Alberto Fernández aumenta hasta el vértigo la velocidad de sus contradicciones. Después de haber intensificado su alegato contra el mérito en sintonía con una reciente declaración del papa Francisco, envió días atrás el siguiente tuit: "Quiero felicitar y saludar especialmente a Bruno Ziger, Matías Raimundez y Julián Cabrera, que ganaron una medalla de oro y dos de bronce en la Olimpíada Internacional de Matemática. Son un orgullo para el país. ¡Felicitaciones!". Este es un explícito reconocimiento del mérito de los jóvenes argentinos en una competencia internacional, rubricado con una exultante expresión de orgullo presidencial.
Y entonces, ¿en qué quedamos?
Días antes, el presidente había dicho en San Juan: "Lo que nos hace evolucionar o crecer no es verdad que sea el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años. El más tonto de los ricos tiene más posibilidades que el más inteligente de los pobres. Mientras eso no ocurra, no podemos estar tranquilos con nuestra conciencia… Ese tratamiento desigual nos pone en un mal lugar como sociedad. No es un buen sistema. Las mejores sociedades son las que, precisamente, a todos les dan la oportunidad de desarrollarse."
Fernández cuestiona que el mérito genere evolución "como nos han hecho creer en los últimos años". ¿De qué habla el presidente? ¿El valor del mérito es un invento de los últimos años? ¿De quién? ¿De Macri?
Es increíble que la pequeña política de circunstancias pueda poner en discusión un valor secular. El mérito ha sido y es un motor para el desarrollo personal y colectivo en el mundo. Los estudios, la capacidad de observación y asociación, el empeño, el esfuerzo, el método de Albert Einstein y Max Planck, por mencionar sólo a dos grandes físicos; o el arte de Miguel Ángel Buonarroti y Leonardo da Vinci; no fueron meras prácticas autosatisfactorias. Pocas cosas son tan universales y estimulantes como sus legados. Ellos, como tantos otros que hicieron avanzar los conocimientos y la sensibilidad para percibir el mundo, su complejidad y belleza; fueron seres excepcionalmente meritorios, que con su sola irradiación destruyen la sarasa populista del político calculador que concentra su mensaje en lo que imagina como su mercado electoral.
Días pasados, Francisco había reproducido un fragmento del Evangelio de Mateo que dice: "Quien razona con la lógica humana, la de los méritos adquiridos, adquiridos con su propia habilidad, pasa de ser el primero a ser el último." Descontextualizar fragmentos evangélicos incluidos en parábolas complejas es una flagrante manipulación. Por estas actitudes, Francisco les pide a todos que recen por él, porque conoce mejor que nadie los demonios que habitan en la intimidad de su yo.
Cuando éramos sus alumnos en el Colegio de la Inmaculada Concepción, solía hablarnos, al igual que otros jesuitas, de la Parábola de los Talentos que, como el segmento anterior, mencionado por Bergoglio en tándem con Fernández, integra el Evangelio de San Mateo (Mateo 25:14-30). Leamos lo que dice:
"14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
"15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
"16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
"17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.
"18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
"19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
"20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
"21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
"22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
"23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
"24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
"25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
"26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
"27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
"28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
"29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
"30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes."
En este texto, Dios confía sus dones o talentos a los hombres con la obligación de que los desarrollen. Como contrafaz, condena a quienes los desperdician. La consigna es que quien recibe un talento debe desarrollarlo, hacer mérito, por él y los demás. Es, también, un alegato contra el pobrismo.
Se trata pues del mismo Evangelio, sólo que aquí la cita está completa. La estudiada mutilación de los textos desnuda intenciones.
Pero, para terminar, bajemos a tierra. El proceso de la inmigración argentina le da un rotundo mentís a la afirmación de Fernández. Miríadas de hijos y nietos de padres y abuelos que arribaron a nuestro país con una mano atrás y otra adelante, han llegado por sus méritos a destacarse en las más diversas disciplinas, evolucionar económica y culturalmente y ocupar cargos de responsabilidad en los ámbitos público y privado.
Y está lleno de ricos muy ricos y tontos que perdieron sus fortunas en una generación. Más aún, la oligarquía de estos días está poblada de nuevos ricos que ejercen la política no como un arte sino como una profesión, y con propósitos que distan del bien común y se concentran en el propio interés. Hay más ricos en la zona de influencia de la política que entre los socios de la Sociedad Rural Argentina y el Jockey Club de Buenos Aires, donde los cuadros de sus ancestros evocan el vacío dejado por las fortunas desaparecidas. Por contraste, las aparecidas a la velocidad del rayo, en corto tiempo, desde 2003, están hoy en el poder y sus conexiones empresariales. Y muchos de sus nombres aparecen en las causas de delitos contra el Estado que se sustancian en los tribunales.
En su afán de congraciarse con Cristina Fernández, Alberto cita en sus últimos discursos las profundas reflexiones de Máximo -sus máximas- llamando a los argentinos a quedarse en el país, porque es el país que les pertenece, aunque cada día pierden una parte de lo que habían logrado a causa de políticas públicas que los inmovilizan en el cepo de una inactividad forzada. Son los convidados de piedra a un festín de otros, donde los nuevos oligarcas succionan sin cesar recursos del Estado mientras disimulan sus verdaderas naturalezas detrás de máscaras populares. Y ahora, con maquillajes sacros.
Es increíble que la pequeña política de circunstancias pueda poner en discusión un valor secular. El mérito ha sido y es un motor para el desarrollo personal y colectivo en el mundo.
La Parábola de los Talentos, aludida por Bergoglio en tándem con Fernández, integra el Evangelio de San Mateo. La estudiada mutilación de los textos desnuda intenciones.