Roberto Maurer
Los brazos en cruz , flameando su camisón celeste y la mirada fijada en el vacío desde la altura de un campanario, minutos después se habrá estrellado contra el piso. Con el rostro apoyado en el cordón de la cuneta y los ojos cerrados, será el momento más convincente de Juanita Viale como actriz durante toda la tira, cuando hizo de muerta. Es una paradoja que el final de “Malparida”, tan trágico, haya coincidido con la alegría provocada por el renacimiento de la ficción en la tele, según el consenso de a ratos exaltado de los medios. En poco tiempo brotaron nuevas tiras bien producidas, con elencos de relumbrón y apoyo de la audiencia.
Así, “Gran Hermano” y su primo de sangre “Soñando por bailar”, odiados por las conciencias limpias, son señalados como un contraste vergonzoso en esta celebración de una especie de resurrección del arte frente a la mediocridad de los realities. Inclusive, se festeja la apertura de fuentes de trabajo para actores, suministrando cifras como lo haría el Ministerio de Trabajo al informar acerca de la creación de empleo en la industria, cuando en realidad se trata de evaluar productos de la cultura del entretenimiento, y no la situación del mercado laboral. La existencia de actores desocupados provoca tristeza, pero se trata de artistas que eligieron una vocación, y no de albañiles y torneros.
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