El último álbum de Axel Krygier, entre el collage y la electrónica, confirma el universo del autor, donde la experimentación avanza un poco más hacia la construcción de sólidos y caóticos paisajes sonoros.
Gentileza Pablo Mekler Un universo que invita al baile, a la alegría y lo luminoso, pero también a la extrañeza, al horror y la oscuridad , así define Axel su propuesta.
Axel Krygier emprendió una nueva aventura de metamorfosis titulada “Axelotl”. Con referencias cruzadas al cuento de Cortázar y a su carácter anfibio, la obra del multi-instrumentista argentino da un paso más hacia la consolidación de un lenguaje propio e indiscutible. Acerca del álbum, sus procesos y de otras cuestiones (reencuentro con La Portuaria, incluido), conversó con El Litoral.
El foco
¿Quién es hoy Krygier? “No sé”, arranca. “Sé que estudio piano, trabajo componiendo y grabando temas por encargo. Y me ocupo mucho de los sonidos de mi teclado. En otro orden, hago dibujitos, hago las compras, cocino para mi familia, llevo a mi hija al colegio en bici. Si hay shows, ensayo. Si hay fiesta, bailo. Para saber quién es mi héroe tengo que pensar demasiado”.
Pero, ¿cuándo se da la transfiguración de AK en axelotl? ¿En qué momento emerge esa palabra-híbrida, suerte de epifanía? “Muchas veces recibía ese apodo o axolotl de parte de amigos. La sugerencia del nombre vino del productor del disco, Emilio Haro. Lo que hizo el cuento de Cortázar fue poner el foco en lo bizarro de estos animalitos y su nombre tan particular”.
Emilio Haro, justamente, tiene un papel sumamente importante en la confección del álbum. “Aparece para dar una devolución del disco aparentemente terminado y, al poco tiempo, me hizo una propuesta para reelaborarlo. Por un lado, trabajo ajustando ritmos, elaborando los timbres de batería y depurando el sonido general. Por el otro, me instó a cambiar algunas cosas, a componer letras y melodías allá donde sólo había paisajes sonoros, y a ajustar las formas de los temas”.
Metamorfosis
“Axelotl” es el resultado -mejor dicho, la transformación- del “set caótico y bailable” en disco. Krygier cuenta que “para poder tocar solo, desarrollé un dispositivo que me permite tocar sonidos de batería y bajo con mi mano izquierda en el teclado, y melodías y otros timbres con la melodía derecha”. En mood hombre orquesta, algo que le sienta muy bien al músico, “mi repertorio adquirió un tinte más electrónico y bailable, y comencé a inventar temas directamente para esa configuración. En la práctica, exige grabar, luego asignar los sonidos en el sampler y volver a grabar”.
La estructura del álbum responde a la idea de collage. Un buen ejemplo de ello es “Rapsodia sueca”, canción compuesta a partir de archivos sonoros usados en radio espionaje de ultramar durante la Guerra Fría. “Llegué al material”, contextualiza Axel, “a partir de una invitación que recibí para participar en una instalación/performance artística para una galería de arte. La directora del evento me pasó un sitio web donde pueden bajarse decenas de estos archivos de onda corta con mensajes cifrados. A partir de ahí, asigné en el sampler un archivo por tecla, que se dispara simultáneamente con los sonidos más musicales del tema, de modo casi aleatorio”.
Gentileza Prensa La Portuaria fue la banda donde aprendí a estar bien parado en un escenario, a bailar y hacer show , rememora Krygier a propósito del reencuentro.
“La Portuaria fue la banda donde aprendí a estar bien parado en un escenario, a bailar y hacer show”, rememora Krygier a propósito del reencuentro.Foto: Gentileza Prensa
Para coreografiar
En cuanto al concepto, Krygier reconoce que “como sucede tantas veces en los discos, la estructura y el armado del ‘guión” llega cuando los temas están casi terminados. Algunas canciones quedan afuera por no ajustarse lo suficiente al concepto que sugiere el conjunto. Y así, el remate del disco es el orden de los temas y su nombre”.
Son nueve las piezas que componen “Axelotl”: “Rapsodia sueca”, “Bom bam bam”, “Quemándome al sol”, “La anguila”, “Chiwawa”, “Doña realidad”, “Indio peregrino”, “Que toque” y “Mantra raya”. Divididas en lado A y B, las canciones reflejan el universo Krygier: “un universo que invita al baile, a la alegría y lo luminoso, pero también a la extrañeza, al horror y la oscuridad”. O, como dice la canción compuesta para la banda de sonido de “El hombre que perdió su sombra”: todos somos luz y somos sombra.
-¿Con qué otros objetos culturales entendés que dialoga “Axelotl”?
-De una punta a la otra, es un disco dedicado a los bailarines y la danza. Espero que puedan usarlo para coreografiar y dar clases, como sucede con mis discos anteriores.
Universos paralelos
-A la par de “Axelotl”, compusiste la banda sonora de las obras “El hombre que perdió su sombra” y “Happyland”, y una obra inspirada en la sonata “Patética” de Beethoven. ¿Qué significa para vos asumir estos desafíos-lúdicos y qué conexiones encontrás con el resto de tus producciones?
-Justo las tres obras que nombrás me representan personal y artísticamente. Fueron propuestas que me motivaron muchísimo, y puse todo de mí. La diferencia con mis producciones como solista, radica en que el germen de esas piezas viene de una propuesta externa, y el eje de las mismas permanece fuera de lo que sería la creación personal absoluta.
-Meses atrás fue publicado “Navegar es preciso”, el registro del show en Niceto a fines de 2020. ¿Cómo viviste esa experiencia de reencuentro en el marco de un año muy complejo? ¿Qué lugar ocupa La Portuaria en tu vida: qué cosas aprendiste y te cambiaron al pasar por el grupo?
-El show de Niceto fue la ocasión de reencontrarme con La Portuaria por primera vez después de 25 años. Fue divertido ponerse en el papel de vientista otra vez, y recordar el repertorio que tantas veces tocamos durante los años 90. La Portuaria fue la banda donde aprendí a estar bien parado en un escenario, a bailar y hacer show. Y también aprendí a disfrutar los largos viajes en micro, la vida dentro de esa pequeña manada.