La peor, por intensidad, sequía de los últimos 20 años aparece amenazante para el futuro productivo de las provincias del centro-norte argentino. El reciente punto de inflexión en este cuadro de situación apareció en septiembre de 2019, con mayor impacto en el noreste argentino (Formosa, Chaco, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones), donde las estadísticas marcan anomalías negativas mensuales de precipitaciones. Según informes del Servicio Meteorológico Nacional, en cada uno de estos puntos del país llovió por debajo de lo esperado de acuerdo a la media del periodo 1981-2010. El Sistema de Información sobre Sequía para el Sur de Sudamérica confirmó que solo se registró una lluvia de consideración el 28 de septiembre pasado pero que se concentró fundamentalmente en el sector sur de la región pampeana argentina. Y no se esperan lluvias importantes hasta al menos hasta fines de este mes.
Según los especialistas, las consecuencias se complementan con otras graves derivaciones, como incendios, mortandad de ganado y pérdida de cultivos. Como si fuese poco, casi simultáneamente se registran bajantes extremas en los cursos de los ríos Paraná, Iguazú, Uruguay y Paraguay que dan cuenta de este fenómeno.
Las entidades que se ocupan de la situación del agro y los agricultores advirtieron que la ausencia de lluvias afecta severamente las economías regionales ya que sin agua ni alimentos para los animales, las pérdidas son devastadoras. Hay un dato revelador de las consecuencias de la sequía: entre 2015 y 2019 la superficie promedio de incendios para el primer semestre del año fue de 586.510 hectáreas pero para el mismo período en 2020 fue de 2.348.371 hectáreas. Este año, el mayor número de incendios comenzó a principios de marzo aunque la proyección de amplió desde julio hasta mediados de septiembre. Para tener en cuenta: desde Santa Fe al norte, la última precipitación importante se produjo en octubre de 2019. Las precipitaciones siguientes fueron esporádicas y de poco volumen. El problema es muy grave, especialmente para la principal zona agrícola argentina porque, como en este mismo espacio argumentamos alguna vez, por más que llueva, nunca llueve pasto.
La Bolsa de Cereales de Buenos Aires puso el tema en relieve: la falta de humedad en los primeros centímetros del perfil en las provincias de Córdoba y Santa Fe ponen en riesgo la concreción de la superficie presupuestada con planteos tempranos. Diferente es la situación en las provincias de Buenos Aires y La Pampa, donde las lluvias registradas en las últimas semanas mantienen las buenas condiciones para la incorporación del maíz.
Así, la sequía parece devorarlo todo en el campo argentino. Lejos quedaron las proyecciones de una campaña récord para el trigo, incluso ya hay preocupación con lo que pueda pasar con la próxima campaña gruesa. Hoy todo se reduce a implorar por algo de agua y combatir incendios. Pero el que también está angustiado es el Gobierno, porque sabe que sin los dólares que ingresa el sector no hay recuperación posible y la economía va a seguir crujiendo. El trigo es una válida referencia: el cultivo está encañando y ni siquiera vale la pena monitorearlo. Las expectativas de rinde son tan bajas que no tiene sentido gastar en aplicaciones, señalan los productores consultados. En Santa Fe, miles de hectáreas pasaron de buenas a regulares y de regulares a malas. Para la campaña gruesa tampoco hay buenas noticias. Los especialistas advierten que "con un enfriamiento del Pacífico, que de acuerdo a los pronósticos lamentablemente se intensificará, y el océano Atlántico con pocas chances de tener el importante rol que tuvo en el verano pasado, las lluvias no van a ser las deseadas".