Los últimos datos del Indec confirman lo que en muchos barrios de la ciudad se sabe desde hace años, décadas: la pobreza golpea duro y todas las necesidades son urgentes. Aquí, el testimonio de referentes sociales a poco más de un año de la pandemia.
Mauricio Garín Durante los fines de semana, en La Poderosa se elaboran 500 raciones de comida para la población más vulnerable. En la semana se activan los mercados populares.
A la vereda de J.J. Paso al 3900 llega un olorcito que promete. Pasaron las 11 de la mañana y en la sede de La Poderosa, las cebollas y pimientos van a parar a una de las enormes ollas que serán llenadas con el transcurso de los minutos, de las horas. No son mera utilería los recipientes, sino herramientas de trabajo que en días de semana contienen los alimentos para ser vendidos a través de mercados populares, una alternativa de comercialización que creció con la virtualidad, y asegura el sustento y un plato digno para no pocos hogares.
Ese primer martes de abril, el ir y venir de cocineras y el constante golpeteo de cuchillos contra las tablas anticipaba la elaboración de canelones con albóndigas, sin albóndigas, chipá y tacos para responder a las porciones ya encargadas por la clientela.
Y los sábados y domingos las mismas ollas contienen ingredientes de las 500 raciones de comida que se distribuyen por fin de semana entre vecinas y vecinos del barrio. Es que "acá la emergencia alimentaria está al rojo vivo", resume María Claudia Albornoz, referente de La Poderosa en barrio Chalet.
A fines de marzo de 2020, El Litoral dialogó con ella y representantes de organizaciones de otros barrios de la ciudad para saber cómo se asistía a personas vulnerables en un contexto de aislamiento motivado por la pandemia de la Covid-19. ¿Cómo es la situación un año después, a la luz de los últimos datos de pobreza publicados por el Indec?, quiso saber este diario.
"Hay algunas aperturas que nos permiten que la economía popular funcione, que es de donde las vecinas y los vecinos comen o llevan algo de plata a sus hogares. De todas maneras, la emergencia alimentaria permanece y aumenta", remarca Albornoz.
Sólo en la sede de La Poderosa se elaboran más de 2000 raciones por mes (sábados y domingos) y la demanda se va acrecentando: "No vemos que las familias se acomoden", dice, para dar una idea de que la vulnerabilidad es un lugar del que es difícil salir.
"Lo bueno", siempre hay un resquicio para ver el vaso medio lleno, "es que al principio de la pandemia hicimos un convenio con Unicef, este año lo reeditamos y nos provee de fruta, verdura y carne, ingredientes fundamentales en las dietas. Hay que entender que no se puede comer sólo harina, sólo fideos o sólo arroz, y que las dietas tienen que ser balanceadas porque, de lo contrario, la expectativa de vida en los barrios populares es más corta". La calidad de vida, se sabe, está relacionada con la alimentación y también con la urbanización, el agua potable, la educación que es como decir condiciones de vida dignas.
Mientras tanto, "seguimos pensando sin pausa en lo alimentario y poniendo énfasis en que tiene que ser saludable". Esa es la prioridad para el equipo como también lo es el trabajo: "La economía popular permitió que nuestras cooperativas se consoliden en un momento tan adverso como la pandemia. La cocina está elaborando todas las semanas y vende en los mercados por Internet".
Mauricio Garín Futuro inmediato. De playón abandonado a espacio arbolado y deportivo, con una terminal verde para la clasificación de residuos, el cuidado de animales y veterinaria. Ese es el plan en barrio Arenales.
Futuro inmediato. De playón abandonado a espacio arbolado y deportivo, con una terminal verde para la clasificación de residuos, el cuidado de animales y veterinaria. Ese es el plan en barrio Arenales. Foto: Mauricio Garín
Y la virtualidad, que acercó oferta y demanda durante la pandemia, se convirtió también en recurso para que "muchas compañeras terminen la secundaria, con acompañamientos educativos de militantes que en forma desinteresada acompañaron a vecinas y vecinos de este lado". "De este lado", una acertada y dramática expresión para graficar la grieta material y social, visible o intangible que separa el mundo por encima y por debajo de la línea de pobreza.
