Queridos Amigos. ¿Cómo están? Hoy celebramos el segundo domingo de Adviento. En primer plano aparece Juan Bautista que actúa en el desierto predicando la conversión y el perdón de los pecados. Nos invita a hacer un camino personal de cambio, a fin de que Jesús pueda encontrar un lugar en nuestro corazón. ¿Seremos capaces de hacerlo? ¿Habrá tiempo y lugar para Dios en nuestra vida?
El escritor ruso Fiodor Dostoievski nos relata esta maravillosa historia: "…Una abuela, va de prisa por un caminito. Unas personas la ven muy apurada y preguntan: Abuela ¿a dónde vas? A la capilla para encontrarme con Dios. Pero Abuela, le dicen, este camino, no conduce a la capilla. La abuela se para y dice: si este camino no conduce a Dios, entonces ¿para qué existe este camino?" Verdaderamente, qué bello y profundo es el mensaje que nos comunica Dostoievski: si todo lo que inventamos, decidimos, y hacemos no nos conduce a Dios, es decir no nos hace mejores, no nos ayuda a ser más humanos, no nos abre a los demás: ¿para qué sirve?
En el Evangelio de hoy, la exhortación de Juan Bautista es clara: "Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas". Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
Mis queridos amigos, no se trata de un simple anuncio del Profeta del desierto, es una propuesta concreta, un plan orientado al cambio de nuestra vida personal y comunitaria. Para conseguirlo, necesitamos hacer dos movimientos: abajar las colinas y rellenar los valles. Los ingenieros que construyen caminos en altas montañas saben muy bien que es una tarea extremadamente dificultosa; hay que mover mucha tierra, sacarla de un lado y agregar en el otro para que aparezca un camino parejo.
Pero Juan Bautista citando al profeta Isaías, no se limita a las cosas materiales. Su pretensión es mucho más alta. Isaías es un poeta, que, con su simbología, hace referencia al corazón humano. El corazón humano es el lugar que hay que preparar, porque en nuestro corazón también hay montañas, y grandes; y también valles que hay que rellenar.
Pero: ¿Cuáles son los montes y las colinas en nuestra vida personal y comunitaria que hay que aplanar?
Los montes y las colinas que hay que abajar hacen referencia: al pecado, a la ambición, al orgullo, a la soberbia, a la corrupción, al egoísmo y a la injusti¬cia.
Y ¿Cuáles son nuestros valles que hay que rellenar? Son el símbolo de todo lo que debe ser potenciado. Sobre todo, el amor, la solidaridad, la comprensión, la fraternidad, etc.… Sólo abajando los antivalores y potenciando todo lo noble, es posible otra sociedad, más justa y fraterna.
El Centro de Estudiantes del Colegio San José de la ciudad de Esperanza, donde estoy trabajando actualmente, hace un par de años, colocó en varias escaleras que conducen al nivel secundario, valores importantes. Subiendo por la escalera podemos leer: estudio, esfuerzo, responsabilidad, respeto, trabajo, solidaridad, exigencia, agradecimiento, etc. Al colocar estos valores en un lugar tan visible –nuestros jóvenes- quieren decirnos que se llega a la meta, a la cumbre esforzándose, subiendo permanentemente y no viviendo acostados o de brazos cruzados. Ellos saben que sin el esfuerzo no se logra nada. El "mérito" es el camino y no el facilismo o la mediocridad que nos propone con frecuencia nuestra sociedad.
No cada camino que nos propone la "sociedad de hoy" conduce a Dios y asegura la felicidad. Lamentablemente, muchas veces buscamos la felicidad por los caminos equivocados. La gran enfermedad occidental y no solo es pensar: "seré feliz cuando… tenga cierta cantidad de dinero, gane un premio, consiga esto o aquello, entonces seré feliz". Y sin embargo no es así.
El doctor Campolo a cada uno de sus pacientes que atendía, preguntaba: "Si pudiera vivir su vida otra vez, ¿qué haría diferente? Se repitieron tres repuestas: 1). Reflexionaría más. 2). Me arriesgaría más. Dejaría la vida cómoda, pensando sólo en mí, para jugarme por los demás. 3). Haría más cosas que permanecieran después de mi muerte: las buenas obras, las actitudes de caridad y de amor, la solidaridad.
En el tiempo de Adviento que transitamos nos acompañan con sus mensajes y testimonios personajes bíblicos impresionantes como: Juan Bautista, el Profeta Isaías, José, María, pero, el personaje clave que debe hacer el proceso de cambio y conversión, es usted. Podemos construir y armar muchos pesebres artificiales, pero si su corazón –mi querido amigo- no se transforma en un "pesebre vivo de Jesús", en el "sagrario humano de Jesús", todo lo demás tiene poco sentido. Jesús no murió por un arbolito, ni por un pan dulce o una sidra. Jesús murió por usted. Dios lo ama inmensamente. Pensemos por unos minutos sobre esos temas.