Roberto Schneider
“La invocación”, obra de Sebastián Roulet estrenada en Teatro La Abadía es uno de los mejores trabajos de la escena local.
Roberto Schneider
Esta es “una versión absurda de la historia de un invento que cambió nuestras vidas”, según expresan en el programa de mano los hacedores de “La invocación”, obra de Sebastián Roulet estrenada en Teatro La Abadía. Es también uno de los mejores trabajos de la escena local. Que hay que saber escuchar, que para eso están las buenas propuestas. Prestar el oído, de eso se trata. Para después comprometerse. El equipo de realización se caracteriza por la investigación, tanto textual como actoral. El autor resulta nuevo para los santafesinos, y cuando asume la dirección junto a la talentosa María Flavia Del Rosso, eluden formas rutinarias y se arriesgan en la búsqueda de un estilo que los identifique.
La obra está estructurada con inteligencia. Roulet es además actor y sabe perfectamente que la simple presencia física de los personajes debe contribuir a crear una serie de situaciones que sólo son vueltas inevitables sobre un mismo punto. Su mundo es con historia, una situación que sólo cambia en la superficie, una agonía que tiene para el microscopio. Con humor, que lo torna más inteligente.
El autor crea unos personajes y una situación social en donde no tienen cabida las reflexiones éticas. Los cuatro seres que están en la escena se debaten entre esperanzas, ideales y hasta puñaladas mutuas. Así, “La invocación” es como un desgarro del ser humano, que fluye a medida que pasa el tiempo. Sus personajes tienen viveza y crudeza y están llenos de temple y fuerza. El diálogo es sobrio, cortante y vivo con, como ya manifestamos, rasgos humorísticos. El espectador dispuesto a escuchar, entra plenamente en la acción.
Del Rosso y Roulet integran el equipo de dirección y ofrecen un trabajo impecable, sin fisuras. Si bien todos los aspectos técnicos son de probada eficacia, los valores altos del montaje están en la interpretación. Todo contribuye a crear una serie de situaciones que enriquece la propuesta. La presencia corporal del elenco construye ese mundo tan particular. Eduardo Fessia está impecable con su rol y lo disfruta ampliamente, con sólidos recursos; Gabriela Feroglio es una actriz inteligente (y muy bella) que otorga fuerza y vehemencia a sus personajes y está muy bien Ruy Gatti, que contribuye a la excelencia.
Párrafo aparte para Miguel Pascual. Otorga a su rol las necesarias dosis de ternura y credibilidad. Su manejo con el cuerpo y la entrega absoluta hacen que su rol sea disfrutable. Es sugerente y precisa la iluminación de Sergio Robinet, son de buena factura el maquillaje y peinados de Melisa Guerrero y son excelente la escenografía y el vestuario de Vito Sáez y Eva Medina. Todos contribuyen con su labor a crear una propuesta enriquecedora, que se agrega a la movediza escena local. Insistimos: para escuchar y para disfrutar con todos los sentidos.