El cantautor Gustavo De Marco (también integrante de Censorshit) lanzó días atrás su tercer disco solista, producido por Lorenzo Leto y con la participación del guitarrista rosarino Gonzalo Aloras. De esta apuesta por el formato de canción habló el artista con El Litoral.
Gentileza Mauricio Bonadeo El disco arrancó con una sesión de 14 horas el 1 de mayo de 2019, en el estudio Audio Buró de Rosario, y se terminó en Buenos Aires, en Spector Studios.
El 11 de octubre salio por todas las plataformas digitales “Decilo”, tercer disco solista de estudio de Gustavo De Marco. En sus siete tracks, el inefable “Batman” (como se conoce en el ambiente al artista, que también se desempeña como cantante de Censorshit) se mete de lleno en un mundo de sintetizadores, máquinas de ritmos ochentosas, melodías y estribillos pegadizos. Una obra de la música pop-rock que profundiza en el amor, el desamor, el arrepentimiento, las amistades y principalmente en decir las cosas y no ocultar nada.
El primer anticipo fue “No me llames”, publicado el 12 de diciembre pasado y postulado a los Premios Gardel como “mejor canción del año”; lo siguieron “Decilo” en junio y “Astros” en septiembre (con un video realizado por Mauricio Bonadeo). En todas las canciones participa el reconocido Gonzalo Aloras, quien grabó las guitarras y los bajos. De todo este proceso creativo, con producción de Lorenzo Leto, conversó Gustavo con El Litoral.
Color propio
-¿Cómo fue el proceso de composición de estas siete canciones que forman “Decilo”?
-Estuvo bueno porque fue en unas mini vacaciones que hice a Córdoba, a Capilla del Monte: una familia amiga, la familia Lauría, me prestó una casita bien abajo del cerro Uritorco, ahí pegadito. Fue en el verano de 2019, ahí nació: me fui con una guitarra y un pianito de juguete, y salieron las siete canciones. Habían tocado unos días de tormenta, medio feos, así que aproveché. El primer tema que salió fue “Decilo”, y después basado en ese fueron saliendo el resto.
-“No me llames” fue el primer corte, más grooveado, como también es “Al sol”. “Decilo” fue el segundo single, más para el lado electrónico (como “Está bien”), y “Astros” con un sabor más soul, con ese piano Rhodes. ¿Hubo una búsqueda de diversidad en los estilos y sonidos o se fue dando?
-De eso se encargó bastante el productor artístico, que fue Lorenzo Leto. Él fue llevando todo por la cuestión rítmica, porque en realidad son canciones como las que siempre hago. En este caso Lorenzo se encargó rítmicamente de volverlas mucho más pop. Por eso quedaron con un estilo bien marcado. Hay un poco de todo, es cierto. Para mí son siete canciones de pop, están marcadas dentro del mismo estilo.
-Lo que da unidad es el formato de la canción, salvo en “Yo te vi”, que es más más ambient y menos cancionera. -Claro: arranca así el disco, un poco más instrumental, como decís ambient, pero después rompe el hielo con el pop en “No me llames”.
-Es clásico y suena actual, por el trabajo del productor.
-Tiene mucho que ver. Es la primera vez que trabajaba con un productor: las otras veces siempre había alguien que metía mano pero siempre era el que me grababa, el ingeniero de sonido. Acá directamente opté por contratar un productor artístico, fue otra jugada.
En equipo
-¿Cómo fue esa parte del trabajo con Leto e Ignacio Soler? Trabajaron en dos estudios: uno en Rosario y otro en Buenos Aires.
-La verdad que el proceso fue hermoso: arranqué en Rosario, en mayo de 2019, en el estudio de Dani Pérez, que se llama Audio Buró: la verdad que es increíble, porque es como una juguetería de sintetizadores. En realidad es una juguetería para el músico, porque tiene un montón de instrumentos que no podés creer. Entonces caía ahí y ya estaba muy asombrado.
