Argentina vive en un eterno bucle temporal. Una y otra vez observamos como se repiten, a lo largo de la historia de nuestro país, sucesivas crisis, las cuales se van perpetrando de manera cíclica, y con resultados y efectos peores para las generaciones venideras. La falta de esperanza es el corolario de no contar con un panorama que refleje un futuro prometedor para estas tierras. Esto se debe en parte, y desde mi punto de vista, al hecho de que nunca se llegaron a efectuar reformas estructurales que sienten las bases para un crecimiento sostenido de la economía argentina.
Terminamos un ciclo y volvemos a comenzar uno nuevo. Pero empezamos desde un punto de partida inferior en términos de variables macroeconómicas. Cada crisis que se suscita nos deja en un peldaño inferior en la senda del crecimiento y del desarrollo.
Mirá también¿A cuánto estará el dólar en diciembre? Las proyecciones de Fernando MarullEn la actualidad vivimos una inflación que golpea el bolsillo de las y los ciudadanos, ubicándose en un piso del 6% mensual y con perspectivas de acelerarse alcanzando los dos dígitos, lo cual torna inviable un escenario de estabilidad y previsión. Lejos de ser un problema novedoso, y el cual posee una larga historia en nuestro país. La "pelota siempre la pateamos para adelante". Nunca dejamos de acudir a la emisión monetaria ni a la toma de deuda como mecanismos para solventar los déficits fiscales crónicos que ha tenido nuestro país. Los resultados coyunturales devienen de un proceso acumulativo de desorden monetario y fiscal: ¿Y si probamos apostar a la disciplina fiscal y a un equilibrio presupuestario sostenido?
¿Por qué no podemos dejar de recorrer este eterno bucle? ¿Cuáles son las causas por las cuales nuestra economía no logra salir adelante? Pues bien, son preguntas cuyas respuestas pueden llevarnos a realizar una radiografía del escenario actual y pensar soluciones sustentables a futuro.
En un contexto de escasez de dólares en términos de reservas por parte del Banco Central, sumado a un exceso de pesos en la economía, nuestra moneda continúa devaluándose. Lo más preocupante es no contar con un plan en el horizonte que nos sirva como hoja de ruta en orden a intentar dar vuelta esta situación. Para realizar los cambios estructurales de fondo se precisan de dos condiciones necesarias, pero no suficientes: un capital político importante y una comunicación efectiva del punto de partida y los efectos esperados luego de cada medida que se vaya implementando. Los resultados no son instantáneos y es por este motivo que se necesita de un monitoreo y retroalimentación constante, dando paso a la acción por sobre lo estrictamente discursivo.
Uno de los puntos importantes a la hora de diseñar un plan económico es tener en cuenta que se parte de un clima social agobiado por las reiteradas crisis, las cuales son consecuencia de un cúmulo de "parches" transitorios a problemas que requieren respuestas integrales. Por otro lado, es clave respetar la secuencialidad de las medidas que se planifiquen. La hora de la improvisación quedo atrás. La dinámica y complejidad de los problemas que enfrenta Argentina requiere de experiencia, convicción y equipos sólidos e interdisciplinarios de trabajo.
Con la tasa de interés en niveles elevados, lo cual enfría a la economía poniendo un "freno de mano" al crédito, sumado a un endurecimiento del cepo cambiario que funciona como un "torniquete", dando como resultado una multiplicidad de tipos de cambio y una complicación para el normal desenvolvimiento del comercio exterior, una cuestión luce clara: la economía argentina, así como la vemos, no tiene un rumbo sustentable. Por ello, se plantea la imperiosa necesidad de realizar reformas, sin olvidar, que el objetivo final es mejorar las condiciones de vida a todas las argentinas y argentinos, lo cual no puede dejar de lado la cuestión social de las citadas reformas y no solamente circunscribirlas a soluciones estrictamente economicistas.
Escaparle al eterno loop o bucle que caracteriza a la economía argentina implica salir de la lógica de pensar soluciones cortoplacistas. No hay más margen para el "vamos viendo". Si bien es cierto que los desajustes estructurales que presenta nuestra economía son heterogéneos y difíciles de afrontar, esta realidad constituye un desafío para toda la clase política de ser efectivos en cuanto a las medidas económicas que se implementen y que las mismas traigan aparejado el menor costo social posible, es decir, realizándolo de "manera quirúrgica". De otra forma, tanto la inflación como la devaluación seguirán marcando la agenda y la política económica continuara corriendo por detrás, intentando recomponer los efectos nocivos de las mismas.
La responsabilidad por sobre todo, junto con la técnica económica y la política cimentada en el consenso, deben ser las bases de un programa que, en primer lugar nos brinde estabilidad, y posteriormente sea el sustento de una serie de cambios que apunten al mediano y largo plazo.
El eterno loop plantea hacer las cosas de manera diferente, si lo que deseamos es construir un sendero de crecimiento y desarrollo para nuestra República. En otras palabras, se pueden esperar resultados distintos si y solo si se modifica la forma de pensar e implementar medidas acordes a los tiempos que nos tocan vivir.
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