En 1992, el politicólogo estadounidense Francis Fukuyama sacó a la luz su libro "El fin de la historia y el último hombre" (sobre un ensayo anterior, de 1989), en donde predecía que el futuro de la humanidad pasaba a ser el dominio absoluto de las democracias liberales.
Desde esa fecha, hasta el día de hoy, la marcha de los acontecimientos ponen en tela de juicio el criterio antes mencionado.
Han transcurrido -nada más ni nada menos- más de tres décadas y lo que observamos es que el mundo se debate bajo la influencia de poderes que pregonan sistemas opuestos, en lo que se refiere al tipo de gobierno y al tipo de economía, llegando al control social de múltiples maneras.
Enumerando hechos que ya son historia podemos hacer referencia al reordenamiento en los años de la guerra fría, la caída de la Unión Soviética y su proyecto comunista, convertido hoy en un capitalismo no tan liberal, el surgimiento de China como potencia, acompañados por potencias emergentes como los BRICS.
Acompañando ese proceso, en 1948 se establece Israel como nación: un pequeño lunar en la geografía mundial, que a muchos les importa; para algunos como aliado y partícipe del proyecto de las democracias liberales de Occidente; para otros, como objetivo a eliminar de la faz de la tierra.
No voy a enumerar los éxitos israelíes a través de la historia. Ni tampoco la cantidad de guerras que ha ganado, con gran costo humano y material. Pruebas de quiénes son los amigos y quiénes los enemigos hay sobradas.
Por eso sostengo que tras el mazazo recibido el 7 de octubre de 2023 estamos ante la muerte del paradigma de convivencia con las poblaciones árabes de Cisjordania (territorios anexionados ganados en una guerra que inició Jordania) y la Franja de Gaza (territorio que Israel anexionó al ganarle la guerra a Egipto en 1967).
El gobierno israelí desocupó este último enclave en 2005 (allí vivían aproximadamente 8.000 israelíes), recibiendo como respuesta la organización en dicho lugar de una verdadera máquina de terror, que cometió las atrocidades que son públicas y más que notorias.
El ataque multicardinal que Israel está recibiendo pone en evidencia la acción mancomunada de variados proxies de Irán; Hezbolá desde Líbano, Hamás desde Gaza, los hutíes desde Yemen, las milicias sirias e iraquíes, así como las acciones de insurgencia en el West Bank (Judea y Samaria histórica).
Las políticas del nuevo jefe de la Casa Blanca se dirigen hacia el fin de una historia y al comienzo de otra: un reordenamiento mundial en función de los intereses de las grandes potencias.
Por eso mismo, en los próximos días el tío Donald emprenderá una gira para concretar grandes alianzas con los futuros socios del gran plan para Medio Oriente (los Acuerdos Abraham). Y hay grandes expectativas para ver hacia dónde marcha la cuestión.
En el ámbito doméstico la guerra en Gaza continúa. Creo que de un vez por todas hay que darle un corte; finalizar la vieja historia y emprender una nueva. Por lo pronto la Franja de Gaza está siendo dividida por el ejército para defender a la población civil y combatir a los terroristas de forma intensa, acotando su posibilidad de movimiento.
Hace unos días, luego de regresar del exterior -dos horas después del aterrizaje- impactó un misil balístico de los Hutíes en el aeropuerto civil de Tel Aviv a pocos metros de donde mi familia y yo habíamos estado.
Dos días más tarde Israel destruyó el aeropuerto de Sana (capital del Yemen), a 2.000 kilómetros de distancia con más de treinta bombarderos ("ojo por ojo, diente por diente", expresión que cada vez se escucha más entre la población).
Hamas pretende condiciones inaceptables para llegar a un acuerdo devolviendo los secuestrados, pronto se darán cuenta que los viejos paradigmas de los cuales se aprovecharon han muerto, como dicen los chovinistas el león está parado y luchará hasta el triunfo final ("siembra vientos y cosecharás tempestades", Oseas 8:7 Viejo Testamento).
(*) Santafesino radicado en Israel desde 2002.
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