Se fue a vivir hace 20 años a España y en Murcia se radicó. Le “echa la culpa” al padre de haberlo hecho fanático de San Lorenzo. Le dicen “Loco” y parece ya un “gallego” más. Se le pegaron la tonada y los términos. Extraña Santa Fe y promete que cuando la pandemia lo permita, comenzará a planificar una visita a la ciudad que lo cobijó durante buena parte de su carrera deportiva. Se lo recuerda por muchas cosas a Hernán Palet, pero, entre otras, porque se recuerda aquélla disyuntiva de Carlos Trullet —el técnico en aquél momento— de arrancar con uno o el otro en el ‘91, hasta que días antes del inicio del torneo se produjo el regreso de Nery Pumpido, que precisamente regresaba del fútbol español. También se lo recuerda porque fue el arquero en ese partido del 19 de junio de 1993 entre Unión y Banfield. El destino quiso que en la última fecha le toque enfrentar al rival que tenía Colón en la lucha por el campeonato. Al mismo tiempo, Colón jugaba en Resistencia ante Chaco For Ever. Estaban igualados en el primer puesto y se definía el título en esa última fecha si es que el resultado de ambos equipos no era el mismo. Colón ganó su partido 3 a 0. Unión perdió el suyo 2 a 1 y así se produjo el famoso desempate en el Mario Alberto Kempes cordobés, la tarde los no menos famosos penales. Si Unión ganaba el partido con Banfield, clasificaba para el octogonal por el segundo ascenso (el que logró Gimnasia y Tiro de Salta) y le dejaba servido a Colón el ascenso a Primera. Días antes, un grupo minúsculo de barrabravas fue a “visitar” al plantel a La Tatenguita, donde entrenaba. Hubo amenazas con armas de fuego, golpes de puño y “advertencias” al plantel. Varisco, Dante Fernández y Llane eran titulares y no jugaron ese partido con Banfield. En un momento, Marcelo Ruffini convirtió el empate —ya Colón ganaba— y en ese preciso instante se daba el ascenso directo de Colón. Luego llegó el desnivel de Banfield y el 2 a 1 definitivo. Hernán Palet mantiene, a 27 años del hecho, el recuerdo muy clarito en el extenso diálogo en La Primera de radio Sol.
—¿Cuánto hace que te fuiste de Argentina?
—En el ‘99 me radiqué aquí, estoy en Murcia y trabajo en un restaurante. Dejé el fútbol a los 30 años, tengo un hermano odontólogo y se presentó la oportunidad de venir a España; después llegó el corralito y ahí decidí quedarme. A Unión lo sigo porque es un club que amo. No lo veo desde hace más de 20 años, en la cancha, pero lo sigo a través de televisión y redes sociales.
—¿Había mucha competencia con Varisco, el otro arquero que era contemporáneo a vos?
—Héctor era un gran competidor... Lo que pasa es que nosotros estuvimos en el momento más duro de la historia institucional del club, Unión estaba muy mal... ¡No te podías mandar una ‘cagada’ en el arco porque sabías que había un arquero bueno a la par tuya!... Y no va que nos toca jugar ese partido tan recordado con Banfield... Yo tengo mucha vergüenza de lo que pasó ese día... Nosotros salimos a ganar ese partido, pero parece mentira lo que pasó.
—¿Tenías en cuenta que podían haber problemas si se ganaba o empataba el partido?
—¡Por supuesto!... Hubo tres muchachos que la pasaron mal en ese entrenamiento en el que nos fueron a apretar. Fue un pequeño grupo, los “ultra” como le decimos en España y que existen en todos los clubes del mundo, porque la hinchada de Unión es maravillosa... Y bueno, pasó lo que pasa en todas partes del mundo, porque acá también el hincha de Barcelona quiere que pierda el Madrid y viceversa... No querían que Colón salga campeón... Pero se llegó muy lejos... Al principio no sabíamos si iba en serio o en broma... Pero bueno, la vida es una sola y no hay que jugársela... Por eso entiendo a los tres muchachos que no jugaron ese partido.
—Nervios sí, pero miedo no... Soy un tipo valiente cuando hago las cosas y tomo decisiones. Sé que podía cargar las consecuencias...
—¿Y los dirigentes?, ¿les decían algo?
—No teníamos buena relación con la directiva. Fueron los años de peor gestión del club, se cambiaba mucho de directivos, nos costaba cobrar... No hablábamos mucho con ellos.
—Había un ambiente muy raro en ese momento del partido, ¿no?
—Sí, claro... Uno se dedica a lo futbolístico, pero cuando pasan estas cosas dan ganas de dedicarse a otra cosa.
—¿Qué te acordás de lo que pasó algunos días antes en la práctica, en La Tatenguita?
—A Dante Fernández lo amenazaron gatillándole en la cabeza dos o tres veces seguida... El revólver no tenía balas, pero la situación era muy fea... Yo no sabía si estábamos en Colombia o en Santa Fe... Una locura... La apretada fue muy seria y creo que muy pocas veces ha pasado. Eso tuvo una repercusión mundial y fue para “cagarse” en serio...
—¿Te dejó algún aprendizaje?
