Lo que debía ser el viaje soñado de una familia rusa a la isla de Langkawi, en Malasia, terminó en tragedia: Vladimir “Vova” Yakubanets, un nene de apenas dos años, murió tras ser picado por una aguaviva venenosa mientras jugaba en la orilla de la playa Chenang. El pequeño estaba en aguas poco profundas cuando de repente gritó pidiendo ayuda; su mamá lo sacó del mar y lo llevó hacia su papá, que vio cómo, en cuestión de segundos, el niño dejaba de respirar en sus brazos.
En medio del pánico, el padre intentó reanimarlo con maniobras de RCP mientras otros turistas se acercaban para ayudar. Rápidamente llevaron al nene hacia los socorristas de la zona, pero, según denunció la familia, solo le limpiaron la herida con vinagre y lo derivaron a una clínica cercana, desde donde fue trasladado de urgencia a un hospital ubicado a más de 140 kilómetros. El tiempo de respuesta y la falta de recursos adecuados se convirtieron en un factor crítico.
La situación se agravó aún más porque en el lugar no contaban con el antiveneno necesario para tratar la picadura. De acuerdo con voceros de defensa civil de Langkawi, el niño llegó al hospital casi sin signos vitales, aunque los médicos lograron reanimarlo después de dos horas de trabajos intensivos. Recién entonces el hospital pidió el antídoto a la ciudad de Penang, mientras el cuadro del pequeño seguía siendo extremadamente delicado.
Pese a todos los esfuerzos, Vladimir murió cuatro días después en el Hospital Sultanah Bahiyah, en la ciudad de Alor Staron. El veneno de la medusa le provocó severas lesiones en las piernas y un paro cardíaco del que nunca pudo recuperarse. La noticia conmocionó tanto a la comunidad local como a los turistas que se encontraban en la zona, un destino conocido por sus playas paradisíacas.
Los papás de Vladimir, Nikita y Olga.
Desgarrados por la pérdida, los padres del nene, Nikita y Olga, aseguraron que no iniciarán acciones legales por presunta negligencia, pero sí quieren que la muerte de su hijo funcione como una advertencia para otras familias sobre los peligros de las especies marinas venenosas. “Creemos que ese fue el propósito de su vida: salvar a otros, evitar futuras tragedias. Vladimir era muy bueno, muy inteligente. Éramos una familia feliz”, expresó el papá, todavía conmocionado.
La mamá, por su parte, definió a su hijo como “un héroe” y “un angelito” y contó que todos los días le decían cuánto lo amaban. Tras el desenlace, la familia decidió cremar el cuerpo del niño y llevar sus cenizas de regreso a Rusia. Mientras tanto, el caso reavivó el debate sobre la falta de información y recursos en algunas zonas turísticas frente a la presencia de medusas y otras especies peligrosas en el mar.