Al rato cayó Gonzalo Aloras, que grabó todas las guitarras y todos los bajos del disco. Era como que ya desde el vamos, cuando empezamos la grabación oficial, ya no lo podía creer. Lorenzo me tenía que despertar todo el tiempo, porque estaba como en una nube, muy perdido; no caía en lo que estaba pasando.
Ahí en Audio Buró hicimos toda la parte rítmica, usamos la maquinita de ritmos que usó Charly García para “Clics modernos”.
-La Roland TR-808.
-Exactamente. La usamos para todas las canciones, así que en algún momento las canciones suenan a eso, a las de Charly. Esa fue la primera decisión que tomamos, porque había una idea de tocarlo con batería acústica; pero en seguida eliminamos esa idea y arrancamos con esa rítmica.
Después de la máquina grabamos los bajos, las guitarras, los teclados: eso fue una sesión larguísima, de 14 horas seguidas, fue increíble; paramos para comer. Fue el Día del Trabajador, el 1 de mayo. Me acuerdo y no sé cómo hicimos, la verdad.
La otra parte fue en Buenos Aires, en Spector Studios, donde hice la grabación de voces.
-¿Por qué el cambio?
-El productor estaba trabajando en Rosario, y después se mudó a Buenos Aires. Aparte me dijo que teníamos que aprovechar la técnica que había que Spector, que era mejor que en otros lados. Justo en el momento que fui a Spector Fito Páez había empezado a producir su último disco: así que yo estaba en un estudio y Fito en el de al lado.
-Tampoco lo podías creer.
-No, todo el disco fue como una sucesión de cosas que no podía creer.
-Con Gonzalo tenés un vínculo, pero al mismo tiempo es como un referente para vos. ¿Cómo fue sumarlo para que toque todo el disco?
-A Gonzalo lo considero un heredero del rock nacional, por haber tocado junto a Spinetta; tanto tiempo con Fito Páez siendo músico estable de su banda; también con Charly, con Lito Nebbia. Haber trabajado con él, y que él interprete mis temas, es una cuestión muy fuerte. La conexión la logró Lorenzo: él le mostró mi música para ver si aceptaba tocar mis temas. Fue algo único, que espero que se repita; quedamos todos muy contentos con lo que hicimos en el disco, que creo que es lo importante.
Directo
-¿Por qué “Decilo” es la que terminó dándole título al álbum?
-Le puse “Decilo” por una cuestión de lo que significa: decir las cosas. Básicamente es eso: creo que lo más importante es decir las cosas como realmente uno las piensa, hacerse valer y ser feliz. El concepto del disco era ese: con respeto y con humildad decir las cosas de corazón.
-Son siete canciones en 27 minutos. Es como todo muy directo, decir todo de una.
-Sí. Es un disco que se deja escuchar, porque son 27 minutos, la mayoría de los temas son bastante movidos, tienen un groove de movimiento. Capaz que esos 27 minutos te pasan desapercibidos; en todas las canciones uno siempre dice algo, pero en este caso es como que soy más directo.
-Este año se cerró la posibilidad de presentar las canciones en vivo, fuera de algún streaming o presentación televisiva. ¿Cómo sigue ahora la actividad de presentación?
-La semana pasada armé una nueva banda estable, con tres músicos. La idea es esa: empezar a ensayar para armar un repertorio, con las siete canciones del disco y algunas de los anteriores, para ver qué es lo que sale en un futuro. Este año ya descarto un vivo de presentación, pero sí puede ser el año que viene. Sea en streaming o ya con la gente, en espacios abiertos, me parece que se va a poder.
-Tener la banda lista para cuando te digan “ahora” darle.
-Exactamente. Estoy buscando, no es que estoy quedado. Estoy buscando algo que me convenza, porque tampoco hay muchas opciones. Quiero tocar a gusto y estar cómodo, voy a buscar eso.