Queridos Amigos. Muy buenos días. ¿Cómo están? Qué lindo es tener este espacio del diario para compartir semana tras semana la palabra de Dios. El domingo pasado reflexionamos sobre la importancia de la Biblia para nuestra vida, subrayando la afirmación de San Jerónimo, que decía: "El desconocimiento de la Sagrada Escritura, es el desconocimiento de Jesucristo". Hoy, en la fiesta de la Presentación del Señor, o de la Candelaria, como dicen algunos, en el centro de la Liturgia de la Palabra de Dios está la idea fundamental: "Cristo es la luz del mundo que viene a iluminar a todos".
San Lucas lo describe de esta forma: "Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel". Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
Queridos Amigos, esta fiesta de la Presentación del Señor tiene un significado muy profundo para nosotros. Las velas que traemos al templo para bendecirlas y para llevarlas después a nuestros hogares, hacen referencia a las implicancias verdaderamente significativas. Sin pretender ser exhaustivo, a continuación, voy a señalar solo algunas de ellas:
* Primero. Se nos recuerda que las velas verdaderas que deben iluminar no son las velas de cera, somos nosotros, usted y yo debemos ser la luz de Cristo en el lugar donde nos toca vivir y actuar. ¡Qué privilegio y que responsabilidad! ¿Verdad?
* Segundo. Se nos recuerda que no fuimos creados y colocados en este mundo por casualidad. Dios nos necesita y esto es bello. El arzobispo Vicente Zazpe, que falleció el día 24 de enero de 1984, en uno de sus bellos mensajes dominicales nos decía: "Los hombres y mujeres que cambiarán la humanidad son los que conciben la vida como una tarea a realizar, un servicio a cumplir, una función a desempeñar". Ciertamente, que bello. ¡Cuánto le debe la Arquidiócesis al obispo Zazpe, a un hombre de Dios! Gloria a Dios.
* Tercero. Cristo es la luz del mundo, siempre y cuando nosotros seamos su presencia profética y positiva. Cristo es el signo de contradicción como dice el evangelio de hoy, si nosotros somos capaces de cuestionar tantas realidades corruptas, injustas, anquilosadas y cambiar lo que debe ser cambiado. Porque si hoy, hay tantas tinieblas, tanta oscuridad en el mundo... ¿no será que somos simples mechas humeantes?
* Cuarto. En nuestra Patria hay muchos problemas, sí hay muchos problemas económicos, laborales, sociales educativos, pero el problema, o uno de los problemas más graves que nos afecta dese hace tiempo, es el silencio de los buenos.
Me da la impresión que en muchos casos nos parecemos más a Zacarías mudo del evangelio, que a Juan Bautista que reclama el cambio, que grita en el desierto: "¡Preparen el camino del Señor!". Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica fallecido hace algunos años, dijo: "No me preocupan los gritos de los deshonestos, de la gente sin escrúpulos y de los delincuentes... Más, me preocupa el silencio de los buenos". Ciertamente, para que el mundo esté como está es suficiente que los buenos no hagan nada. Y es aquí donde surgen algunas preguntas: ¿Y yo, dónde estoy? ¿De qué lado estoy? ¿Dónde está la Iglesia?
A mí me preocupa el silencio de los líderes religiosos en los momentos críticos de nuestra patria. Por eso a continuación, para presentar una forma valiente de ser la luz de Cristo en la sociedad actual, comparto la siguiente historia, para mi hermosa y significativa: "El 24 de marzo de 1980 fue asesinado en El Salvador el arzobispo Óscar Arnulfo Romero. Era la voz de los que no tenían voz. Era una luz que iluminaba con su vida y su palabra las inmensas oscuridades del pueblo de El Salvador. Un campesino haciendo referencia al arzobispo dijo: monseñor Romero ayudó mucho a los pobres e hizo muchas cosas concretas en su favor. Pero lo más importante que hizo fue posibilitarles una fe en ellos mismos, él les decía: ustedes pueden, ustedes son. Antes no éramos, ahora somos".
¡Qué bello. Qué hermoso! ¿Puede haber alguna cosa más importante que ayudar a nuestros hermanos, muchas veces humillados, despreciados, marginados a recuperar su dignidad de hijos de Dios? "Ustedes pueden, ustedes son", decía el obispo Romero. Mis queridos amigos. Tomémonos unos minutos para preguntarnos: ¿Me considero una presencia profética de Cristo en la sociedad actual? ¿Soy una vela encendida, que ilumina la vida de los demás, o "un hombre masa", una presencia tranquila, tibia, que no molesta, pero tampoco aporta?
Como un testamento profético…
"(…) Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país (...)"
"Es un hecho muy claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres lo que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de ellos (...)"
"El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalización que termina siempre en connivencia con los poderosos. El mundo de los pobres nos enseña cómo ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad; que debe ser ciertamente gratuito pero debe buscar la eficacia histórica. El mundo de los pobres nos enseña que la sublimidad del amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada (...)".
Óscar Arnulfo Romero, 2 de febrero de 1980 (algunos días antes de ser asesinado)
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