Siguiendo con el vaso medio lleno, "lo bueno es que van a empezar obras", dice Albornoz con entusiasmo. El Potenciar Obras que viene desde Nación posibilitará iniciar, en breve, la reforma de la casa de las Mujeres y Disidencias, "un lugar de mucha pertenencia para vecinas y feminidades que llegan allí luego de atravesar situaciones de violencia".
No es el único plan: para más adelante esperan recuperar el playón ubicado en Arenales (ver foto) que desde 2003 está "abandonado". En efecto, un solitario arco de fútbol es lo único que delata algún uso recreativo -tan necesario para la salud de chicos y grandes- del espacio ubicado por calle Uruguay. El resto es pasto, suelo irregular, residuos y una telaraña de cables en los postes.
"Ahora va a ser un lugar de dignidad para que sea aprovechado y se pueda hacer deporte". Allí se va a ubicar un "Punto Verde" de la Municipalidad para el cuidado de los animales que son utilizados en la recolección informal de residuos.
La materialización de una y otra obra está cada vez más cerca: "compramos la indumentaria de seguridad para quienes van a trabajar en la recuperación de esos espacios". Y en breve se espera poner manos a la obra.
El salario en la agenda
Las organizaciones sociales resultan un importante sostén en la tarea de acompañar, asistir y promover a los grupos más vulnerables. Se estima que en el país, los comedores comunitarios dan de comer a unos 11 millones de personas. "Pero no debe entenderse como un voluntariado; es un trabajo", señala María Claudia Albornoz. "Es hora de empezar a reconocer ese trabajo con un salario", insiste y apela a la institución que lidera para ejemplificar: "Son horas las que demandan cocinar 250 viandas, 500, 2.000 al mes". El tema ya fue planteado en el gobierno nacional y tiene un correlato en la prevención de la violencia de género. ¿Por qué? "Porque la autonomía económica evita que una mujer dependa de un violento".
Rubén Sala, de Santa Rosa de Lima: "La demanda es incesante"
Mauricio Garín Recursos. La informalidad aumenta y el auxilio oficial no alcanza. El rebusque es una manera de sobrevivir.
Recursos. La informalidad aumenta y el auxilio oficial no alcanza. El rebusque es una manera de sobrevivir. Foto: Mauricio Garín
Si durante algunas semanas la pandemia por Covid-19 dio una tregua en el número de contagios, la situación social derivada de la falta de trabajo y la demanda de mayor asistencia no decayó nunca; al contrario, creció.
Las dificultades para ingresar en los domicilios a hacer refacciones, la merma en el trabajo doméstico y la ausencia de changas complicaron un panorama que ya venía siendo difícil de sortear, asegura Rubén Sala. Si bien reconoce que hubo auxilio del gobierno a través de distintos subsidios y más comedores, considera que nada alcanza "porque la demanda es incesante".
En la sede donde funcionaba el Centro de Cuidado Infantil, destinado a que personas que trabajan en recolección informal dejen a hijos e hijas -que permanece cerrado por la pandemia-, se organizaron dos comedores, o mejor dicho, dos cocinas que elaboran unas 120 viandas al mediodía para ser compartidas entre las familias más necesitadas. Esto fue posible por un convenio con el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, un refuerzo del MTL nacional y el auxilio de la Asociación Israelita I.L. Peretz que va a proveer de mil bolsas de alimentos que fabrica la UNL.
Para Sala está claro que se necesitan decisiones urgentes para paliar una crisis de la que nunca se termina de salir. Pero suma una crítica que es, a la vez, una propuesta: "La única organización que tiene estructura en todos los barrios populares es la escuela. No hacía falta que abran los comedores, pero sí que abran las cocinas y que la gente lleve la comida a su casa".
Para el dirigente social "este tiene que ser un reclamo de la sociedad, no aislado. Nosotros y muchos compañeros estamos cocinando a veces con leña y en lugares que no son los adecuados, mientras que la escuela es el único organismo que tiene estructura en todos los barrios y tienen la lista de chicos, chicas y las familias que necesitan asistencia".