—Todas las cosas, las buenas y las malas te dejan un buen aprendizaje... Mirá, nosotros fuimos buenos competidores con Héctor y también tuvimos la suerte de tener buenos espejos, como lo fueron Bartero y Nery... De Héctor recuerdo una pelota que bajó con una mano en la cancha de Colón... Eso no lo hace cualquier arquero... De mi parte, no me arrepiento de lo que he vivido en Unión, es una institución maravillosa y aquéllo que pasó no mancha el recuerdo afectuoso que guardo por este club.
—¿Así que sos fanático de San Lorenzo?
—Fanático... Mi padre es el responsable, porque me llevaba al Viejo Gasómetro. Sou “cuervo” a muerte... Unión y San Lorenzo ocupan mi corazón. Espero regresar pronto a la Argentina, compartir un asado con los muchachos y quiero mucho a esos muchachos con los que compartí momentos inolvidables.
La barra hacía lo que quería
El “Loco” Palet es buena gente, tuvimos una linda competencia y fuimos muy frontales y directos siempre. Se nos hacía difícil porque llegamos a Primera en un momento muy complicado del club. Yo iba a arrancar el torneo como titular en el 91. Estábamos en la A todavía y llegó Nery, que fue un espejo para nosotros y nos hizo progresar con sólo mirarlo. Después, ya en la B, ahí la peleábamos los dos.
Había un sector de la barra que hacía lo que quería y estaba muy posicionado en el club. Yo lo contaba en otros clubes de Buenos Aires y no me creían. Jugué en Lanús, con grandes jugadores de selección o con otros de gran trayectoria como el Tata Martino y no creían lo que les decía. Fue todo muy raro. Yo quería jugar igual. A Llane y Dante Fernández los entiendo, estaban casados y yo no. Repito que yo quería jugar, pero un dirigente me dijo: “no juegues”. Los hinchas apuntaron a la columna vertebral, que eran el arquero, el 5 y el 9. Pensando en frío, está bien que no haya jugado. Pero lo pienso hoy a los 50 años, en ese momento quería jugar.
Me fui a Paraná para no estar en el vestuario ni vivir allí una situación. Los tres nos fuimos de Santa Fe ese día y vimos el partido por televisión, a pantalla partida, porque pasaban en simultáneo el de Colón en Chaco. Cuando volví, lo charlaba con Cachito Escobar, que entró cuando se lesionó Palet y me contaba lo que era el clima ese día. Y el grupo me dijo, cuando volví para jugar el torneo siguiente: “viste que teníamos razón?”. Nunca vivimos una amenaza con revólver y golpes de puño, fue una situación realmente indeseable.
En algún momento me tocó el orgullo. ¿Quiénes son estas personas para decirme si tengo que jugar o no?. Yo no sabía si las armas estaban cargadas o no, la cuestión es que gatillaron y afortunadamente no pasó nada. Pero el problema era que la dirigencia no estaba fuerte. Para mí, los dirigentes se vieron superados, quizás más que nosotros. Los que más ganas teníamos de ganar, éramos nosotros, los jugadores. Eso lo puedo garantizar.
(x) El otro arquero del plantel de Unión. En ese momento era titular y fue uno de los principales afectados por las amenazas, junto a Dante Fernández y Jorge Llane.
Unión tenía una gran actuación en esa segunda rueda: ocho victorias, ocho empates y dos derrotas lo llevaron a pelear por su objetivo, que era el Reducido. Faltaban tres fechas para el final, y con dos puntos se aseguraba la clasificación. Debía visitar a Almirante Brown, Talleres de Remedios de Escalada y cerrar el torneo con Banfield, en Santa Fe.
En Isidro Casanova, Unión tuvo todo como para respirar tranquilo hasta el final, pero dejó pasar una oportunidad increíble. Carlos Ramón González y Dante Fernández, de penal, pusieron el 2 a 0. Esa victoria dejaba al equipo dentro del octogonal. Sin embargo, en el segundo tiempo, Carlos Cardozo y Enrique Sánchez empataron para el local. A cinco minutos del final, Cardozo, esta vez desde los doce pasos, complicó definitivamente al Tate al sentenciar el 3 a 2.
El próximo rival era Talleres de Remedios de Escalada, que tenía en su equipo a dos jugadores que prometían: Javier Zanetti y Roberto Pompei. Unos días antes, Tito, no tuvo problemas en reconocer que habían sido incentivados por Banfield, cuando debieron enfrentar a Colón. “La plata ya la cobramos, demoró, pero llegó. Lo importante es que Talleres no hizo nada malo, salió a ganar, como en todas las canchas”, admitió. También ganó Talleres ese partido: 2 a 0. A Unión no le quedaba otra que ganarle a Banfield. Si lo conseguía y jugaba el octogonal, podía pelear también el ascenso. Condiciones a ese equipo no le faltaban. No se dio.
“Palet era un fenómeno, crecimos juntos, tuvimos grandes espejos. En mi caso, Nery en Unión y Roa en Lanús, dos arqueros de selección que estuvieron adelante mío. Y Hernán Palet era un crack en el arco”. Héctor Varisco. Ex arquero de Unión
También al entrenador de aquél equipo, Hilario Bravi, sufrió las amenazas el día de la visita de los barras al plantel en La Tatenguita.