Por Roberto L. Elissalde


Por Roberto L. Elissalde
Corría el mes de octubre de 1902. La inauguración de la escultura de San Martín en la plaza que lleva su nombre en la ciudad de Santa Fe, dio motivo a numerosas manifestaciones patrióticas. Presidió la ceremonia el general Julio Argentino Roca, que días antes había colocado la piedra fundamental de la obra del puerto de Rosario, acompañado por los ministros de Obras Públicas y de Guerra y de Marina -ingeniero Emilio Civit, coronel Pablo Riccheri y capitán de navío Onofre Betbeder-, además del presidente del Banco de la Nación Argentina, Mariano Unzué, el gobernador santafesino Rodolfo Freyre y otras autoridades.
El gobierno de Mendoza a pedido del de Santa Fe se asoció a la celebración permitiendo que la Bandera de los Andes y el bastón que el general San Martín había depositado ante la imagen de la Virgen del Carmen se trasladaran a Rosario y a la capital provincial. El 22 de octubre llegaron a la ciudad de Mendoza los comisionados santafesinos Ramón J. Lassaga, por la Universidad; Marcial Candioti, por el Concejo Deliberante de la ciudad capital; Gregorio García Vieyra, por el Superior Tribunal de Justicia; Manuel Irigoyen, por el Senado; y los señores Ulises Mosset y Ernesto Aldao; quienes fueron recibidos en la estación del ferrocarril por el ministro de Gobierno. Junto a la bandera el padre superior de los franciscanos entregó para su traslado el bastón que San Martín depositara ante la imagen de la Virgen del Carmen.
Las preciosas reliquias previo paso por Rosario y una breve visita al histórico convento de San Carlos, llegaron a la estación santafesina el 28 de octubre a las 17.30, donde las esperaba el intendente local don Sixto Sandaza. El público en cantidad ocupaba el lugar y sus adyacencias para honrar a tan venerables objetos, que apenas se detuvo el tren cuya locomotora estaba engalanada con los colores patrios; al unísono se descubrió respetuosamente mientras un "¡Viva la Patria!" resonó en el lugar. Hablaron en esa ceremonia el doctor Santiago Yrigoyen, el vicegobernador mendocino Day y la señorita Mercedes Pujato Crespo, una poetisa local emparentada con antiguas familias locales.
Caras y Caretas, la popular revista ilustrada, informaba que "la bandera que se conserva en perfecto estado, fue llevada desde la estación; a la Casa de Gobierno (en realidad se llevaron al Cabildo), como así mismo el bastón del gran guerrero. Durante el trayecto recorrido , las damas y niñas arrojaban flores a manos llenas, y el entusiasmo rayaba en lo indescriptible". Por su parte, La Nación anunciaba que durante la visita presidencial "debido al carácter eminentemente político de estas fiestas, buena parte del vecindario se abstendrá de concurrir a los actos que tengan el carácter de un homenaje al general Roca. A esto se debe una escisión en el seno del Club del Orden". A pesar de ello las escuelas públicas, sociedades nacionales y extranjeras, la comisión de damas pro-monumento y el público fue muy numeroso.
La comitiva presidencial llegó a la mañana siguiente a la capital de la provincia y observó los objetos tan ligados a la campaña sanmartiniana, expuestos en el gran salón del histórico Cabildo donde había levantado un catafalco en el testero alfombrado con rosas blancas. El 31, a las 16, fue reembarcada en el ferrocarril la bandera de los Andes, a cuya despedida acudió numeroso público. Desde antes de las 8 comenzó a afluir el pueblo a la plaza de Mayo con el objeto de acompañar en manifestación hasta el ferrocarril la histórica reliquia y la comisión que debía conducirla.
Las fuerzas militares, constituidas por el Tercero de Artillería, el Colegio Militar, el escuadrón escolta y las guardias provinciales, formaron también en aquel acto, Mientras la comisión pro-monumento se reunía en el Cabildo y se labraba el acta en que se deja constancia de la permanencia en Santa Fe del glorioso estandarte de los Andes. Fue una imponente manifestación, cuando la columna se puso en marcha encabezada por los comisionados con la bandera, a quienes escoltaba un piquete del colegio militar, siguiéndose después, en extensas cuadras, la interminable columna del pueblo, entre los aplausos y las aclamaciones de todo el mundo, y las flores que con profusión arrojaban las damas desde los balcones en el largo trayecto.
Al subir al tren, los comisionados y depositarse en el coche especial el artístico cofre de ébano de un metro y medio en que la reliquia fuera traída, las bandas ejecutaron el Himno Nacional al mismo tiempo que las tropas presentaban las armas y la multitud se descubría respetuosamente. Acalladas las músicas y vivas, el ministro de gobierno, doctor Julián V. Pera, con elocuente voz despidió a los viajeros, recordando el culto a la memoria del Libertador y el honor que correspondía a Santa Fe por el homenaje del monumento erigido, haciendo después uso de la palabra el canónigo Vigna y los doctores Lasala y Arroyo, cuyas palabras suscitaron estruendosos aplausos y aclamaciones.
Enseguida el tren se puso en movimiento. Debió ser esta la primera y probablemente una de las pocas oportunidades en la que la histórica bandera abandonó la ciudad en la que fue creada y a la que volviera después de la campaña libertadora.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90° Aniversario (1935-2025). El autor es miembro correspondiente de la institución en la ciudad de Buenos Aires.
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