La victoria del candidato islámico Mohamed Mursi en Egipto ha despertado en Israel preocupación por el futuro y alimentado el miedo a un mayor aislamiento en la región.
"Tinieblas en Egipto", titulaba hoy el diario israelí "Jediot Achronot". Pero en la Franja de Gaza, donde gobierna el grupo radical islámico Hamas, el éxito del "hermano mayor", la Hermandad Musulmana, fue muy celebrada: los seguidores de Hamas salieron en la noche del domingo a las calles tocando bocinas, repartiendo dulces y disparando salvas al aire.
Tras la victoria de Mursi, Hamas espera un mayor acercamiento al poderoso Egipto, apoyo en la lucha de resistencia contra Israel y una mayor apertura de las fronteras. "El perdedor en esta lucha es Israel y sus aliados en la región", celebró el líder de Hamas, Mahmud al Sahar, con vistas a su organización rival Al Fatah.
El moderado presidente palestino, Mahmud Abbas, sigue perdiendo apoyos en la lucha de poder interna palestina con la victoria de Mursi. La Hermandad Musulmana proporcionará a Hamas "nuevas fuerzas que le permitirán retar seriamente a la Organización para la Liberación de Palestina como único representante legítimo del pueblo palestino", escribía un comentarista del diario palestino "Al Ajam".
Hamas es ideológica y religiosamente cercano a los Hermanos Musulmanes ya que originalmente surgió de la organización egipcia. Y para Israel será difícil en el futuro actuar con dureza contra Hamas sin enfadar al vecino que fuera hasta ahora su protector.
Tras la victoria de Mursi, Israel teme que la ya fría paz que existe con Egipto pueda congelarse aún más. "El mundo se rió de nosotros cuando tildamos la Primavera Árabe de ’invierno islámico’", comentaba un representante del gobierno al diario "Haaretz". "Pero ahora todos entienden cómo es la situación".
Especialmente alarmante para Israel son las declaraciones de Mursi de que aspira a estrechar sus relaciones con el mayor enemigo de Israel, Irán. Un eje islámico prácticamente ante la puerta de casa sería para Israel una catástrofe estratégica.
Jerusalén no está contento con el resultado de las elecciones en Egipto, pero no quiere que se deterioren las relaciones con el nuevo presidente, por lo que la primera reacción del jefe de gobierno israelí, Benjamin Netanyahu, fue formulada con extrema cautela. No hubo felicitaciones, pero Netanyahu destacó el deseo a seguir colaborando.
Israel toma nota de que Mursi, en su primer discurso, destacó su intención de respetar los acuerdos internacionales de su país. Egipto se convirtió en 1979 en el primer país árabe en firmar un tratado de paz con Israel y además desempeñó en la región un importante papel como mediador entre Israel y Hamas o en el frágil proceso de paz, que quiere seguir desempeñando.
Sus buenas relaciones con los militares egipcios son para Israel de importancia existencial: por un lado, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas ha limitado las competencias del presidente, retirándole algunas como la decisión sobre una guerra. Por otro lado, Israel depende del apoyo de Egipto en la lucha contra terroristas y traficantes en los más de 200 kilómetros de frontera con ese país.
Un comentarista del diario "Yediot Aharonot" escribió que Egipto depende demasiado de la ayuda financiera estadounidense como para realizar verdaderos cambios en la política hacia Israel. Además, de ninguna manera Egipto se ha convertido de la noche a la mañana "en un país enemigo que amenace las fronteras israelíes".
Sin embargo, en la calle el sentimiento es otro. Es un desastre para Israel, dijo el empresario de 47 años Ami en Tel Aviv. "Hamas en Gaza, Hizbollah en el norte, y ¿cuánto tiempo tardará también Jordania en colapsar y que Israel esté rodeada de fanáticos que nos quieran lanzar al mar?".
Fuente: DPA




