Por Cecilia Battistutti (*)
Antes del comienzo de la pandemia, segú la OIT, más de 4 de cada 10 trabajadores jóvenes, se desempeñaban en los cuatro sectores más afectados por la pandemia: hotelería y alimentación, comercio al por mayor y al por menor, actividades de fabricación y sector inmobiliario.
Por Cecilia Battistutti (*)
Recientemente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) público un artículo donde consideró que la pandemia afecta a los jóvenes “de forma cada vez más rápida e intensa”, y sostuvo que “es acuciante adoptar medidas para evitar el riesgo de una ‘generación de confinamiento’”.
En su nuevo informe sobre el impacto del COVID-19 en el mercado laboral, el organismo internacional aportó algunos números preocupantes: uno de cada diez jóvenes ha dejado de trabajar desde que surgió la crisis por el virus y disminuyeron un 23% las horas de trabajo entre quienes mantuvieron su empleo. Además, según la OIT, alrededor de la mitad de los alumnos jóvenes manifestaron que probablemente concluirán sus estudios con retraso, y el 10 % prevé que no podrá terminarlos. Destacó así un aumento sustancial del desempleo juvenil registrado, que afecta entre los jóvenes más a las mujeres que a los hombres.
Antes del comienzo de la pandemia, también según el organismo, 178 millones de jóvenes de todo el mundo, es decir, más de 4 de cada 10 trabajadores jóvenes, se desempeñaban en los cuatro sectores más afectados por la crisis: hotelería y alimentación, el comercio al por mayor y al por menor, las actividades de fabricación y el sector inmobiliario, entre otras actividades.
Los jóvenes en Santa Fe
La situación de la Argentina y de Santa Fe en particular no es diferente al contexto internacional. Los jóvenes, fundamentalmente mujeres, son los más afectados por la crisis económica que atravesamos y esto se debe no solo a los bajos niveles de formalidad laboral y a la escasa experiencia, sino también a los rubros en los que se insertan la mayoría de los jóvenes de los estratos bajos o medios de la ciudad: hotelería/gastronomía, oficios de mantenimiento y cuidado (gasista, plomería, electricista, peluquería), comercio minorista, son justamente los que aún no han podido reabrir sus puertas o que, abriéndolas, sufren la merma de la demanda y sus ventas han caído en un 30 % promedio.
Respecto a la educación tanto formal como no formal, vale decir que los índices de abandono eran altos antes de la pandemia, y muchos de estos jóvenes retomaron sus estudios en la modalidad de EMPA o a través de capacitaciones en oficios en instituciones de educación no formal que, a raíz de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, han adoptado la modalidad virtual, lo que agudizó la deserción ya que muchos no cuentan con acceso a internet o no manejan las plataformas virtuales. También sucede que muchos centros de formación no formal son esencialmente prácticos, impidiendo sostener los contenidos a través de otras herramientas que no sean presenciales.
La Escuela de Trabajo como respuesta
En este contexto, una política pública llevada adelante por el Gobierno de la Ciudad de Santa Fe en los últimos años y que dio tan buenos resultados se torna necesaria e imprescindible para evitar que se profundice la exclusión laboral o el abandono de la escolaridad: las Escuelas de Trabajo.
El acompañamiento personalizado y continuo, el empleo y la educación como instrumentos de inclusión juvenil y el enfoque transversal de las problemáticas que atraviesan (violencia, consumos problemáticos, embarazos no deseados, son alguno de ellos) hicieron la diferencia y permitieron muy buenos resultados.
Algunos números: 8.300 jóvenes participaron del programa en 7 sedes que funcionaron en los barrios con mayores índices de vulnerabilidad social, para garantizar cercanía y el acceso real; 250 jóvenes se insertaron en el mercado formal del trabajo; más de 1.500 realizaron alguna experiencia laboral o entrenamiento rentado; 3.000 jóvenes se formaron en oficios o habilidades interpersonales; 300 jóvenes se animaron a emprender y más de 300 retomaron sus estudios secundarios -y varios de ellos lograron terminarlos gracias al apoyo educativo que se les brindó en el programa-.
Pero más allá de los números, las Escuelas de Trabajo fueron un espacio de aprendizajes y oportunidades, amoroso y lúdico; una puerta abierta al futuro, pero hoy en cambio vemos con preocupación un abandono por parte del gobierno municipal.
Las imágenes de la canchita de la Escuela de Trabajo de Coronel Dorrego administrada económicamente por un grupo de personas y a espaldas de los vecinos y vecinas del barrio, o los robos sufridos en las diferentes Escuelas de Trabajo en los primeros meses del año, son una muestra del abandono del Estado. Demuestra un retroceso, no sólo en las políticas de cuidado sino en barrios que han sido un emblema de las intervenciones integrales en conjunto con los gobiernos provincial y nacional, y que gracias al sostenimiento de las políticas en el tiempo y de la articulación de las intervenciones en el territorio, han dado muy buenos resultados y los vecinos y vecinas así lo reconocen.
Creemos que la mezquindad política no es buena consejera, que los programas o políticas públicas que funcionan deben ser continuados, mucho más aquellos enfocados en resolver las desigualdades de grupos etarios que no solo son el presente sino también el futuro.
Debemos reclamar la presencia del Estado, un Estado empático, que apueste a las intervenciones integrales y que tenga en cuenta la realidad de cada uno de los y las jóvenes que necesitan una mano.
No volvamos atrás, aprovechemos a los orientadores de cada Escuela de Trabajo; aprovechemos los edificios hermosos construidos en cada barrio; acerquemos los programas del Ministerio de Trabajo de Nación a cada empresa y a cada joven que lo necesite; articulemos con el Ministerio de Educación para que cada joven que hoy no está en la escuela la retome y concluya sus estudios.
Exijámoslo hoy. Si los jóvenes son marginados por falta de oportunidades o de competencias, esto ocasionará un daño al futuro de todos nosotros y hará que sea mucho más difícil reconstruir una mejor economía post-pandemia y por consiguiente debamos vivir en una sociedad cada vez más desigual y con oportunidades para unos pocos.
Antes del comienzo de la pandemia, segú la OIT, 178 millones de jóvenes de todo el mundo -más de 4 de cada 10 trabajadores jóvenes-, se desempeñaban en los cuatro sectores más afectados por la crisis: hotelería y alimentación, el comercio al por mayor y al por menor, las actividades de fabricación y el sector inmobiliario.
En este contexto, una política pública llevada adelante por el Gobierno de la Ciudad de Santa Fe en los últimos años y que dio tan buenos resultados se torna necesaria e imprescindible para evitar que se profundice la exclusión laboral o el abandono de la escolaridad: las Escuelas de Trabajo.
(*) Ex secretaria de Desarrollo Social de la ciudad de Santa Fe.