que la provincia había arrancado la semana habían entusiasmado. La oposición, con uno de sus principales líderes a la cabeza, había respondido a la convocatoria de Omar Perotti en la que el Poder Ejecutivo se proponía describir el cuadro de situación local a partir de la pandemia, y tomar decisiones. Allí estuvieron -presentes o siguiendo la reunión por vídeoconferencia- los jefes de todas las bancadas tanto del Senado como de la Cámara de Diputados. Allí estuvo también Miguel Lifschitz. El retorno a la Casa Gris del ex gobernador y su participación en un encuentro que todos coincidieron en calificar como “positivo”, pareció ser indicio de que la clase dirigente, por fin, se ponía a la altura de las circunstancias. Parecía ser indicio de que las tensiones y desencuentros que se dieron desde el momento mismo de la transición comenzaban a correrse de la escena para enfrentar sin fisuras una crisis sin precedentes. Hasta había quedado de manifiesto en las expresiones públicas de los protagonistas del evento. Pero no. Cada uno sostuvo su argumento; cada uno siguió su juego. Rubén Giustiniani había pedido que se dejasen de lado “las mezquindades” y también los intentos de “sacar ventaja”. Pero nadie depuso su actitud. Y una semana más se consumió sin que la provincia pudiese contar con leyes sancionadas para garantizar financiamiento ante una coyuntura que no permite dilaciones.
La Cámara Baja votó su propia versión de la Ley de Necesidad Pública que ya todos coinciden en definir como “obsoleta y desfasada”, frente a esta nueva realidad de emergencia sanitaria mundial. El oficialismo volvió a acusar al socialismo de funcionar como un “tabique” para la gestión de gobierno. El texto volvió al Senado, que insistió con su proyecto ya aprobado el 5 de marzo. Y aparecieron guiños de la oposición. El Frente Progresista, que en esa cámara tiene representación exclusiva a través de la UCR, facilitó el quórum, concedió el tratamiento de la iniciativa sobre tablas, y a la hora de votar, lo hizo de manera dividida. “Esto no significa para nada, como muchos piensan, una ruptura en la relación entre los senadores que componemos el bloque de senadores radicales, sino que es un ejercicio democrático en el ejercicio de nuestra función, de nuestras posiciones y procedimientos”, dijo a El Litoral el jefe de la bancada, Felipe Michlig. El referente radical intentó desalentar las hipótesis de fracturas en el arco opositor. En los hechos se verá si la coalición logra mantener la homogeneidad o no; es un dato objetivo que en los legisladores de la UCR tracciona la fuerte presión de intendentes y jefes comunales por el desborde y asfixia financiera que ya padecían previo a la irrupción del coronavirus.
El Senado había lanzado un desafío público a Diputados; había votado un cuarto intermedio hasta la medianoche del viernes a la espera de que la Cámara Baja sesionara y tratase tanto el proyecto de Ley de Necesidad Pública, como el que permite crear un Fondo de Emergencia para Coronavirus. Pero Diputados no sesionó. Podría hacerlo este lunes. Mientras el derrotero legislativo se completa con tiempos que no se aggiornan a la emergencia, el parte epidemiológico se actualiza con incremento de casos en sus dos reportes diarios.