Sólo hubo sillas y se habló de abrazar la incomodidad. No hubo nombres propios. No se hizo ninguna mención explícita. Pero nadie entre los presentes tuvo dudas. Alan Garber, director de Harvard, estaba respondiendo al ataque de Donald Trump.

En medio de la ofensiva del gobierno de Donald Trump contra las universidades de élite, el presidente de Harvard, Alan Garber, defendió los valores de apertura, pluralismo y pensamiento crítico frente a miles de graduados.

Sólo hubo sillas y se habló de abrazar la incomodidad. No hubo nombres propios. No se hizo ninguna mención explícita. Pero nadie entre los presentes tuvo dudas. Alan Garber, director de Harvard, estaba respondiendo al ataque de Donald Trump.
Fue durante la ceremonia de graduación de la Clase 2025 de la universidad más influyente de Estados Unidos. El telón de fondo, una de las ofensivas políticas más duras contra la educación superior norteamericana en la historia reciente.
Desde el escenario, Garber desplegó un discurso a contracorriente del clima que hoy impera en Washington: pidió a los nuevos profesionales que vivan en un "estado de curiosidad" y que no teman equivocarse. En otras palabras, que no acepten la verdad como dogma ni la ignorancia como bandera.
La embestida no fue menor. Desde hace semanas, la administración de Donald Trump ha dispuesto recortes millonarios de fondos, rescindido contratos federales, exigido datos personales de estudiantes extranjeros y prohibido temporalmente las entrevistas para nuevas visas estudiantiles.
¿El motivo? La Casa Blanca acusa a Harvard de fomentar el antisemitismo y de mantener una política de admisiones "injusta" y opaca. El expresidente incluso ha dicho: "Queremos los nombres y países de origen de todos los estudiantes extranjeros".
La respuesta institucional de Harvard fue firme pero sobria. Rechazaron los señalamientos como infundados, pero evitaron la confrontación directa. Hasta ahora.

"El mundo nos tienta con el pensamiento cómodo, esa forma de convencernos de que nuestras ideas siempre son correctas", dijo Garber ante una audiencia repleta de familias, colegas y estudiantes. "Pero la certeza absoluta y la ignorancia voluntaria son dos caras de una moneda sin valor".
No necesitó mencionar a Trump. El subtexto era transparente: el dogmatismo, la persecución ideológica, el cierre de fronteras al conocimiento, no tienen lugar en una universidad fundada en 1636 bajo el principio de la libertad intelectual.
El pasaje más aplaudido del discurso llegó cuando Garber instó a los egresados a mantenerse incómodos, a nunca dejar de cuestionar sus certezas y a estar siempre dispuestos a cambiar de opinión. "Mi esperanza es que se sientan cómodos estando incómodos. Que recuerden estas sillas plegables cada vez que crean haberlo entendido todo", dijo.

En una clara alusión a la diversidad del alumnado y al aporte internacional que Harvard promueve, remató: "Ustedes son la esperanza encarnada de esta institución. Prueba viva de que nuestra misión cambia no solo vidas individuales, sino también el rumbo de comunidades enteras".
Detrás del estilo mesurado del discurso late un conflicto mucho más profundo. Trump ha hecho de la educación un nuevo frente de batalla en su narrativa electoral. Harvard, como símbolo de la elite ilustrada y progresista, se ha convertido en blanco perfecto.
El cierre de visas, la revisión de redes sociales de postulantes internacionales, la cancelación de becas y la amenaza de cortar definitivamente los lazos con universidades que "no protegen a estudiantes judíos" forman parte de un paquete de medidas sin precedentes.
Mientras Trump redobla la presión para imponer una visión restringida y nacionalista del sistema educativo, Harvard apuesta por mantenerse abierta al mundo.
En tanto, la jueza federal Allison Burroughs del Distrito de Massachusetts amplió una orden de restricción temporal que bloquea la decisión del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de revocar la certificación de Harvard en el Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio (SEVP).
Esta revocación habría impedido a la universidad inscribir nuevos estudiantes internacionales y obligado a los actuales a transferirse o abandonar el país.
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