"Y no quede duda de que es el pueblo el que confiere la autoridad o mando"
"Y no quede duda de que es el pueblo el que confiere la autoridad o mando"
Cornelio Saavedra.
Mayo va desapareciendo del almanaque, un par de días más y como si nada, junio será quien muestre los dientes llamados días. Es que los días muerden, a veces de frío y otras de noticias que paralizan. Ya dentro de una normalidad que se parece a lo normal, o al menos poniendo la realidad de la pandemia en modo "Stand by" fuimos de a poquito ganando la calle; sí, como en aquella semana de mayo de antaño. Ya no estamos temerosos del aire, nuestros rostros se animan a mostrarse sin barbijos, a reunirnos en casa y/o en masa para disfrutar de algunas cosas que hasta hace unos meses atrás parecían impensables. El Covid-19 sigue presente y sigue llevándose víctimas, pero nuestra cabeza se reseteó; hastiados de restricciones y despojándonos de nuestros miedos, salimos a la calle a desafiar la enfermedad y vivir la vida como que si nada hubiera pasado, aunque pasa. Y mucho. Pero es mayo quien nos abandona y deja en claro qué con el frío, que aquí en Santa Fe siempre llega con retraso, también nos deja un gustito a poco y nada de todo. Aquel Covid-19 que con su variante Ómicron tuvo en vilo a toda la población, llegando a números inusitados a principios de enero, dio paso al relajamiento social, con una comunidad que de a poco fue entendiendo que la única solución posible es la vacunación. Pero hay que estar atentos, llegó el frío, llegó la gripe (que estaba en segundo plano ya que usamos barbijos, y es evidente que fue una barrera que nos protegió) y el virus sigue latente y en franca expansión, como la inflación.
Nuestra Argentina amada y odiada, esa que parece acogernos y a expulsarnos a la vez, con sus contradicciones permanentes, sus delirios de grandeza y sus complejos de inferioridad; esa que ofrece garantías y libertades pero que nos limita y encarcela cada día con un decimal más de inflación; inflada de viveza criolla e intereses que capitalizan en dólares en mercados negros y negocios foráneos; esa Argentina que tambalea, que aún se mantiene de pie a pesar de pesares… ¿Es la Argentina que nuestros patriotas soñaron?
Las difusas imágenes de nuestra niñez mutan con la realidad. Mis recuerdos siempre me llevan al mismo lugar: a la escuela y al denodado intento de nuestros maestros de infundirnos de patriotismo y amor a la patria. Existía toda una industria gráfica y literaria para infantes y púberes, para que nadie se quedase sin sentir el fervor patriótico en nuestro pechito argentino. Las escarapelas se vendían junto a los caramelos, era un orgullo llevar la más linda, la redonda con las dos colitas; el pin redondo; la bandera ondeando; o la simple tirita. ¿Hijo, te llevás la escarapela? ¡Sí! Claro que sí, el guardapolvo blanquísimo, la polera, el pasamontaña para no resfriarnos y la escarapela alumbrando nuestro entusiasmo y ardor patrio. Nos enseñaban a querer y a defender nuestra tierra. Anteojito y Billiken graficaban aquellos meses, sus coloridas tapas añejaban en sepia un cabildo que se erguía orgulloso ante un pueblo de levita y chisteras, de negras comadronas de amplias caderas que llevaban empanadas y pastelitos; de paraguas y señoras de alta sociedad esperando saber de qué se trataba aquella manifestación supuestamente espontánea. French y Beruti eran los encargados de adornar las vestimentas con escarapelas diseñadas para tal evento en tal edulcorada ilustración. En honor a la verdad, no eran escarapelas ni llevaban los colores celeste y blanco, eran apenas unas cintas blancas que eran repartidas a algunos patriotas identificables con la causa americanista, muy afines al pensamiento de Manuel Belgrano y de Mariano Moreno, los más anticolonialistas del movimiento.
Está bien, aún no éramos Argentina, pero aquel momento histórico fue la base en la que se fundaría nuestra patria. No eran muchos, pero los movilizaba la fuerza de miles impulsados por el sentimiento y la idea de libertad. Con ideas claras, iluminados por pensadores independistas en libros prohibidos de la época, edificaron con sus acciones los primeros cimientos de una región inmensa y combustible, extensa y colonizada. La historia, revisionada y reversionada, nos contará de sus luchas internas, de sus vicios; de sus virtudes y de lo que les motivaba a cada uno de ellos; humanizará o defenestrará a esos hombres que quedaron en la memoria del pueblo y en la letra de los libros; de sus actos patrióticos, de sus triunfos y sus bajezas, de las derrotas y la función que tuvo cada uno de ellos en el ideario de la formación del ser nacional, o no.
A propósito, o no, y en vísperas del 25 de mayo, nuestro presidente Alberto Fernández presentó los nuevos billetes que van a ser de curso legal en próximos días. Volvieron los patriotas, si bien es solo papel moneda; papeles con valor nominal (aunque en nuestra castigada economía el valor de esos papelitos coloridos siempre termina desvalorizado en el tiempo) nuestro presidente quiere dar una vuelta de tuerca a lo hecho por la gestión anterior al mando del ingeniero. La cuestión es qué en este marco inflacionario, vamos a tener en circulación tres tipos de billetes en curso legal.
Evita vuelve y será millones en billetes de $ 100; San Martín vuelve a ocupar los primeros planos en el billete de $ 1.000, desplazando al hornero; Miguel de Güemes hace dueto con Juana Azurduy en la denominación de $ 200 y Manuel Belgrano aparece acompañado de María Remedios del Valle en los billetes de $ 500. Para la presidencia era un asunto pendiente y siempre traído a colación en la campaña. No está mal a mi entender que nuestros hijos, nuestros escolares, aunque sea a través del billete, puedan ahondar en la vida y en las historias de nuestros patriotas. Que les despierte aunque sea la curiosidad para entender a esos hombres y mujeres que hicieron libre la patria, dejándonos como deber, ni más ni menos, el de hacerla grande y noble; ellos amaron y pelearon por esta tierra y por más que muchos se esfuercen por achicarla, por denostarla, hay muchos más que la quieren grande y fortalecida; con todas sus contradicciones y sus desigualdades, al menos yo, la elijo siempre.
¡Feliz día de la Patria!