Valeria Mendiondo Picchio (*)
Valeria Mendiondo Picchio (*)
Ser maestro o profesor es un acto de amor. Cuando me designaron para realizar las palabras referentes a la conmemoración tan grata para los argentinos, el Día del Maestro, sentí un honor y un privilegio por llevar a cabo esta noble tarea. Recordando a Domingo Faustino Sarmiento, quien a sus lauros de escritor y presidente de la República Argentina anteponía su condición de maestro, que se preocupó seriamente por la educación y comenzó un camino, el de la docencia, el que hoy estamos recorriendo todos nosotros desde una mirada diferente. Responsable de la reestructuración del sistema educativo e impulsor de la ley de enseñanza pública y gratuita.
Hoy ser la voz que lleve palabras de esperanza a sus hogares no solo es un desafío, también es un honor y un privilegio, es algo atípico, nuevo e histórico que por primera vez nos toca vivir, y digo esto por los momentos que estamos atravesando. ¿Quién hubiera pensado que acabaríamos dictando clases desde nuestras casas; que Internet sería un medio importante para llevar a cabo nuestra tarea docente? Educando desde la fe, donde la entrega de uno mismo está implícita. Fue de un día para otro, en pleno siglo XXI, que una mañana despertamos con la emergencia sanitaria por la pandemia -que está azotando a toda la humanidad- y nos cobijamos en nuestros hogares, poniendo en práctica un tiempo de reflexión, pensando que hay cosas que Dios desea que cambiemos, ya que son perjudiciales para nosotros como para nuestros descendientes. A mis compañeros les digo que tenemos retos y son muchos, como la circulación de contenidos pedagógicos para el aprendizaje de nuestros tan queridos niños teresianos, que hoy en día no pueden disfrutar de la naturaleza que Dios nos regaló.
Ustedes, maestros teresianos, se destacan por esa sonrisa y voluntad sincera. Despiertan en sus niños las ganas de aprender y conocer no solo los contenidos sino también a Jesús y a nuestra Santa Patrona Santa Teresita del Niño Jesús, transmitiendo un estado de ánimo que contagia a sus alumnos y que estimulan las ganas de aprender y ser un ciudadano con pensamientos críticos y sanos valores. Ahora más que nunca deben continuar así, para ayudar a construir una imagen positiva de que saldremos de esta situación pandémica. Podremos regresar a las escuelas que es nuestro segundo hogar.
Queridos padres, el hogar es la base de formación como persona y muchas veces no somos conscientes de esa gran responsabilidad: hoy también a ustedes les toca demostrar que nos acompañan en la labor docente, ya que sin ustedes no sería posible llevar el camino del conocimiento a sus hogares, donde deben ser ejemplo de familia cristiana.
Niños: recuerden que existe la mano de Dios que nos conducirá en su dirección y voluntad. Que cuando su maestra los corrige, no es necesariamente algo malo sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.
Ustedes maestros, son importantes en la vida de nuestros alumnos porque dejan huellas, trazos como también marcas. Además soportan dolores que a veces son necesarios para crecer.
No se es maestro para vivir, se vive para ser maestro. Este es mi sencillo homenaje para los educadores y docentes.
(*) Profesora de Inglés escuela Santa Teresita del Niño Jesús