Durante décadas, el gesto de hacer crujir los dedos se rodeó de advertencias, reproches familiares y una idea instalada casi como verdad absoluta: sonarse los nudillos provocará artritis con el paso del tiempo.

Durante años se instaló la creencia de que el chasquido de las articulaciones anticipa problemas en las manos con el paso del tiempo, pero los estudios científicos permiten revisar ese temor y entender qué ocurre realmente en el cuerpo.

Durante décadas, el gesto de hacer crujir los dedos se rodeó de advertencias, reproches familiares y una idea instalada casi como verdad absoluta: sonarse los nudillos provocará artritis con el paso del tiempo.
La escena se repite en casas, escuelas y oficinas, donde el sonido seco de las articulaciones suele generar incomodidad y preocupación. Sin embargo, más allá de las creencias populares, la ciencia se ocupó de analizar este hábito cotidiano para determinar si realmente existe una relación directa con enfermedades articulares.

El debate no es menor. Millones de personas en todo el mundo se truenan los dedos a diario, ya sea como costumbre inconsciente, forma de liberar tensión o simple manía. Comprender qué ocurre dentro de las articulaciones y qué dice la evidencia científica permite separar mitos de hechos comprobables.
El sonido característico que se produce al sonarse los dedos no proviene del roce entre los huesos, como suele creerse. Dentro de las articulaciones existe un líquido sinovial que actúa como lubricante y amortiguador. Este fluido contiene gases disueltos, como nitrógeno y dióxido de carbono.

Cuando se estira o flexiona una articulación de forma brusca, se genera un cambio de presión en el interior de la cápsula articular. Ese descenso repentino provoca la formación de una burbuja de gas, que colapsa y produce el conocido chasquido. Este proceso, llamado cavitación, explica por qué el sonido no puede repetirse de inmediato en la misma articulación.
Desde el punto de vista fisiológico, este fenómeno no implica, por sí mismo, un daño estructural. La cápsula, los ligamentos y el cartílago no sufren una lesión directa a causa del sonido, aunque la sensación puede resultar incómoda para quienes lo observan o escuchan.
A lo largo de los años, diversos estudios analizaron si existe una relación entre sonarse los dedos y el desarrollo de artritis, especialmente la artrosis, que es la forma más común de esta enfermedad. Los resultados coinciden en un punto central: no se encontró evidencia concluyente que demuestre que este hábito cause artritis.
Investigaciones que compararon personas que se truenan los dedos de manera habitual con otras que no lo hacen no detectaron diferencias significativas en la aparición de esta patología. Incluso existen casos documentados de individuos que realizaron esta práctica durante décadas sin desarrollar signos de desgaste articular atribuibles a ese gesto.
La artritis se asocia principalmente a otros factores: envejecimiento, predisposición genética, lesiones previas, sobrecarga mecánica, obesidad y determinadas enfermedades inflamatorias. En ese contexto, el crujido de los dedos no figura como una causa directa ni como un factor de riesgo determinante.
Esto no significa que cualquier hábito repetitivo sea completamente inocuo. Algunos especialistas advierten que realizar movimientos forzados de manera constante podría generar molestias, inflamación leve o disminución transitoria de la fuerza de agarre en ciertos casos, aunque estas consecuencias no se vinculan de forma directa con la artritis.
Motivos por los que persiste el mito
La persistencia del mito se explica, en gran parte, por la necesidad de encontrar causas simples para enfermedades complejas. La artritis suele manifestarse con dolor, rigidez y pérdida de movilidad, y resulta tentador atribuir su aparición a gestos cotidianos fácilmente identificables. Sin embargo, la realidad médica suele ser más compleja y multifactorial.

Desde una mirada estrictamente científica, sonarse los dedos no provocará artritis. No obstante, algunos profesionales recomiendan moderar el hábito si se convierte en una conducta compulsiva o si genera dolor. El cuerpo suele ofrecer señales claras cuando una acción no resulta conveniente, y la presencia de molestias persistentes amerita una consulta médica.
Más allá del debate médico, el tema también abre una reflexión cultural. La actividad física regular, el cuidado del peso, la alimentación equilibrada y la prevención de lesiones tienen un rol mucho más relevante en la salud articular que el sonido de unos nudillos.
En definitiva, el crujido de los dedos seguirá siendo motivo de discusiones familiares y miradas reprobatorias. La diferencia es que hoy la ciencia ofrece una respuesta clara: el ruido no anticipa artritis. Entenderlo permite desterrar un mito arraigado y poner el foco en aquello que realmente importa para cuidar las articulaciones a lo largo del tiempo.