Cuando se preguntaba por las características de Azconzábal como entrenador, se decía que era un técnico que se ataba a un determinado esquema y que podía cambiar. Esto ya planteaba una diferencia con Madelón, que en seis años casi contínuos de conducción del equipo, en el 90 por ciento de los casos jugó 4-4-2.
Sin embargo, el Vasco lleva 10 partidos oficiales y en todos jugó 4-3-3. Muchos, en Unión, recuerdan y lo comparan con el proceso de Facundo Sava, que se ató a ese esquema y el desequilibrio lo llevó a perder partidos y a irse de Unión en medio de aquél torneo de ascenso. El descenso estaba "cantado" y no había mucho por hacer, pero en la B tampoco se le encontró solución a ese desequilibrio. Empecinado en lo suyo, no cambió y los resultados lo condicionaron.
Azconzábal está encerrado en ese esquema futbolístico. La idea no es mala y se la valora. Pero los errores se pagan caros. Los últimos partidos son elocuentes: no le pudo convertir un solo gol a un equipo muy goleado en el fútbol brasileño como Bahía y al que Defensa le convirtió tres de visitante, mientras que recibió 5 goles de local en un partido con un equipo ya clasificado, plagado de suplentes y en un partido donde el empate lo dejaba adentro de la zona Campeonato.
La convicción es un bien preciado que puede tener un entrenador, pero esa convicción a veces se tiene que revisar para no pasarse de la línea. Si la virtud se termina convirtiendo en un defecto, cualquier idea, por buena que sea, termina desvaneciéndose.