Los argentinos, ¿de dónde venimos? ¿A dónde vamos?
Corría el año 1981. La sociedad argentina esperaba la vuelta de la democracia y los obispos reunidos en la XLII Conferencia Episcopal Argentina, produjeron el documento "Iglesia y Comunidad Nacional", que nos va a servir para orientar estas reflexiones.
Archivo Contingentes de inmigrantes en el comedor del Hotel destinado a recibirlos en el puerto de Buenos Aires (1905).
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Como en la vida personal, también las naciones en momentos de crisis suelen plantearse el problema de la identidad. Hay momentos en que nos asaltan preguntas, como ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿porqué soy así? Declaraciones presidenciales no hace mucho, nos obligan a tratar de aclarar estos interrogantes. ¿Venimos de los barcos?, ¿o de los pueblos originarios, que solemos llamar indios? La misma pregunta se hacían muchos argentinos hace treinta años...
Corría el año 1981. La sociedad argentina esperaba la vuelta de la democracia. Preparando los nuevos tiempos, los obispos se reunían en la XLII Conferencia Episcopal Argentina, entre el 4 y el 9 de mayo de ese año. Como fruto de esas deliberaciones, produjeron el documento; "Iglesia y Comunidad Nacional", que nos va a servir para orientar estas reflexiones.
En el preámbulo señalan que "una meditación profunda sobre la vida de nuestro pueblo nos conduce necesariamente a considerar el pasado, a auscultar con atención el presente y así vislumbrar su futuro y su destino". Pero nos advierten, "es una tarea difícil, que con frecuencia no llega a juicios ciertos y a evaluaciones claras del pasado. A veces sólo presenta interrogantes, pero también los interrogantes sirven para prevenirnos y orientarnos en la construcción del futuro". Empecemos entonces, dirigiendo nuestra mirada a los tiempos fundacionales, por preguntarnos; ¿cómo influyó la llegada del europeo al continente americano?
Los obispos nos dicen, "el espíritu cristiano que la Iglesia sembró en el momento en que el elemento autóctono enfrentaba al llegado desde Europa, contribuyó a crear un dinamismo generador de un nuevo tipo cultural y de una particular unidad espiritual a escala latinoamericana". Cabe preguntarnos, ¿cómo se difundió ese espíritu? Nos responde el documento, "la Iglesia, al predicar la fe e impartir el bautismo al indígena reconocía su carácter racional y humano". Y también, "procediendo así, cultivaba en él la conciencia de la propia dignidad del Hombre, hijo de Dios, e impulsaba al europeo al reconocimiento de esa dignidad". "Por eso la Fe y el Bautismo recibidos por la mayoría, fueron semilla de una básica conciencia de igualdad y de la posesión de derechos comunes al blanco y al indio".
Todo este proceso, que tuvo luces y sombras, desembocó en una realidad no siempre destacada; "ello contribuyó a fortalecer una tendencia integradora de culturas a través del mestizaje". Así en el término de un siglo, nace una nueva cultura, fruto de la integración del indígena, el negro y el conquistador hispano-lusitano, que desemboca en un "hondo e integrador mestizaje cultural".
Somos un pueblo nuevo….
Pocas veces tenemos en cuenta nuestra originalidad, porque "América integrada políticamente a España, no fue una mera repetición cultural, ni de España ni de las culturas precolombinas…". Y aquí está la novedad, "nació y se formó un nuevo pueblo". Y así en la conciencia de esta nueva y propia identidad, en la conciencia común y solidaria de una propia identidad, que se expresa en el espíritu de libertad, se preparó, ya desde entonces, el principio de la futura independencia.
Pero ese proceso estuvo atravesado por difíciles circunstancias. Los primeros cincuenta años estuvimos enfrentados a una suerte de guerra civil, que parecía tener fin con la sanción de nuestra Constitución en 1853. Pero los enfrentamientos siguieron. "La preocupación de promover, por medio de la inmigración, el crecimiento demográfico del país, implicaba para algunos el deseo de cambiar su identidad cultural, subordinándola a la ideología del mero progreso material y económico."
Y llegaron los barcos, "con inmigrantes de origen latino y católico". Esta oleada inmigratoria, lejos de significar una ruptura, "la afirmó en sus raíces más genuinas y permitió a los inmigrantes y a sus hijos una integración que llevará a éstos a contribuir activamente en la formación del país de los argentinos, con todas las características que nos son propias".
El desafío de nuestra época
De esta América hispana surgió la Nación Argentina. En esta convulsionada realidad que nos toca vivir, es bueno que tratemos de pensar el futuro que desearíamos para nuestra Patria. Y entonces podríamos plantearnos los interrogantes que los Obispos se hacían en 1981, cuando se preguntaban: ¿perseveraremos en partir de la base de un humanismo impregnado de espíritu cristiano? ¿Y cómo mantener un espíritu abierto, acogedor y pluralista? ¿Continuaremos en la unidad cultural que nos marcó en los comienzos o recomenzaremos desde otro nacimiento? En todo caso, ¿cómo ser fieles a nuestra identidad, sin dejar de asimilar creativamente los valores que aportan otras culturas y la misma evolución de los tiempos? Y ¿cómo abrirnos a lo universal sin caer en cómodas subordinaciones o en fáciles imitaciones? Tengamos siempre presente que "del amplio ámbito de aquella unidad cultural surgieron la Nación argentina y otras Naciones hermanas. El pueblo argentino nace en el espacio fraterno de la solidaridad latinoamericana que no puede ser borrado de la memoria histórica."
Esperamos que este documento nos ayude a encontrar caminos de integración, para que podamos cerrar las grietas que nos impiden crecer como un pueblo de hermanos.
En la conciencia de esta nueva y propia identidad, en la conciencia común y solidaria de una propia identidad, que se expresa en el espíritu de libertad, se preparó, ya desde entonces, el principio de la futura independencia.
Ese proceso estuvo atravesado por difíciles circunstancias. Los primeros cincuenta años estuvimos enfrentados a una suerte de guerra civil, que parecía tener fin con la sanción de nuestra Constitución en 1853. Pero los enfrentamientos siguieron.